DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki
DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki
DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Maris_Glz<br />
crímenes de toda laya. ¿O no es así? —Se inclinó hacia ad<strong>el</strong>ante y tocó la rodilla de Claudia;<br />
pero Claudia simplemente la miró, observando cómo se reía nerviosamente, y la dejó<br />
<strong>con</strong>tinuar.<br />
»Santiago se acercó y sacó <strong>el</strong> tema de nuestras habitaciones en <strong>el</strong> Hot<strong>el</strong> Saint-Gabri<strong>el</strong>;<br />
terriblemente inseguro, dijo, <strong>con</strong> <strong>un</strong> exagerado gesto escénico de sus manos. Y demostró <strong>un</strong><br />
<strong>con</strong>ocimiento de esas habitaciones que fue aterrador. Conocía <strong>el</strong> armario en <strong>el</strong> que<br />
dormíamos; le parecía vulgar.<br />
»—Venid aquí —me dijo <strong>con</strong> la simplicidad casi infantil que había mostrado en la escalera—.<br />
Vivid <strong>con</strong> nosotros y esas pantallas no os serán necesarias. Nosotros tenemos nuestros<br />
guardias. Y decidme; ¿de dónde venís? —preg<strong>un</strong>tó poniéndose de rodillas, <strong>con</strong> <strong>un</strong>a mano sobre<br />
<strong>el</strong> brazo de mi sillón—. Tu voz..., yo <strong>con</strong>ozco ese acento. Vu<strong>el</strong>ve a hablar.<br />
»Me sentí vagamente horrorizado de que mi francés tuviera ese acento, pero ésa no fue<br />
mi preocupación inmediata. Él tenía <strong>un</strong>a vol<strong>un</strong>tad poderosa y era extremadamente posesivo, y<br />
me arrojó encima <strong>un</strong>a imagen de esa posesión que brotó en mí de inmediato. Y, mientras<br />
tanto, los <strong>vampiro</strong>s a nuestro alrededor <strong>con</strong>tinuaban hablando; Est<strong>el</strong>le explicó que <strong>el</strong> negro<br />
era <strong>el</strong> color de la ropa de los <strong>vampiro</strong>s; que <strong>el</strong> encantador vestido de Claudia era hermoso<br />
pero carente de gusto.<br />
»—Nosotros nos mezclamos <strong>con</strong> la noche —dijo—. Tenemos <strong>un</strong> resplandor f<strong>un</strong>éreo.<br />
»Y entonces, poniendo su mejilla <strong>con</strong>tra la de Claudia, se rió para amenguar su crítica; y<br />
C<strong>el</strong>este también se rió, así como Santiago, y la habitación cobró vida <strong>con</strong> <strong>el</strong> tintineo<br />
sobrenatural de sus risas: las veces sobrenaturales que repiqueteaban <strong>con</strong>tra las paredes<br />
pintadas y avivaban las débiles llamas de las v<strong>el</strong>as.<br />
»—Ah, pero hay que cubrir estos rizos —dijo C<strong>el</strong>este, jugueteando <strong>con</strong> <strong>el</strong> p<strong>el</strong>o rubio de<br />
Claudia. Y entonces me di cuenta de algo que era absolutamente obvio: todos se habían teñido<br />
de negro sus cab<strong>el</strong>los <strong>con</strong> la excepción de Armand. Y eso era lo que j<strong>un</strong>to a las negras<br />
vestimentas daba la perturbadora impresión de que éramos estatuas d<strong>el</strong> mismo cinc<strong>el</strong> y de las<br />
mismas pinc<strong>el</strong>adas. No puedo decir cuánto me impresionó ese hecho. Pareció tocar algo en mi<br />
interior, algo que yo no podía averiguar d<strong>el</strong> todo.<br />
»Me en<strong>con</strong>tré mirando <strong>un</strong>o por <strong>un</strong>o los espejos angostos y observando a todos por encima<br />
de sus hombros. Claudia brillaba como <strong>un</strong>a joya; lo mismo le sucedería a ese chico mortal que<br />
dormía en la habitación de abajo. Tomé <strong>con</strong>ciencia de que los en<strong>con</strong>traba opacos de <strong>un</strong>a<br />
manera espantosa: opacos, todos opacos dondequiera que yo mirara; sus brillantes ojos de<br />
<strong>vampiro</strong>s se repetían, su ingenio era opaco como <strong>un</strong>a campana de latón.<br />
»Únicamente <strong>el</strong> <strong>con</strong>ocimiento que necesitaba distrajo esos pensamientos.<br />
»—Los <strong>vampiro</strong>s d<strong>el</strong> este de Europa... —dijo Claudia—, esas criaturas monstruosas, ¿qué<br />
r<strong>el</strong>ación tienen <strong>con</strong> nosotros?<br />
»—Unos espectros —<strong>con</strong>testó suavemente Armand desde lejos, jugando <strong>con</strong> sus perfectos<br />
oídos sobrenaturales, que podían oír lo que era más mudo que <strong>un</strong> susurro. La habitación quedó<br />
en silencio—. Su sangre es diferente, vil. Aumentan como nosotros, pero sin habilidad ni<br />
cuidado. En los viejos tiempos...<br />
«Abruptamente dejó de hablar. Pude ver su rostro en <strong>el</strong> espejo. Estaba extrañamente<br />
rígido.<br />
»—Cuenta de los viejos tiempos —dijo C<strong>el</strong>este, <strong>con</strong> su voz chillona <strong>con</strong> <strong>un</strong> tono humano.<br />
Había algo sórdido en su voz.<br />
»Y entonces Santiago también habló <strong>con</strong> tono provocador:<br />
»—Sí, cuéntanos de los aqu<strong>el</strong>arres y de las hierbas que nos harían invisibles —sonrió—. ¡Y<br />
de las cremaciones en la estaca!<br />
»Armand fjó sus ojos en Claudia.<br />
»—Cuídate de estos monstruos —dijo, y sus ojos, de forma d<strong>el</strong>iberada, pasaron de C<strong>el</strong>este a<br />
Santiago—. Estos espectros te atacarán como si fueras humana.<br />
»C<strong>el</strong>este se estremeció, murmurando algo <strong>con</strong> desprecio; <strong>un</strong>a aristócrata hablando de<br />
primos vulgares que llevaban <strong>el</strong> mismo nombre. Pero yo miraba a Claudia, cuyos ojos parecían<br />
tener las mismas brumas que antes. De repente, apartó la vista de Santiago.<br />
»Las voces de los otros volvieron a oírse, como si <strong>con</strong>ferenciaran entre <strong>el</strong>los sobre las<br />
127