DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki
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Maris_Glz<br />
<strong>vampiro</strong> usaba ahora todo su poder para atacarme <strong>con</strong> tal rapidez que se haría invisible.<br />
Cuando esa cosa oscura que era su ropa se acercó, blandí la guadaña y vi que le daba en <strong>el</strong><br />
cu<strong>el</strong>lo. Sentí <strong>el</strong> impacto en su cu<strong>el</strong>lo, y lo vi caer a <strong>un</strong> costado, buscando <strong>con</strong> sus manos la<br />
espantosa herida. El aire estaba lleno de gritos, de alaridos; <strong>un</strong> rostro blanco brilló encima de<br />
Santiago, <strong>un</strong>a máscara de terror. Algún otro <strong>vampiro</strong> corrió por <strong>el</strong> pasillo d<strong>el</strong>ante de mí hacia<br />
la puerta secreta d<strong>el</strong> pasillo. Pero yo me quedé allí mirando a Santiago, viéndolo levantarse<br />
pese a la herida. Volví a esgrimir la guadaña, golpeándolo <strong>con</strong> facilidad. Y no hubo herida.<br />
Nada más que dos manos buscando <strong>un</strong>a cabeza que ya no estaba allí.<br />
»Y la cabeza, <strong>con</strong> la sangre que manaba d<strong>el</strong> resto d<strong>el</strong> cu<strong>el</strong>lo, y los ojos que miraban<br />
despavoridos bajo las vigas ardiendo, y <strong>el</strong> p<strong>el</strong>o oscuro y sedoso empapado de sangre, cayó a<br />
mis pies. Le di <strong>un</strong> fuerte p<strong>un</strong>tapié <strong>con</strong> la bota y la envié volando por <strong>el</strong> pasillo. Corrí tras <strong>el</strong>la<br />
<strong>con</strong> la antorcha y la guadaña mientras levantaba los brazos para protegerme de la luz d<strong>el</strong> día<br />
que in<strong>un</strong>daba las escaleras hasta la calleju<strong>el</strong>a.<br />
»La lluvia caía en agujas brillantes sobre mis ojos, que se esforzaron por ver <strong>el</strong> <strong>con</strong>torno<br />
oscuro d<strong>el</strong> carruaje que r<strong>el</strong>umbró <strong>con</strong>tra <strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o. El <strong>con</strong>ductor dormido se sacudió <strong>con</strong> mis<br />
órdenes, su torpe mano fue instintivamente al látigo y <strong>el</strong> carruaje salió disparado cuando<br />
abrí la portezu<strong>el</strong>a; los caballos avanzaron rápidos mientras yo abría la tapa d<strong>el</strong> ataúd; mi<br />
cuerpo cayó a <strong>un</strong> lado, mis manos quemadas bajaron por la protectora seda fría, la tapa cayó<br />
y reinó la oscuridad.<br />
»El paso de los caballos ac<strong>el</strong>eró su ritmo cuando nos alejamos de la esquina donde ardía<br />
<strong>el</strong> edifcio. No obstante, aún podía oler <strong>el</strong> humo, me sofocaba, me irritaba los ojos y los<br />
pulmones, y tenía la frente quemada por la primera luz difusa d<strong>el</strong> sol.<br />
»Pero nos alejábamos d<strong>el</strong> humo y de los gritos. Nos íbamos de París. Lo había logrado. El<br />
Théàtre des Vampires era devorado por <strong>el</strong> fuego.<br />
»Cuando sentí que se me caía la cabeza de sueño, imaginé <strong>un</strong>a vez más a Claudia y<br />
Mad<strong>el</strong>eine abrazadas en ese patio sórdido, y les dije en voz baja, agachándome hasta las<br />
imaginarias cabezas de p<strong>el</strong>o rizado que brillaban a la luz de la lámpara:<br />
«—No pude traeros. No pude traeros. Pero <strong>el</strong>los yacerán arruinados y muertos en vuestro<br />
derredor. Si <strong>el</strong> fuego no los <strong>con</strong>sume, será <strong>el</strong> sol. Si no se queman, entonces la gente que<br />
vaya a combatir <strong>el</strong> fuego los verá y los expondrá a la luz d<strong>el</strong> sol. Os lo prometo: todos<br />
morirán como vosotras habéis muerto; todo aqu<strong>el</strong> que esté allí esta madrugada, morirá. Y<br />
ésas son las únicas muertes en mi larga vida que <strong>con</strong>sidero exquisitas y buenas.<br />
»Volví dos noches después —r<strong>el</strong>ató <strong>el</strong> <strong>vampiro</strong>—. Tenía que ver <strong>el</strong> sótano in<strong>un</strong>dado donde<br />
cada ladrillo estaba calcinado, destrozado; donde <strong>un</strong>as pocas vigas esqu<strong>el</strong>éticas ap<strong>un</strong>taban al<br />
ci<strong>el</strong>o como estacas. Esos murales monstruosos que <strong>un</strong>a vez habían rodeado <strong>el</strong> salón eran<br />
ahora fragmentos deshechos: <strong>un</strong>a cara pintada aquí, <strong>un</strong> trozo de ala de áng<strong>el</strong> allá; eso era lo<br />
único identifcable que quedaba.<br />
»Con los periódicos vespertinos, me abrí paso hasta <strong>el</strong> fondo de <strong>un</strong> pequeño café al otro<br />
lado de la calle. Allí, bajo la luz mortecina de las lámparas y <strong>el</strong> espeso humo de cigarros, leí<br />
las notas sobre <strong>el</strong> siniestro. Se en<strong>con</strong>traron pocos cuerpos en <strong>el</strong> teatro incendiado, pero en<br />
todas partes había ropas y disfraces desparramados, como si los famosos actores de <strong>vampiro</strong>s<br />
hubieran escapado d<strong>el</strong> teatro hacía mucho tiempo. En otras palabras, únicamente los <strong>vampiro</strong>s<br />
más jóvenes habían dejado sus huesos; los antiguos habían sufrido <strong>un</strong>a <strong>con</strong>sumición total.<br />
Ning<strong>un</strong>a mención de testigos o de algún sobreviviente. ¿Cómo podría haberlos habido?<br />
»Sin embargo, algo me preocupó <strong>con</strong>siderablemente. Yo no temía a ningún <strong>vampiro</strong> que se<br />
pudiera haber escapado. No tenía ganas de cazarlos en caso de haberlo <strong>con</strong>seguido. Estaba<br />
seguro de que había muerto la mayoría de los integrantes d<strong>el</strong> grupo. Pero, ¿por qué no había<br />
habido guardias humanos? Yo estaba seguro de que Santiago había mencionado guardias y<br />
supuse que eran acomodadores y porteros que preparaban <strong>el</strong> teatro antes de las actuaciones.<br />
Y me había dispuesto a enfrentarlos <strong>con</strong> la guadaña. Pero no habían estado allí. Era extraño.<br />
Y lo extraño no me tranquilizaba mucho.<br />
»Pero, por último, cuando dejé los diarios a <strong>un</strong> costado y volví a pensar en esas cosas, no<br />
me importó más ese <strong>el</strong>emento extraño. Lo importante era que yo estaba absolutamente solo,<br />
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