DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki
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Maris_Glz<br />
demoníaca, la habría abrazado y negado <strong>un</strong>a y mil veces las palabras que acababa de<br />
escuchar. Pero sólo me quedé arrodillado allí, pensando. El amor es igual al odio: metí<br />
egoístamente eso en mi pecho, me aferré a eso cuando me apoyé pesadamente en la cama.<br />
»Mucho tiempo antes de que Mad<strong>el</strong>eine lo supiera, Claudia había dejado de llorar y estaba<br />
sentada, inmóvil como <strong>un</strong>a estatua, en la falda de Mad<strong>el</strong>eine, <strong>con</strong> sus ojos líquidos fjos en mí,<br />
ignorante d<strong>el</strong> p<strong>el</strong>o rojo y suave que caía alrededor de <strong>el</strong>la, y de la mano de la mujer que aún<br />
la acariciaba. Y yo, sentado <strong>con</strong>tra <strong>el</strong> pie de la cama, devolví esa mirada de <strong>vampiro</strong>, incapaz y<br />
sin ganas de hablar en mi defensa. Mad<strong>el</strong>eine susurraba al oído de Claudia y dejaba caer sus<br />
lágrimas en los rizos de la niña. Y entonces, suavemente, Claudia le dijo:<br />
»—Déjanos solos.<br />
»—No. —Ella sacudió la cabeza aferrándose a Claudia. Y entonces cerró los ojos y le<br />
tembló todo <strong>el</strong> cuerpo <strong>con</strong> <strong>un</strong>a vejación terrible, <strong>con</strong> algún espantoso tormento. Pero Claudia<br />
la expulsó de la silla. Y <strong>el</strong>la quedó allí suplicante, espantada y pálida, <strong>con</strong> <strong>el</strong> tafetán verde<br />
fotando alrededor d<strong>el</strong> pequeño vestido amarillo de Claudia.<br />
»Se detuvieron en la entrada de la sala y Mad<strong>el</strong>eine quedó de pie como si estuviera<br />
<strong>con</strong>fusa, <strong>con</strong> <strong>un</strong>a mano en la garganta, batiéndola como <strong>un</strong> ala y luego quieta. Miró alrededor<br />
como esa víctima indefensa en <strong>el</strong> escenario d<strong>el</strong> Théàtre des Vampires, que no sabía dónde<br />
estaba. Pero Claudia había ido a buscar algo. Y la vi salir de las sombras <strong>con</strong> lo que parecía<br />
ser <strong>un</strong>a inmensa muñeca. Me puse de rodillas para verla. Era <strong>un</strong>a muñeca, la muñeca de <strong>un</strong>a<br />
niñita <strong>con</strong> p<strong>el</strong>o rubio y ojos verdes, adornada <strong>con</strong> lazos y cintas, de cara amable y ojos<br />
grandes, <strong>con</strong> sus pies de porc<strong>el</strong>ana repiqueteando cuando Claudia se la puso a Mad<strong>el</strong>eine en<br />
los brazos. Y los ojos de Mad<strong>el</strong>eine parecieron endurecerse cuando tuvo la muñeca y sus<br />
labios se estiraron en <strong>un</strong>a sonrisa cuando le acarició <strong>el</strong> p<strong>el</strong>o. Ahora se reía entre dientes.<br />
»—Échate —le dijo Claudia, y j<strong>un</strong>tas parecieron h<strong>un</strong>dirse entre los cojines d<strong>el</strong> sofá, <strong>el</strong><br />
tafetán verde crujiendo y cediendo cuando Claudia tomó asiento a su lado y le echó los<br />
brazos al cu<strong>el</strong>lo. Vi que la muñeca resbalaba y casi caía al su<strong>el</strong>o, pero la mano de Mad<strong>el</strong>eine<br />
la mantuvo en <strong>el</strong> aire, <strong>con</strong> su cabeza echada hacia atrás, los ojos frmemente cerrados y los<br />
rizos de Claudia acariciándole la cara.<br />
»Volví a sentarme en <strong>el</strong> su<strong>el</strong>o y me apoyé <strong>con</strong>tra <strong>el</strong> borde suave de la cama. Ahora<br />
Claudia hablaba en voz baja, apenas <strong>un</strong> murmullo, diciéndole a Mad<strong>el</strong>eine que tuviera<br />
paciencia, que se quedara quieta. Temía <strong>el</strong> sonido de sus pasos en la alfombra; <strong>el</strong> sonido de<br />
las puertas cerrándose tras de Mad<strong>el</strong>eine para dejarnos a solas <strong>con</strong> <strong>el</strong> odio que se levantaba<br />
entre los dos como <strong>un</strong> vapor asesino.<br />
»Pero cuando levanté la mirada, Claudia estaba allí de pie, como transfgurada y perdida<br />
en sus propios pensamientos, todo <strong>el</strong> rencor y la amargura habían desaparecido de su cara,<br />
de modo que tenía la expresión en blanco de <strong>un</strong>a muñeca.<br />
»—Todo lo que me has dicho es verdad —le dije—. Me merezco tu odio. Lo merecí desde <strong>el</strong><br />
momento en que Lestat te puso en mis brazos.<br />
»Ella pareció ignorante de mi presencia y en los ojos tenía <strong>un</strong>a tenue luz. Su b<strong>el</strong>leza me<br />
hizo arder <strong>el</strong> alma de <strong>un</strong> modo que apenas lo pude soportar, y, entonces, <strong>el</strong>la dijo, como<br />
preg<strong>un</strong>tándose:<br />
»—Podrías haberme matado entonces, pese a él. Lo podrías haber hecho. —Sus ojos,<br />
serenos, se posaron en mí—. ¿No lo deseas hacer ahora?<br />
»—¡Hacerlo ahora! —Le pasé <strong>un</strong> brazo por los hombros y la acerqué aún más—. ¿Estás<br />
loca? ¿Cómo me dices semejante cosa? ¡Si quiero hacerlo ahora!<br />
»—Quiero que lo hagas —dijo <strong>el</strong>la—. Agáchate ahora tal como lo hiciste entonces, sácame<br />
toda la sangre gota a gota, toda la que puedas <strong>con</strong> tu fuerza, empuja mi corazón hasta <strong>el</strong><br />
límite. <strong>Soy</strong> pequeña; tú lo puedes hacer. No resistiré. <strong>Soy</strong> algo frágil que tú puedes aplastar<br />
como a <strong>un</strong>a for.<br />
»—¿Estás hablando en serio? ¿Hablas en serio? —le preg<strong>un</strong>té—. ¿Por qué no pones aquí <strong>el</strong><br />
puñal? ¿Por qué no lo retuerces?<br />
»—¿Morirías <strong>con</strong>migo? —me preg<strong>un</strong>tó <strong>con</strong> tono irónico y burlón—. ¿Morirías de verdad<br />
<strong>con</strong>migo? —insistió—. ¿No comprendes lo que me está sucediendo? Que él me está matando,<br />
ese <strong>vampiro</strong> principal que te tiene en trance, ese <strong>con</strong> quien no quieres compartir <strong>con</strong>migo tu<br />
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