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DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki

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Maris_Glz<br />

»—Tú no sabes nada —le dijo <strong>el</strong>la seriamente, y su voz era tan baja que <strong>el</strong> más mínimo<br />

ruido de la calle la podía interrumpir, alejar sus palabras, y me en<strong>con</strong>tré haciendo <strong>un</strong><br />

esfuerzo por escucharla desde mi posición, recostado en <strong>el</strong> respaldo de la silla—. Supongamos<br />

que <strong>el</strong> <strong>vampiro</strong> que te creó a ti no sabía nada, y <strong>el</strong> <strong>vampiro</strong> que creó a ese <strong>vampiro</strong> tampoco<br />

sabía nada y <strong>el</strong> <strong>vampiro</strong> anterior, tampoco, y así hasta que la nada procede de la nada, hasta<br />

que no hay más que nada. Y nosotros debemos vivir <strong>con</strong> <strong>el</strong> <strong>con</strong>ocimiento de que no hay<br />

<strong>con</strong>ocimiento.<br />

»—¡Sí! —exclamó él súbitamente, <strong>con</strong> su voz impregnada de algo distinto a la furia.<br />

»Quedó en silencio. Ella también. Él dio media vu<strong>el</strong>ta lentamente, como si yo hubiera hecho<br />

algún movimiento que lo hubiese alertado, como si me hubiese levantado detrás de él. Me hizo<br />

recordar cómo giran los seres humanos cuando sienten mi aliento en su pi<strong>el</strong> y, de repente,<br />

saben que allí donde pensaban estar completamente solos no lo están..., y luego ese momento<br />

de espantosa sospecha, antes de que vean mi rostro y abran la boca. Ahora me miraba y yo<br />

apenas podía ver <strong>el</strong> movimiento de sus labios. Y entonces lo sentí. Tenía miedo. Lestat tenía<br />

miedo.<br />

»Ella lo miraba <strong>con</strong> la misma mirada, sin la menor emoción ni pensamiento.<br />

»—Tú la infestaste <strong>con</strong> esto... —susurró él.<br />

»Encendió <strong>un</strong>a cerilla <strong>con</strong> <strong>un</strong> ruido súbito, prendió las v<strong>el</strong>as de la chimenea, levantó las<br />

pantallas opacas de las lámparas y paseó por la habitación encendiendo las luces hasta que la<br />

pequeña llama de Claudia quedó abatida; se apoyó de espaldas <strong>con</strong>tra la chimenea, mirando<br />

de luz en luz, como si <strong>el</strong>las restableciesen <strong>un</strong>a especie de paz, y dijo:<br />

»—Voy a salir.<br />

»Ella se puso de pie apenas él pisó la calle; de improviso, se detuvo en medio de la<br />

habitación y se estiró, y su pequeña espalda se arqueó, <strong>con</strong> los brazos rígidos hasta sus<br />

puñitos y los ojos absolutamente cerrados <strong>un</strong> instante, y luego abriéndolos como si se<br />

despertara de <strong>un</strong> sueño. Hubo algo obsceno en su gesto; la habitación pareció temblar<br />

<strong>con</strong> <strong>el</strong> miedo de Lestat, e hizo <strong>un</strong> eco de su última respuesta. Ella se puso alerta. Debo<br />

de haber hecho algún movimiento invol<strong>un</strong>tario para alejarme de <strong>el</strong>la, porque vino hasta <strong>el</strong><br />

brazo de mi silla y, poniendo su mano sobre mí libro, <strong>un</strong> libro que hacía horas que no leía,<br />

me dijo:<br />

»—Ven <strong>con</strong>migo.<br />

»—Tenías razón. Él no sabe nada. No nos puede decir nada —le dije.<br />

»—¿Pensaste alg<strong>un</strong>a vez que lo podría hacer? —me preg<strong>un</strong>tó <strong>con</strong> <strong>el</strong> mismo tono de voz<br />

—. En<strong>con</strong>traremos a otros de nuestra especie. Los en<strong>con</strong>traremos en Europa central. Allí<br />

es donde viven en gran número. Los r<strong>el</strong>atos, tanto de fcción como los de verdad, llenan<br />

volúmenes <strong>con</strong> esas cantidades. Estoy <strong>con</strong>vencida de que todos los <strong>vampiro</strong>s provienen de<br />

allí, si es que provienen de algún sitio. Le hemos aguantado demasiado tiempo. Vamos. Y<br />

deja que la carne instruya a la mente.<br />

»Pienso que sentí <strong>un</strong> temblor de d<strong>el</strong>eite cuando <strong>el</strong>la pron<strong>un</strong>ció esas palabras. "Y deja<br />

que la carne instruya a la mente."<br />

»—Deja <strong>el</strong> libro a <strong>un</strong> costado y mata —me susurró.<br />

»La seguí por las escaleras y <strong>el</strong> patio, y, por <strong>un</strong>a calleju<strong>el</strong>a, pasamos a otra calle.<br />

Entonces, se dio vu<strong>el</strong>ta <strong>con</strong> los brazos extendidos para que la alzara en brazos, a<strong>un</strong>que,<br />

por supuesto, no estaba cansada; sólo quería estar cerca de mi oído, agarrarse de mi<br />

cu<strong>el</strong>lo.<br />

»—No le he <strong>con</strong>tado mi plan: <strong>el</strong> viaje, <strong>el</strong> dinero —le dije, <strong>con</strong>sciente de que había algo<br />

en <strong>el</strong>la más allá de mi comprensión, y <strong>el</strong>la, casi sin peso, siguió en mis brazos.<br />

»—Él mató al otro <strong>vampiro</strong> —dijo <strong>el</strong>la.<br />

»—No, ¿por qué dices eso? —le preg<strong>un</strong>té. Pero no me afigió que dijera eso; removió mi<br />

alma como si fuera <strong>un</strong> charco de agua quieta hasta entonces. Sentí como si <strong>el</strong>la me<br />

estuviera removiendo lentamente para algo; como si fuera <strong>el</strong> piloto de nuestra lenta<br />

caminata por la calle a oscuras.<br />

»—Porque ahora lo sé —dijo <strong>el</strong>la <strong>con</strong> autoridad—. El <strong>vampiro</strong> lo transformó en <strong>un</strong> esclavo y<br />

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