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DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki

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Maris_Glz<br />

burlado mis oídos, mi aguda anticipación; que penetró, como <strong>un</strong>a antena aflada, en mis<br />

distraídos pensamientos. Pero allí estaba, silencioso, detrás de las cortinas de la entrada al<br />

palco, aqu<strong>el</strong> <strong>vampiro</strong> moreno, <strong>el</strong> distante, de pie sobre <strong>el</strong> pasillo alfombrado, mirándonos. Yo<br />

entonces ya sabía, como había sospechado, que se trataba d<strong>el</strong> <strong>vampiro</strong> que me había dado la<br />

tarjeta de admisión al teatro: Armand.<br />

»Me hubiera sorprendido a no ser por su silencio y la cualidad remota y ensoñadora de su<br />

expresión. Parecía que había estado <strong>con</strong>tra esa pared durante muchísimo tiempo. No evidenció<br />

ning<strong>un</strong>a señal de cambio cuando lo miramos y nos acercamos a él. De no haberme absorbido<br />

de forma tan absoluta, me habría sentido aliviado de que no fuera <strong>el</strong> <strong>vampiro</strong> alto y de p<strong>el</strong>o<br />

negro, pero ni lo pensé. Entonces sus ojos se movieron lánguidamente sobre Claudia sin <strong>el</strong><br />

menor tributo al hábito humano de re<strong>con</strong>ocer las miradas. Puse <strong>un</strong>a mano sobre <strong>el</strong> hombro de<br />

Claudia.<br />

»—Hace mucho tiempo que lo buscamos —dije, y me empecé a calmar como si su serenidad<br />

me liberara de todo nerviosismo o ansiedad, como cuando <strong>el</strong> mar se lleva algo de la arena de<br />

la playa.<br />

»No puedo exagerar esa cualidad suya. No obstante, tampoco puedo describirla, como no<br />

lo pude entonces. Y <strong>el</strong> hecho de que mi mente tratara de formar <strong>un</strong>a descripción era algo que<br />

ya me perturbaba. Me dio la prof<strong>un</strong>da sensación de que sabía lo que yo estaba haciendo, y su<br />

postura quieta y sus ojos castaños y prof<strong>un</strong>dos parecían decir que era inútil lo que yo<br />

pensaba, o, en especial, las palabras que entonces trataba de formar. Claudia, a su vez, no<br />

dijo nada.<br />

»Se apartó de la pared y empezó a bajar las escaleras y, al mismo tiempo, hizo <strong>un</strong><br />

ademán de bienvenida y de que lo siguiéramos; pero todo esto fue fuido y v<strong>el</strong>oz. Comparados<br />

<strong>con</strong> los suyos, mis gestos eran caricaturas de los humanos. Abrió <strong>un</strong>a puerta en la pared<br />

inferior y nos admitió en las habitaciones debajo d<strong>el</strong> teatro; sus pies apenas rozaban la<br />

escalera de piedra cuando descendíamos; él iba d<strong>el</strong>ante, dándonos la espalda, <strong>con</strong> <strong>un</strong>a<br />

<strong>con</strong>fanza total.<br />

»Entramos en lo que pareció ser <strong>un</strong>a gran sala subterránea, excavada en <strong>un</strong> sótano más<br />

antiguo que <strong>el</strong> mismo edifcio de arriba. La puerta que él había abierto se cerró y las luces<br />

se apagaron antes de que yo tuviera tiempo de tener <strong>un</strong>a impresión exacta d<strong>el</strong> recinto. Oí <strong>el</strong><br />

roce suave de su ropa en la oscuridad y, de pronto, <strong>el</strong> más agudo de <strong>un</strong>a cerilla al ser<br />

raspada. Su rostro apareció como <strong>un</strong>a inmensa llamarada encima d<strong>el</strong> fósforo. Y entonces se<br />

puso a su lado <strong>un</strong> jovencito que le alcanzó <strong>un</strong> cand<strong>el</strong>abro. La visión d<strong>el</strong> muchacho me trajo de<br />

nuevo la desnudez incitante de la mujer en <strong>el</strong> escenario, <strong>con</strong> la sangre palpitante. Dio media<br />

vu<strong>el</strong>ta y me miró de forma muy parecida a la d<strong>el</strong> <strong>vampiro</strong> moreno, que había encendido <strong>el</strong><br />

cand<strong>el</strong>abro y le susurraba:<br />

»—Vete.<br />

»La luz se expandió hasta las distantes paredes y <strong>el</strong> <strong>vampiro</strong> levantó <strong>el</strong> cand<strong>el</strong>abro y<br />

caminó al lado de <strong>un</strong> muro, haciendo <strong>un</strong> gesto para que lo siguiéramos.<br />

»Pude ver que nos rodeaba <strong>un</strong> m<strong>un</strong>do de murales; sus colores se mostraban, prof<strong>un</strong>dos y<br />

vibrantes, a la luz danzarina de la llama, y poco a poco <strong>el</strong> tema y <strong>el</strong> <strong>con</strong>tenido a nuestro lado<br />

se hizo claro. Era <strong>el</strong> terrible Tri<strong>un</strong>fo de la Muerte, de Bruegh<strong>el</strong>, pintado en <strong>un</strong>a escala tan<br />

colosal que toda la multitud de fguras fantasmales quedaba encima de nosotros en la<br />

semioscuridad; esos esqu<strong>el</strong>etos indecentes transportando a los muertos indefensos en fétidas<br />

camillas o empujando <strong>un</strong> carro lleno de calaveras humanas, descabezando <strong>un</strong> cadáver o<br />

colgando a otros seres humanos de la horca. Una campana repicaba por encima d<strong>el</strong> inferno<br />

infnito de tierra calcinada y humeante, hacia los cuales avanzaban los grandes ejércitos de<br />

los hombres <strong>con</strong> la marcha penosa e in<strong>con</strong>sciente de los soldados que se encaminan a la<br />

matanza. Desvié la mirada, pero <strong>el</strong> <strong>vampiro</strong> moreno me tocó la mano y me llevó más ad<strong>el</strong>ante<br />

a ver La caída de los áng<strong>el</strong>es, que se materializó lentamente, <strong>con</strong> los <strong>con</strong>denados echados<br />

desde las alturas c<strong>el</strong>estiales y cayendo en <strong>un</strong> caos de monstruos festivos. Era tan vivido, tan<br />

perfecto, que me puse a temblar. La mano que me había tocado hizo lo mismo nuevamente y<br />

me quedé inmóvil pese a <strong>el</strong>lo, mirando d<strong>el</strong>iberadamente a lo más alto d<strong>el</strong> mural, donde pude<br />

distinguir, entre las sombras, a dos áng<strong>el</strong>es hermosos <strong>con</strong> trompetas en los labios. Y, por <strong>un</strong><br />

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