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DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki

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Maris_Glz<br />

bajo la puerta de la posada.<br />

»—Súbete la capa —me dijo <strong>el</strong>la rápidamente—. Ya vienen.<br />

»Alguien estaba abriendo la puerta.<br />

»Al principio lo único que vimos fue la luz detrás de la fgura en <strong>el</strong> pequeño margen que<br />

dejaba. Luego las luces de las linternas d<strong>el</strong> carruaje r<strong>el</strong>umbraron en sus ojos.<br />

»—Un cuarto para pasar la noche —dije yo en alemán—. Y mis caballos también necesitan<br />

descanso y cuidado.<br />

»—La noche no es para viajar... —me dijo <strong>el</strong>la <strong>con</strong> <strong>un</strong>a voz chillona y peculiar—. Y menos<br />

<strong>con</strong> <strong>un</strong>a niña.<br />

»Cuando dijo eso, me percaté de la presencia de otra gente en la habitación. Pude oír sus<br />

murmullos y ver <strong>el</strong> chisporroteo de <strong>un</strong> fuego. Por lo que pude ver, se trataba de campesinos<br />

re<strong>un</strong>idos alrededor d<strong>el</strong> fuego, salvo por <strong>un</strong> hombre que estaba vestido como yo, <strong>con</strong> <strong>un</strong> traje<br />

a medida y <strong>un</strong> abrigo sobre los hombros; pero su ropa estaba descuidada y en mal estado. Su<br />

cab<strong>el</strong>lo p<strong>el</strong>irrojo brillaba a la luz d<strong>el</strong> fuego. Era <strong>un</strong> extranjero como nosotros y era <strong>el</strong> único<br />

que no nos miraba. Movía <strong>un</strong> poco la cabeza como si estuviera borracho.<br />

»—Mi hija está cansada —dije a la mujer—. No tenemos ningún lugar para pasar la noche.<br />

»Y tomé a Claudia entre mis brazos. Ella puso su cabeza <strong>con</strong>tra la mía y la oí susurrar:<br />

»—Louis, <strong>el</strong> ajo, <strong>el</strong> crucifjo encima de la puerta.<br />

»Yo no había visto esas cosas. Era <strong>un</strong> pequeño crucifjo <strong>con</strong> <strong>el</strong> cuerpo de Cristo en bronce<br />

fjado a la cruz, que tenía enroscada <strong>un</strong>a ristra de ajos frescos. Los ojos de la mujer<br />

siguieron los míos y entonces me miró severamente y pude notar lo cansada que estaba, lo<br />

rojas que tenía las pupilas y cómo le temblaba la mano que tenía aferrada al mantón sobre<br />

su pecho. Su p<strong>el</strong>o negro estaba completamente despeinado. Me acerqué más hasta casi <strong>el</strong><br />

umbral y <strong>el</strong>la abrió súbitamente la puerta como si acabara de decidir dejarnos entrar. Dijo<br />

<strong>un</strong>a oración cuando pasé por su lado; estoy seguro de <strong>el</strong>lo, a<strong>un</strong>que no pude comprender las<br />

palabras eslavas.<br />

»El cuarto pequeño y de vigas bajas estaba lleno de gente, hombres y mujeres alrededor<br />

de las paredes rústicas, sobre los bancos, incluso en <strong>el</strong> su<strong>el</strong>o. Una criatura dormía en las<br />

rodillas de su madre sobre la escalera, tapada <strong>con</strong> mantas, <strong>con</strong> las rodillas apoyadas en <strong>un</strong><br />

escalón y los brazos haciendo de almohada para la cabeza en <strong>el</strong> siguiente. Y en todas partes<br />

colgaba <strong>el</strong> ajo de clavos y ganchos j<strong>un</strong>to a las ollas de guisar y los bot<strong>el</strong>lones. El fuego<br />

brindaba la única luz y arrojaba sombras distorsionadoras en los rostros inmóviles que nos<br />

observaban.<br />

»Nadie nos invitó a tomar asiento ni nos ofreció nada. Finalmente la mujer me dijo en<br />

alemán que yo mismo podía llevar los caballos al establo si así lo deseaba. Me miró <strong>con</strong> sus<br />

ojos algo salvajes, enrojecidos, y entonces su cara se suavizó. Me dijo que se quedaría en la<br />

puerta para darme luz, pero que debía darme prisa y dejar allí a la niña.<br />

»Pero algo más me había llamado la atención, <strong>un</strong> olor que noté por debajo de la pesada<br />

fragancia de la leña quemada y d<strong>el</strong> vino. El olor a muerte. Podía sentir que Claudia apretaba<br />

su mano <strong>con</strong>tra mi pecho y vi que su pequeño dedo señalaba <strong>el</strong> pie de las escaleras. El olor<br />

provenía de allí.<br />

»La mujer tenía <strong>un</strong>a copa de vino y <strong>un</strong>a taza de caldo cuando regresé. Tomé asiento <strong>con</strong><br />

Claudia en mis rodillas; su cabeza, desviada d<strong>el</strong> fuego, miraba a esa puerta misteriosa. Todos<br />

los ojos estaban fjos en nosotros como antes, <strong>con</strong> la excepción d<strong>el</strong> extranjero. Ahora pude<br />

ver claramente su perfl. Era mucho más joven de lo que yo había pensado y su aspecto<br />

desarreglado se debía a la emoción. En realidad, tenía <strong>un</strong>a cara d<strong>el</strong>gada y agradable; su pi<strong>el</strong><br />

clara y pecosa le hacía parecer <strong>un</strong> niño. Sus grandes ojos azules estaban fjos en <strong>el</strong> fuego<br />

como si le estuviera hablando; y sus cejas y sus párpados eran dorados a la luz, lo que le<br />

daba <strong>un</strong>a expresión muy inocente y abierta. De repente, se dirigió a mí y vi que había estado<br />

llorando.<br />

»—¿Habla inglés? —me preg<strong>un</strong>tó, y su voz retumbó en <strong>el</strong> silencio.<br />

»—Así es —le dije. Y él miró a los demás <strong>con</strong> aire tri<strong>un</strong>fal. Ellos lo miraban imperturbables.<br />

»—¡Usted habla inglés! —gritó; y sus labios se estiraron formando <strong>un</strong>a sonrisa; sus ojos se<br />

movieron por <strong>el</strong> techo y luego se fjaron en los míos—. ¡Váyase de este país! —dijo—. Váyase<br />

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