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DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki

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Maris_Glz<br />

entonces nos dio la espalda, se puso <strong>el</strong> mantón sobre los hombros, salió y los hombres afuera<br />

le abrieron paso.<br />

»El inglés sollozaba.<br />

»Me di cuenta de lo que debía hacer, pero no se debió solo al hecho de que quisiera<br />

enterarme por él de lo ocurrido y a que <strong>el</strong> corazón me latiera excitado, en silencio. Era<br />

abrumador verlo. El destino inmisericorde me llevó demasiado cerca de él en ese momento.<br />

»—Me quedaré <strong>con</strong> usted —le ofrecí. Y traje dos sillas al lado de la mesa. El se sentó<br />

pesadamente, <strong>con</strong> los ojos fjos en la v<strong>el</strong>a que ardía a su lado. Cerré la puerta, y las paredes<br />

parecieron retroceder y <strong>el</strong> círculo de la v<strong>el</strong>a creció más brillante alrededor de su cabeza<br />

gacha. Se apoyó en <strong>el</strong> aparador y se limpió la cara <strong>con</strong> <strong>el</strong> pañu<strong>el</strong>o. Entonces sacó d<strong>el</strong> bolsillo<br />

<strong>un</strong> frasco cubierto de cuero, me lo ofreció y dije que no.<br />

»—¿Quiere decirme qué ha sucedido?<br />

»Él asintió <strong>con</strong> la cabeza.<br />

»—Quizás usted pueda traer <strong>un</strong> poco de cordura a este lugar —dijo—. Usted es francés,<br />

¿verdad? Yo soy inglés.<br />

»—Sí —asentí.<br />

»Y entonces, cogiéndome la mano <strong>con</strong> fuerza —<strong>el</strong> licor había adormecido tanto sus<br />

sensaciones que no notó mi frialdad—, me <strong>con</strong>tó que se llamaba Morgan y que me necesitaba<br />

desesperadamente, más de lo que jamás había necesitado a nadie. Y, en ese momento, cogido<br />

de esa mano, sintiendo su febre, hice algo extraño. Le dije mi nombre, lo que no <strong>con</strong>faba a<br />

casi nadie. Pero él <strong>con</strong>templaba a la muerta como si no me oyese, y sus labios parecieron<br />

formar la más leve de las sonrisas, <strong>con</strong> las lágrimas visibles en sus ojos. Su expresión hubiera<br />

emocionado a cualquier ser humano; podría haber sido más de lo que muchos hubieran podido<br />

aguantar.<br />

»—Yo lo hice —dijo—. Yo la traje aquí. —Y arqueó las cejas como preg<strong>un</strong>tándose.<br />

»—No —repliqué rápidamente—, usted no lo hizo. Dígame quién lo hizo.<br />

»Pero entonces él pareció <strong>con</strong>f<strong>un</strong>dido, perdido en sus pensamientos.<br />

»—Jamás he estado fuera de Inglaterra —empezó a decir—. Yo estaba pintando ¿sabe?...<br />

Como si ahora eso importara..., las pinturas, <strong>el</strong> libro. ¡Pensaba que todo era tan curioso, tan<br />

pintoresco!<br />

»Paseó la mirada por la habitación y su voz se fue apagando. La miró durante largo rato y<br />

luego le dijo suavemente:<br />

»—Emily.<br />

»Me pareció que estaba vislumbrando algo precioso que él guardaba en su corazón.<br />

»Poco a poco, entonces, empezó a rev<strong>el</strong>ar la historia. Un viaje de l<strong>un</strong>a de mi<strong>el</strong> a través de<br />

Alemania y otros países, dondequiera que los llevaran los transportes públicos, dondequiera<br />

que Morgan en<strong>con</strong>trase paisajes para pintar. Y, por último, habían llegado a este sitio remoto<br />

porque en las cercanías había <strong>un</strong> monasterio en ruinas d<strong>el</strong> que se decía que se <strong>con</strong>servaba<br />

muy bien.<br />

»Pero Morgan y Emily jamás habían llegado a ese monasterio. Sin lugar a dudas la<br />

tragedia les había estado esperando.<br />

»Resultó que ning<strong>un</strong>o de los transportes públicos llegaban a ese lugar y que Morgan<br />

había pagado a <strong>un</strong> campesino para que los trajera en su carro. Pero la tarde en que llegaron<br />

había <strong>un</strong>a verdadera <strong>con</strong>moción en <strong>el</strong> cementerio en las afueras d<strong>el</strong> pueblo. El campesino,<br />

después de haber echado <strong>un</strong>a mirada, se negó a dejar <strong>el</strong> carro para investigar lo que pasaba.<br />

»—Era <strong>un</strong> especie de procesión —dijo Morgan—, <strong>con</strong> toda esa gente <strong>con</strong> sus mejores ropas<br />

y alg<strong>un</strong>as fores. Y la verdad es que me pareció bastante fascinante. Quería ver <strong>el</strong><br />

a<strong>con</strong>tecimiento. Sentí tal ansiedad que permití que <strong>el</strong> rústico nos dejara aquí <strong>con</strong> las maletas<br />

y todo. Podíamos ver <strong>el</strong> pueblo. En realidad, fueron más deseos míos que de Emily, pero <strong>el</strong>la<br />

era tan complaciente... Finalmente la dejé sentada sobre nuestro equipaje y subí la colina sin<br />

<strong>el</strong>la. ¿Vio usted <strong>el</strong> cementerio cuando venía? No, por supuesto que no. Gracias a Dios que su<br />

carruaje los trajo hasta aquí, sanos y salvos. De cualquier manera, de haber seguido<br />

ad<strong>el</strong>ante, por más mal estado en que estén sus caballos...<br />

»—¿Cuál es <strong>el</strong> p<strong>el</strong>igro? —lo interrumpí.<br />

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