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DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki

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Maris_Glz<br />

ojos se veían húmedos y débiles por la pérdida de vida. Recuerdo que me ad<strong>el</strong>anté sin<br />

pron<strong>un</strong>ciar palabra, atraído por él, y sin poder dominarme ante esa mirada que me provocaba,<br />

esa vida <strong>con</strong>sciente que me desafaba; él moriría y no moriría; ¡<strong>con</strong>tinuaría viviendo,<br />

comprendiendo, sobreviviendo esa intimidad! Me di media vu<strong>el</strong>ta. El grupo de <strong>vampiro</strong>s se<br />

movió en la oscuridad. Sus v<strong>el</strong>as temblaron y se movieron en <strong>el</strong> aire frío. Y arriba de <strong>el</strong>los<br />

apareció <strong>un</strong> inmenso paisaje de fguras dibujadas en tinta: <strong>el</strong> cuerpo dormido de <strong>un</strong>a mujer,<br />

coronado por <strong>un</strong> cuervo <strong>con</strong> rostro humano; <strong>un</strong> hombre atado de pies y manos a <strong>un</strong> árbol, a<br />

cuyo lado colgaba <strong>el</strong> torso de otro, y, sobre <strong>un</strong>a pica, estaba la cabeza cortada d<strong>el</strong> muerto.<br />

»Volvió <strong>el</strong> canto, ese canto etéreo, suave. Lentamente se calmó mi hambre, pero mi cabeza<br />

palpitaba y las llamas de las v<strong>el</strong>as parecieron f<strong>un</strong>dirse en pulidos círculos de luz. De<br />

improviso, alguien me tocó, me empujó <strong>con</strong> fuerza de modo que casi perdí <strong>el</strong> equilibrio y,<br />

cuando me enderecé, vi <strong>el</strong> rostro d<strong>el</strong>gado y angular d<strong>el</strong> <strong>vampiro</strong> al que detestaba. Me acercó<br />

sus blancas manos. Pero <strong>el</strong> otro, <strong>el</strong> distante, se ad<strong>el</strong>antó y, súbitamente, se interpuso entre los<br />

dos. Pareció golpear al otro <strong>vampiro</strong> pues lo vi moverse y, entonces, ya no vi más movimientos;<br />

ambos estaban inmóviles como estatuas, <strong>con</strong> los ojos fjos en los d<strong>el</strong> otro, y <strong>el</strong> tiempo pasó<br />

como ola tras ola de agua desde <strong>un</strong>a playa silenciosa. No puedo decir cuánto tiempo<br />

estuvimos allí, los tres, en aqu<strong>el</strong>las sombras, y cuan absolutamente quieto me pareció todo;<br />

únicamente las llamas trémulas detrás de <strong>el</strong>los parecían tener vida. Luego recuerdo haber<br />

avanzado a tropezones a lo largo de <strong>un</strong>a pared hasta en<strong>con</strong>trar <strong>un</strong>a silla de roble en la que<br />

me desplomé. Claudia pareció estar en las proximidades hablando <strong>con</strong> alguien en voz baja y<br />

<strong>con</strong>tenta. Mi frente transpiraba sangre, calor.<br />

»—Ven <strong>con</strong>migo —dijo <strong>el</strong> <strong>vampiro</strong> moreno.<br />

»Busqué en su rostro ese movimiento de labios que debía haber precedido <strong>el</strong> sonido, pero<br />

fue en vano. Y luego caminamos, los tres, bajando <strong>un</strong>a escalera de piedra que iba a las<br />

prof<strong>un</strong>didades de la ciudad. El aire se enfrió y refrescó <strong>con</strong> la fragancia d<strong>el</strong> agua y pude ver<br />

las gotas que resbalaban por la piedra como abalorios de oro a la luz de la v<strong>el</strong>a d<strong>el</strong> <strong>vampiro</strong>.<br />

»Entramos en <strong>un</strong>a pequeña cámara donde ardía <strong>el</strong> fuego en <strong>un</strong>a chimenea empotrada en la<br />

pared. Al otro lado había <strong>un</strong>a cama también en la piedra y cerrada por dos puertas<br />

enrejadas. Al principio vi claramente todas estas cosas y vi la larga pared llena de libros<br />

frente a la chimenea y <strong>el</strong> escritorio de madera en medio y <strong>el</strong> ataúd al otro lado. Pero<br />

entonces <strong>el</strong> cuarto empezó a esfumarse y <strong>el</strong> <strong>vampiro</strong> moreno me puso las manos en los<br />

hombros y me llevó a <strong>un</strong> sillón de cuero. El fuego era intensamente fuerte cerca de mis<br />

piernas, pero eso me hizo bien; fue algo claro y agudo, algo que me sacaría de la <strong>con</strong>fusión.<br />

Tomé asiento, <strong>con</strong> los ojos entreabiertos, y traté de ver de nuevo lo que había a mi alrededor.<br />

Era como si esa cama distante fuera <strong>un</strong> escenario, y sobre las almohadas de ese escenario<br />

estaba ese chico, <strong>con</strong> su cab<strong>el</strong>lo negro partido al medio y <strong>con</strong> rizos sobre las orejas, de modo<br />

que ahora parecía en <strong>el</strong> estado febril y ensoñador de <strong>un</strong>a de esas criaturas andróginas de<br />

las pinturas de<br />

Bottic<strong>el</strong>li; y a su lado, la mano blanca desnuda <strong>con</strong>tra su pi<strong>el</strong> rosada, estaba Claudia, <strong>con</strong><br />

<strong>el</strong> rostro h<strong>un</strong>dido en su cu<strong>el</strong>lo. El <strong>vampiro</strong> moreno los <strong>con</strong>templó <strong>con</strong> las manos cruzadas; y<br />

cuando Claudia se levantó y <strong>el</strong> muchacho se estremeció, <strong>el</strong> <strong>vampiro</strong> la levantó <strong>con</strong> la misma<br />

suavidad <strong>con</strong> que la podría levantar yo; las manos de Claudia se agarraron de su cu<strong>el</strong>lo, <strong>con</strong><br />

los ojos entrecerrados, y los labios enrojecidos de sangre. El la depositó sobre <strong>el</strong> escritorio y<br />

<strong>el</strong>la se apoyó en los libros forrados de cuero y sus manos cayeron <strong>con</strong> gracia sobre su falda<br />

rosada. Las puertas se cerraron tras <strong>el</strong> chico y él, h<strong>un</strong>diendo <strong>el</strong> rostro en las almohadas, se<br />

quedó dormido.<br />

»Había algo que me perturbaba en ese cuarto y no sabía de qué se trataba. No sabía<br />

realmente lo que me sucedía; únicamente que me había visto obligado a caer en dos estados<br />

febriles y feroces: mi <strong>con</strong>centración ante esos cuadros espantosos y la muerte a la que me<br />

había entregado, obscenamente, ante los ojos de todos.<br />

»Ahora no sabía qué era lo que me amenazaba, qué era aqu<strong>el</strong>lo de lo que mi mente quería<br />

escapar. Seguí mirando a Claudia, <strong>el</strong> modo en que se apoyaba <strong>con</strong>tra los libros, la manera en<br />

que se sentaba entre los objetos d<strong>el</strong> escritorio: la pulida calavera blanca, <strong>el</strong> cand<strong>el</strong>abro, <strong>el</strong><br />

libro abierto de pergamino cuya escritura a mano brillaba a la luz; y entonces, arriba de <strong>el</strong>la,<br />

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