DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki
DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki
DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
Maris_Glz<br />
—No —dijo rápidamente <strong>el</strong> joven—. Es más sabio no hacerle preg<strong>un</strong>tas. Usted me lo <strong>con</strong>tará<br />
todo a su debido tiempo.<br />
Y cerró la boca como si ya estuviera listo para que <strong>con</strong>tinuara <strong>el</strong> <strong>vampiro</strong>.<br />
Se oyó <strong>un</strong> ruido a la distancia. Provino d<strong>el</strong> viejo edifcio Victoriano que los rodeaba; era <strong>el</strong><br />
primer ruido que oían. El muchacho levantó la mirada a la puerta d<strong>el</strong> pasillo. Fue como si se<br />
hubiera olvidado de que existía <strong>el</strong> edifco. Alguien caminaba pesadamente sobre los tablones.<br />
Pero <strong>el</strong> <strong>vampiro</strong> siguió imperturbable. Desvió la mirada como si se alejara nuevamente d<strong>el</strong><br />
presente.<br />
—Esa aldea. No te puedo decir <strong>el</strong> nombre, lo he olvidado.<br />
No obstante, recuerdo que estaba a muchos kilómetros de la costa y que habíamos viajado<br />
en <strong>un</strong> carruaje. ¡Y qué carruaje! Era cosa de Claudia, ese carruaje, y yo tendría que haberlo<br />
esperado. Pero, como siempre, las cosas me toman por sorpresa. Desde <strong>el</strong> primer instante en<br />
que llegamos a Varna, percibí en <strong>el</strong>la alg<strong>un</strong>os cambios que, de inmediato, me hicieron tomar<br />
<strong>con</strong>ciencia de que <strong>el</strong>la era tan hija de Lestat como mía. De mí, <strong>el</strong>la había aprendido <strong>el</strong> valor<br />
d<strong>el</strong> dinero, pero de Lestat había heredado la pasión de gastarlo: y no estaba dispuesta a irse<br />
sin <strong>el</strong> vehículo más lujoso que pudiera <strong>con</strong>seguir, equipado <strong>con</strong> asientos de cuero que podrían<br />
haber servido a <strong>un</strong>a docena de pasajeros, de sobra para <strong>un</strong> hombre y <strong>un</strong>a niña que sólo<br />
usaban ese compartimiento para <strong>el</strong> transporte de <strong>un</strong> arcón de roble tallado. En la parte<br />
trasera había atados dos baúles <strong>con</strong> las mejores ropas que se podían <strong>con</strong>seguir en las<br />
tiendas; y viajamos <strong>con</strong> esas enormes ruedas livianas y rayos muy fnos que cargaban <strong>con</strong><br />
facilidad <strong>el</strong> inmenso bulto sobre los caminos de la montaña. Fue emocionante en ese extraño<br />
territorio: esos caballos al galope y <strong>el</strong> suave deslizamiento d<strong>el</strong> carruaje.<br />
»Era <strong>un</strong> extraño país. Solitario, oscuro, como a menudo son oscuras las zonas rurales, <strong>con</strong><br />
sus castillos y ruinas frecuentemente oscurecidos cuando la l<strong>un</strong>a pasa detrás de las nubes,<br />
de modo que sentí ansiedad durante esas horas como n<strong>un</strong>ca había sentido en Nueva Orleans.<br />
Las gentes no eran <strong>un</strong> alivio. Quedábamos desnudos y al descubierto en sus pequeñas aldeas.<br />
Y <strong>con</strong>scientes de que, en ese medio, nosotros estábamos en p<strong>el</strong>igro grave.<br />
»Jamás en Nueva Orleans <strong>el</strong> asesinato tuvo que ser disfrazado. Las plagas de la febre, <strong>el</strong><br />
crimen; esas cosas siempre estaban en competencia <strong>con</strong> nosotros y nos superaban. Pero aquí<br />
teníamos que hacer grandes esfuerzos para que las muertes no fueran descubiertas. Porque<br />
estas simples gentes d<strong>el</strong> campo, que podrían haber en<strong>con</strong>trado aterradoras las calles<br />
multitudinarias de Nueva Orleans, creían absolutamente que los muertos caminaban y que<br />
bebían la sangre de los vivos. Sabían nuestros nombres: <strong>vampiro</strong>s, demonios. Y nosotros, que<br />
estábamos al acecho d<strong>el</strong> menor rumor, no queríamos bajo ning<strong>un</strong>a circ<strong>un</strong>stancia crear<br />
rumores en torno de nosotros.<br />
» Viajamos solos, rápida y lujosamente entre esa gente, luchando por mantenernos a salvo<br />
dentro de nuestras ostentaciones, en<strong>con</strong>trando amenas las <strong>con</strong>versaciones acerca de <strong>vampiro</strong>s<br />
ante las chimeneas de los hospedajes, donde mi hija dormía tranquila sobre mi pecho,<br />
mientras yo siempre en<strong>con</strong>traba a alguien entre los campesinos o los huéspedes que hablara<br />
sufciente alemán o incluso <strong>un</strong> poco de francés, como para que <strong>con</strong>siguiera <strong>con</strong>tarme las<br />
leyendas familiares.<br />
»Pero por último llegamos al pueblo que habría de ser <strong>el</strong> p<strong>un</strong>to crucial de nuestro viaje.<br />
Nada saboreo de ese viaje, ni la frescura d<strong>el</strong> aire ni <strong>el</strong> frescor de las noches. A<strong>un</strong> hoy no<br />
hablo de él sin <strong>un</strong> vago temor.<br />
»La noche anterior habíamos estado en <strong>un</strong>a granja y, por tanto, nada nos había preparado<br />
a lo que sucedería; únicamente <strong>el</strong> aspecto desolado d<strong>el</strong> lugar; porque no era tarde cuando<br />
llegamos. Ni demasiado tarde como para que todas las persianas de esa angosta calle<br />
estuvieran ya cerradas, ni para que <strong>un</strong>a farola mortecina colgara indolente d<strong>el</strong> portal d<strong>el</strong><br />
hospedaje.<br />
»La basura estaba en las puertas. Y había otras señales de que algo malo había sucedido.<br />
Una pequeña caja de fores marchitas bajo <strong>un</strong> escaparate cerrado de <strong>un</strong>a tienda. Un barril<br />
rodando para atrás y para ad<strong>el</strong>ante en medio d<strong>el</strong> patio d<strong>el</strong> hospedaje. Parecía <strong>un</strong> pueblo<br />
sitiado por la plaga.<br />
»Pero cuando bajé a Claudia a la tierra apisonada al lado d<strong>el</strong> carruaje, vi <strong>un</strong> rayo de luz<br />
89