09.05.2013 Views

DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki

DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki

DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Maris_Glz<br />

disuadirme de lo que yo mismo sabía que era la verdad: que estaba <strong>con</strong>denado en alma y<br />

cuerpo. Y, cuando llegué a París, pensé que tú eras poderoso y hermoso y sin remordimientos,<br />

y quise compartirlo <strong>con</strong> desesperación. Pero tú eras tan destructivo como yo, incluso más<br />

inescrupuloso y astuto que yo. Tú me mostraste lo único en que yo podía esperar llegar a<br />

<strong>con</strong>vertirme, la prof<strong>un</strong>didad d<strong>el</strong> mal, <strong>el</strong> límite de frialdad que tendría que alcanzar para<br />

terminar <strong>con</strong> mi dolor. Y lo acepté. Entonces, esa pasión, ese amor que tú viste en mí, se<br />

extinguió. Ahora tú simplemente ves <strong>un</strong> espejo de ti mismo.<br />

»Pasó largo rato antes de que él hablara. Se había puesto de pie y se quedó dándome la<br />

espalda y mirando al río, <strong>con</strong> la cabeza gacha como antes y las manos caídas a los costados.<br />

Yo también miraba aqu<strong>el</strong>las aguas. Pensaba <strong>con</strong> serenidad: "No hay nada más que decir, no<br />

hay nada más que yo pueda hacer".<br />

»—Louis —dijo entonces, levantando la cabeza y <strong>con</strong> la voz ronca.<br />

»—Sí, Armand —dije.<br />

»—¿Hay algo más que quieras de mí, algo que me puedas pedir?<br />

»—No —dije—. ¿Qué quieres decir?<br />

»No me <strong>con</strong>testó. Simplemente empezó a alejarse. Al principio pensé que sólo pensaba<br />

caminar <strong>un</strong>os pasos, quizá pasear solo por la playa. Pero cuando me di cuenta de que se iba,<br />

él sólo era ya <strong>un</strong> p<strong>un</strong>to en la distancia <strong>con</strong>tra <strong>el</strong> resplandor momentáneo d<strong>el</strong> agua. N<strong>un</strong>ca más<br />

lo volví a ver.<br />

»Por supuesto, pasaron varias noches antes de que me diera cuenta de que se había ido<br />

defnitivamente. Su ataúd permaneció allí. Pero él no regresó. Y pasaron varios meses antes<br />

de que yo hiciera sacar ese ataúd y llevarlo al cementerio de Saint -Louis, en la cripta al<br />

lado de la mía. La tumba, hacía tiempo descuidada porque mi familia había muerto, recibió lo<br />

único que él había dejado. Pero luego empecé a sentirme incómodo <strong>con</strong> eso. Lo pensaba al<br />

despertarme y luego al alba antes de cerrar los ojos. Y <strong>un</strong>a noche fui al cementerio y saqué<br />

al ataúd, lo hice astillas y lo tiré en las altas hierbas al lado d<strong>el</strong> sendero angosto d<strong>el</strong><br />

cementerio.<br />

»El <strong>vampiro</strong> que fuera <strong>el</strong> último acompañante de Lestat me acosó <strong>un</strong>a tarde, poco tiempo<br />

después. Me rogó que le <strong>con</strong>tara todo lo que sabía d<strong>el</strong> m<strong>un</strong>do, que me <strong>con</strong>virtiera en su<br />

compañero y maestro. Recuerdo haberle dicho que lo que sabía era que lo destruiría si lo<br />

llegaba a ver otra vez.<br />

»—Ya ves —le dije—, alguien debe morir cada noche en mi camino hasta que yo tenga <strong>el</strong><br />

valor de terminar. Y tú eres <strong>un</strong>a opción admirable para ser víctima, puesto que eres <strong>un</strong><br />

asesino tan cru<strong>el</strong> como yo.<br />

»Y, a la noche siguiente me fui de Nueva Orleans, porque <strong>el</strong> dolor no me abandonaba. Y no<br />

quería pensar en aqu<strong>el</strong>la vieja casa donde estaba muriendo Lestat. O en ese impertinente<br />

<strong>vampiro</strong> moderno que se escapó de mí. Ni en Armand.<br />

»Quería estar en <strong>un</strong> sitio donde todo me fuera des<strong>con</strong>ocido. Y nada me importara.<br />

»Y éste es <strong>el</strong> fn. No hay nada más.<br />

El muchacho se quedó mudo mirando al <strong>vampiro</strong>. Este permaneció sentado, recogido, <strong>con</strong><br />

las manos cruzadas sobre la mesa y sus ojos entrecerrados, enrojecidos, fjos en las cintas<br />

que daban vu<strong>el</strong>tas. Tenía ahora <strong>el</strong> rostro tan d<strong>el</strong>gado que se le veían las venas de las sienes<br />

como talladas en <strong>el</strong> mármol. Y estaba tan inmóvil que únicamente sus ojos verdes mostraban<br />

vida, pero como si ésta fuera <strong>un</strong>a fascinación aburrida como <strong>el</strong> girar de las cintas.<br />

Entonces, <strong>el</strong> joven <strong>entrevista</strong>dor se recostó en <strong>el</strong> respaldo y se pasó los dedos de la mano<br />

derecha por <strong>el</strong> p<strong>el</strong>o.<br />

—No —dijo <strong>con</strong> <strong>un</strong>a breve aspiración, y luego repitió <strong>con</strong> más energía—. No.<br />

El <strong>vampiro</strong> no pareció oírlo. Sus ojos se alejaron de las cintas hacia la ventana, hacia <strong>el</strong><br />

ci<strong>el</strong>o oscuro, gris.<br />

—¡No tenía que terminar así! —dijo <strong>el</strong> chico inclinándose hacia ad<strong>el</strong>ante.<br />

El <strong>vampiro</strong>, que <strong>con</strong>tinuaba mirando al ci<strong>el</strong>o, echó <strong>un</strong>a corta carcajada.<br />

—Todas las cosas que usted dejó en París —dijo <strong>el</strong> muchacho, aumentando <strong>el</strong> volumen de su<br />

voz—: El amor de Claudia, <strong>el</strong> sentimiento, ¡sí, incluso <strong>el</strong> sentimiento por Lestat! ¡No tuvo que<br />

173

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!