DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki
DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki
DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Maris_Glz<br />
»Le apreté la mano, esperando que eso fuera <strong>un</strong>a respuesta, pero repitió su ruego <strong>un</strong>a y<br />
otra vez.<br />
»—Ahora tienes todo para vivir, ¡pero eres frío y brutal como yo fui <strong>con</strong> <strong>el</strong> trabajo, <strong>el</strong> frío<br />
y <strong>el</strong> hambre! Lestat, debes recordar. Eres <strong>el</strong> más bueno de todos. Dios me perdonará si tú me<br />
perdonas.<br />
»Pero, en ese momento, <strong>el</strong> verdadero Lestat apareció en la puerta. Le hice <strong>un</strong> gesto para<br />
que guardara silencio, pero no lo vio. Entonces tuve que ponerme de pie rápidamente para<br />
que su padre no pudiera oír su voz a esa distancia. Los esclavos se habían escapado de su<br />
presencia.<br />
»—Pero están allí fuera; se han re<strong>un</strong>ido en la oscuridad. Los oigo —dijo Lestat; y luego<br />
echó <strong>un</strong>a mirada al anciano—. Mátalo, Louis —me dijo, y su voz fue <strong>el</strong> primer ruego que le<br />
había escuchado; y se puso hecho <strong>un</strong>a furia—. ¡Hazlo!<br />
»—Acércate a su almohada —<strong>con</strong>testé— y dile que le perdonas todo, que le perdonas<br />
haberte sacado de la escu<strong>el</strong>a cuando todavía eras <strong>un</strong> niño. Dís<strong>el</strong>o inmediatamente, ahora<br />
mismo.<br />
»—¿Por qué? —dijo Lestat, haciendo <strong>un</strong>a mueca, y su cara pareció más cadavérica—.<br />
¡Sacarme de la escu<strong>el</strong>a! ¡Maldito sea! ¡Mátalo! —dijo, dejando escapar <strong>un</strong> rugido de<br />
desesperación.<br />
»—No —dije yo—, tú lo perdonas o lo matas tú mismo. Vamos. Mata a tu propio padre.<br />
»El anciano rogó que le dijéramos lo que estábamos diciendo. Y llamó:<br />
»—Hijo, hijo.<br />
»Y Lestat bailó como <strong>el</strong> enloquecido Rump<strong>el</strong>stiltskin a p<strong>un</strong>to de traspasar <strong>el</strong> su<strong>el</strong>o <strong>con</strong> <strong>el</strong><br />
pie. Fui hasta <strong>el</strong> ventanal. Pude ver y oír a los esclavos <strong>con</strong>gregándose alrededor de la casa<br />
de Pointe du Lac, formando redes en la oscuridad, aproximándose.<br />
»—Tú eras José entre tus hermanos —dijo <strong>el</strong> anciano—. El mejor de todos, pero ¿cómo lo<br />
podía yo saber? Lo supe cuando te fuiste, cuando pasaron todos esos años y <strong>el</strong>los no me<br />
ayudaron en nada, no me dieron ning<strong>un</strong>a paz. Y entonces tú regresaste y me sacaste de la<br />
fnca, pero no eras <strong>el</strong> mismo. No eras <strong>el</strong> mismo muchacho.<br />
»Me volví a Lestat y prácticamente lo arrastré hasta la cama. N<strong>un</strong>ca lo había visto tan<br />
débil y al mismo tiempo enfurecido.<br />
Se soltó de mí y se arrodilló cerca de la almohada, echándome <strong>un</strong>a mirada de odio. Yo me<br />
mantuve frme y le susurré:<br />
»—¡Perdónalo!<br />
»—Está bien, padre. Debes tranquilizarte. No tengo nada <strong>con</strong>tra ti —dijo, y su voz aguda se<br />
sobrepuso a la furia que lo dominaba.<br />
»El anciano se apoyó en la almohada murmurando <strong>un</strong>as palabras de alivio, pero Lestat ya<br />
se había ido. Se detuvo en la puerta, <strong>con</strong> las manos sobre las orejas.<br />
»—Ya vienen —susurró, dándose vu<strong>el</strong>ta para poder verme—. Mátalo. Por Dios.<br />
»El anciano jamás supo lo que le había sucedido. Jamás se despertó de su estupor. Lo<br />
desangré lo sufciente, abriéndole <strong>un</strong>a herida grande para que muriese sin sentir mi pasión<br />
oscura. Yo no podía soportar ese pensamiento. Sabía que no importaría si en<strong>con</strong>traban <strong>el</strong><br />
cadáver en ese estado porque yo ya estaba harto de Pointe du Lac y de Lestat y de toda esa<br />
identidad como amo ridículo de Pointe du Lac. Incendiaría la casa y tendría la fort<strong>un</strong>a que<br />
había acumulado <strong>con</strong> diferentes nombres justo para cuando llegara <strong>el</strong> momento oport<strong>un</strong>o.<br />
»Mientras tanto, Lestat atacó a los esclavos. Dejaría detrás de él tal ruina y devastación<br />
que nadie podría saber a ciencia cierta lo que había sucedido esa noche en Pointe du Lac. Y<br />
yo fui <strong>con</strong> él. Anteriormente, su ferocidad siempre había sido misteriosa, pero ahora yo<br />
descubrí mis colmillos ante los seres humanos que escapaban de mi presencia; mi avance<br />
superaba su v<strong>el</strong>ocidad patética y torpe, mientras descendía <strong>el</strong> v<strong>el</strong>o de la muerte o <strong>el</strong> v<strong>el</strong>o de<br />
la locura. El poder y la prueba d<strong>el</strong> <strong>vampiro</strong> era inexpugnables, de modo que los esclavos<br />
huyeron en todas direcciones. Y fui yo quien regresó a las escalinatas a incendiar Pointe du<br />
Lac.<br />
»Lestat vino corriendo detrás.<br />
»—¿Qué estás haciendo? ¡Estás loco! —gritó; pero no había manera de apagar las llamas—.<br />
30