DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki
DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki
DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Maris_Glz<br />
espalda temblorosa y jorobada! Casi sin pensarlo, golpeé fuerte en <strong>el</strong> vidrio. De inmediato, <strong>el</strong><br />
<strong>vampiro</strong> joven adoptó <strong>un</strong>a expresión dura y cru<strong>el</strong>, pero yo simplemente le hice <strong>un</strong> gesto para<br />
que abriera la puerta. Y Lestat, aferrado en su bata hasta <strong>el</strong> cu<strong>el</strong>lo, se levantó de su silla.<br />
»—¡Es Louis! ¡Louis! —dijo—. Déjale entrar. —E hizo <strong>un</strong>as gesticulaciones frenéticas, como <strong>un</strong><br />
inválido, para que <strong>el</strong> joven "enfermero" lo obedeciera.<br />
»Tan pronto como se abrió la puerta, olí <strong>el</strong> hedor de la habitación y sentí <strong>el</strong> calor<br />
abrumador. Los movimientos de los insectos sobre los animales podridos asquearon mis<br />
sentidos, de modo que retrocedí <strong>con</strong>tra mi vol<strong>un</strong>tad, pese a los gestos de<br />
Lestat para que me acercara. Allí, en <strong>el</strong> rincón más lejano, estaba <strong>el</strong> ataúd donde dormía;<br />
vi la laca descascarada de la madera, medio cubierta de periódicos amarillos. Había huesos en<br />
todos los rin<strong>con</strong>es, casi vacíos salvo por pedazos de cuero y pi<strong>el</strong>. Lestat me estrechó las<br />
manos <strong>con</strong> las suyas resecas, atrayéndome hacia él y hacia <strong>el</strong> calor. Pude ver que tenía los<br />
ojos llenos de lágrimas; y, únicamente cuando estiró la boca en <strong>un</strong>a extraña sonrisa de<br />
f<strong>el</strong>icidad desesperada cercana al dolor, pude ver leves hu<strong>el</strong>las de las antiguas cicatrices. ¡Qué<br />
<strong>con</strong>fuso y feo era este hombre inmortal de rostro pulido y brillante que se agachaba y<br />
hablaba tontamente, y chillaba como <strong>un</strong>a vieja acartonada!<br />
»—Sí, Lestat —dije en voz baja—, he venido a verte.<br />
»Le empujé las manos <strong>con</strong> suavidad, lentamente, y me acerqué al bebé que ahora lloraba<br />
desesperadamente, tanto de miedo como de hambre. Tan pronto como lo levanté y le solté la<br />
manta, se tranquilizó <strong>un</strong> poco, y luego lo acaricié y lo mecí. Lestat me susurraba ahora <strong>con</strong><br />
palabras rápidas, medio articuladas, que no podía comprender; las lágrimas le corrían por las<br />
mejillas y <strong>el</strong> <strong>vampiro</strong> joven en la ventana abierta tenía <strong>un</strong>a expresión de disgusto en la cara y<br />
<strong>un</strong>a mano en <strong>el</strong> picaporte de la puerta, como si se dispusiera a abrirla en cualquier instante.<br />
»—Entonces, tú eres Louis —dijo <strong>el</strong> joven <strong>vampiro</strong>. Esto pareció aumentar la inexpresable<br />
excitación de Lestat, y se limpió, frenético, las lágrimas <strong>con</strong> <strong>el</strong> borde de la bata.<br />
»Una mosca se posó en la frente d<strong>el</strong> bebé e, invol<strong>un</strong>tariamente, abrí la boca cuando la<br />
apreté <strong>con</strong> dos dedos y la tiré muerta al su<strong>el</strong>o. El crío dejó de llorar. Me miraba <strong>con</strong> ojos<br />
extraordinarios azules, y <strong>un</strong>a sonrisa que creció más luminosa que <strong>un</strong>a llamarada. Jamás he<br />
matado algo tan tierno, tan inocente, y tomé <strong>con</strong>ciencia de <strong>el</strong>lo cuándo tenía a ese niño en<br />
mis brazos, <strong>con</strong> <strong>un</strong>a extraña sensación de pesar, más fuerte que la que me había abrumado<br />
en la rué Royale. Y, meciendo suavemente al niño, agarré la silla d<strong>el</strong> <strong>vampiro</strong> joven y tomé<br />
asiento.<br />
»—No trates de hablar... Está bien —dije a Lestat, que se dejó caer en su silla y estiró las<br />
manos para agarrarse de las solapas de mi chaqueta <strong>con</strong> ambas manos.<br />
»—Pero estoy tan <strong>con</strong>tento de verte —tartamudeó entre sus lágrimas—. He soñado <strong>con</strong> tu<br />
llegada... llegada —dijo. Y entonces hizo <strong>un</strong>a mueca, como si sintiera <strong>un</strong> dolor que no podía<br />
identifcar, y <strong>un</strong>a vez más apareció en sus facciones <strong>el</strong> mapa fno de sus cicatrices. Miró para<br />
otra parte y se llevó <strong>un</strong>a mano al oído, como si quisiera defenderse de algún ruido terrible.<br />
»—Yo no... —empezó a decir, y entonces sacudió la cabeza; se le nublaron los ojos cuando<br />
los abrió tratando de enfocarme <strong>con</strong> <strong>el</strong>los—. No quise que lo hicieran, Louis... Se lo dije a<br />
Santiago... Ése, ¿sabes?, no me dijo lo que pensaba hacer.<br />
»—Ya ha pasado, Lestat —dije.<br />
»—Sí, sí —sacudió violentamente la cabeza—. El pasado. Ella jamás tendría que... ¿Por qué,<br />
Louis? Tú sabes... —Sacudió la cabeza: su voz parecía ganar volumen, ganar <strong>un</strong> poco de<br />
resonancia <strong>con</strong> <strong>el</strong> esfuerzo—. Ella jamás tendría que haber sido <strong>un</strong>a de nosotros, Louis —y se<br />
golpeó <strong>el</strong> pecho <strong>con</strong> <strong>el</strong> puño—. Solamente nosotros.<br />
»"Ella." Me pareció entonces que jamás había existido. Que había sido <strong>un</strong> sueño ilógico y<br />
fantástico que me era demasiado precioso y personal como para <strong>con</strong>farlo a alguien. Y eso<br />
había desaparecido hacía tiempo. Lo miré. Lo observé. Y traté de pensar: "Sí, nosotros tres<br />
j<strong>un</strong>tos".<br />
»—No me temas, Lestat —dije, como hablando <strong>con</strong>migo mismo—. No vengo a hacerte daño.<br />
»—Has vu<strong>el</strong>to a mí, Louis —susurró <strong>con</strong> ese tono fno y chillón—. Has vu<strong>el</strong>to de regreso a<br />
mi casa, Louis, ¿verdad? —Y se mordió <strong>el</strong> labio y me miró desesperado.<br />
»—No, Lestat. —Sacudí la cabeza. Se puso frenético <strong>un</strong> instante, volvió a empezar <strong>un</strong> gesto,<br />
168