DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki
DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki
DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Maris_Glz<br />
Y, por lo que sé, después de cuatrocientos años, soy <strong>el</strong> <strong>vampiro</strong> más viejo d<strong>el</strong> m<strong>un</strong>do.<br />
»Lo miré, atónito.<br />
Entonces empecé a comprender. Era como siempre me había temido, y era ya <strong>un</strong> solitario,<br />
sin la menor esperanza. Las cosas <strong>con</strong>tinuarían como antes y <strong>con</strong>tinuarían y <strong>con</strong>tinuarían...<br />
Mi búsqueda había terminado. Me recosté en <strong>el</strong> respaldo, mirando en silencio las llamas.<br />
»Era inútil que siguiera hablando, inútil viajar por todo <strong>el</strong> m<strong>un</strong>do para volver a oír la<br />
misma historia.<br />
»— ¡ Cuatrocientos años!<br />
»Creo que repetí las palabras: "cuatrocientos años". Recuerdo que seguí mirando al fuego.<br />
Había <strong>un</strong> leño que caía lentamente en <strong>el</strong> fuego, resbalando en <strong>un</strong> proceso que había tardado<br />
toda la noche, y estaba lleno de pequeños agujeros <strong>con</strong> <strong>un</strong>a sustancia ígnea que lo había<br />
atravesado de p<strong>un</strong>ta a p<strong>un</strong>ta, y ahora se <strong>con</strong>sumía rápidamente. Y en cada <strong>un</strong>o de esos<br />
agujeros diminutos bailaba <strong>un</strong>a llamita entre las llamas más grandes; y todas esas llamitas<br />
<strong>con</strong> sus bocas oscuras me parecieron rostros que formaban <strong>un</strong> coro; y <strong>el</strong> coro cantó sin<br />
cantar; en <strong>el</strong> aliento d<strong>el</strong> fuego, que era <strong>con</strong>tinuo, entonaba su canción muda.<br />
»De repente, Armand se movió y escuché <strong>el</strong> roce de sus ropas y sentí su sombra, cuando<br />
quedó de rodillas a mis pies, <strong>con</strong> sus manos estiradas hasta mi cabeza y los ojos encendidos.<br />
»—El demonio, <strong>el</strong> <strong>con</strong>cepto demoníaco, ¡proviene de la desilusión, de la amargura! ¿No te<br />
das cuenta? ¡Criaturas de Satán! ¡Criaturas de Dios! ¿Es ésa la única preg<strong>un</strong>ta que me traes,<br />
es ése <strong>el</strong> único poder que te obsesiona, <strong>el</strong> que nos transforma en dioses y demonios, cuando<br />
<strong>el</strong> único poder que existe está dentro de nosotros mismos? ¿Cómo puedes creer en esas<br />
mentiras fantásticas y antiguas, esos mitos, esos emblemas de lo sobrenatural?<br />
»Agarró al demonio colocado encima de la inmóvil Claudia <strong>con</strong> <strong>un</strong> gesto tan v<strong>el</strong>oz que no<br />
lo pude ver. Sólo vi la sonrisa maléfca d<strong>el</strong> demonio ante mí y luego sus crujidos en las llamas.<br />
»Algo se rompió en mi interior cuando él dijo eso; algo se desgarró de modo que <strong>un</strong><br />
torrente de sentimientos se precipitó sobre todos mis músculos. Me puse de pie, alejándome<br />
de él.<br />
»—¿Estás loco? —le preg<strong>un</strong>té, atónito ante mi propio enfado, mi propia desesperación—.<br />
Aquí estamos nosotros dos, inmortales, eternos, levantándonos cada noche para alimentar esa<br />
inmortalidad <strong>con</strong> sangre humana; y allí, sobre tu escritorio, apoyada en <strong>el</strong> <strong>con</strong>ocimiento de los<br />
siglos, está <strong>un</strong>a niña pura tan demoníaca como nosotros; ¡y me preg<strong>un</strong>tas cómo puedo creer<br />
que en<strong>con</strong>traría <strong>un</strong> signifcado en lo sobrenatural! ¡Te digo, después de haber visto lo que soy,<br />
que bien podría creer en cualquier cosa! ¿No podrías tú? Al creer, al estar así <strong>con</strong>f<strong>un</strong>dido,<br />
puedo ahora aceptar la verdad más fantástica de todas: ¡que todo esto no tiene <strong>el</strong> más<br />
mínimo sentido!<br />
»Retrocedí hasta la puerta, me alejé de su rostro perplejo, <strong>con</strong> su mano moviéndose por<br />
sus labios, y sus dedos escarbando en sus palmas.<br />
»—No te vayas. Vu<strong>el</strong>ve... —susurró.<br />
»—No, ahora no. Déjame irme <strong>un</strong> momento... Nada ha cambiado. Es todo lo mismo.<br />
Permíteme que tome <strong>con</strong>ciencia de <strong>el</strong>lo. Déjame marcharme.<br />
»Volví la mirada antes de cerrar la puerta. El rostro de Claudia estaba vu<strong>el</strong>to hacia <strong>el</strong> mío,<br />
a<strong>un</strong>que seguía sentada como antes, <strong>con</strong> las manos cruzadas sobre las rodillas. Entonces hizo<br />
<strong>un</strong> gesto, sutil como su sonrisa, que estaba manchada por la tristeza más leve, para que yo<br />
siguiera mi camino.<br />
»Mi deseo era irme de ese teatro, en<strong>con</strong>trar las calles de París y vagab<strong>un</strong>dear, dejando<br />
que la gran carga de experiencias se fuera agotando poco a poco. Pero cuando subía por <strong>el</strong><br />
pasaje de piedra, me sentí <strong>con</strong>fuso. Quizás era incapaz de dominar mi propia vol<strong>un</strong>tad. Me<br />
pareció más absurdo que n<strong>un</strong>ca que Lestat pudiera haber muerto si en realidad eso le había<br />
pasado; y, recordándolo, como lo hice en ese momento, lo vi <strong>con</strong> más cariño que antes. Perdido<br />
como <strong>el</strong> resto de nosotros. No como <strong>el</strong> c<strong>el</strong>oso protector de <strong>un</strong> <strong>con</strong>ocimiento que no quería<br />
compartir. No sabía nada. No había nada que saber.<br />
»Únicamente que ésa no era la idea que gradualmente se apoderaba de mí. Lo había<br />
detestado por razones equivocadas, sí, eso era verdad. Pero aún no lo comprendía por<br />
completo.<br />
124