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DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki

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Maris_Glz<br />

»—Yo te pondré en tu ataúd, padre —dijo <strong>el</strong>la como si lo estuviera calmando—. Te pondré<br />

allí para siempre.<br />

»Y entonces, de abajo de los almohadones d<strong>el</strong> sofá, sacó <strong>un</strong> cuchillo de cocina.<br />

»—¡Claudia! ¡No hagas eso! —le dije yo. Pero <strong>el</strong>la me miró <strong>con</strong> <strong>un</strong>a virulencia como n<strong>un</strong>ca le<br />

había visto en su expresión. Y, mientras yo me quedaba paralizado, <strong>el</strong>la le abrió la garganta y<br />

él dejó escapar <strong>un</strong> grito agudo y sofocado.<br />

»—¡Dios mío! —gritó—. ¡Dios!<br />

»La sangre manó sobre su camisa, por <strong>el</strong> abrigo. Manó como jamás podría haberlo hecho<br />

de <strong>un</strong> ser humano; toda la sangre <strong>con</strong> que se había alimentado antes d<strong>el</strong> niño y la d<strong>el</strong> niño; y<br />

movía la cabeza haciendo <strong>un</strong> sonido burbujeante. Ella le h<strong>un</strong>dió <strong>el</strong> cuchillo en <strong>el</strong> pecho y él<br />

se agachó hacia ad<strong>el</strong>ante, <strong>con</strong> la boca abierta, sus colmillos al descubierto, las dos manos<br />

tratando, <strong>con</strong>vulsivas, de asir <strong>el</strong> cuchillo, revoloteando alrededor d<strong>el</strong> mango. Levantó la vista<br />

hasta mí, <strong>con</strong> <strong>el</strong> p<strong>el</strong>o sobre los ojos.<br />

»—¡Louis! ¡Louis!<br />

»Dejó escapar <strong>un</strong> gran gemido y cayó de costado en la alfombra. Ella se quedó mirándolo.<br />

La sangre corría por todos lados como agua. El gruñía, tratando de levantarse, <strong>con</strong> <strong>un</strong> brazo<br />

encogido debajo de su pecho y <strong>el</strong> otro moviéndose por <strong>el</strong> su<strong>el</strong>o. Y, entonces, de repente, <strong>el</strong>la<br />

se arrojó sobre él y, aferrándose de su cu<strong>el</strong>lo <strong>con</strong> ambas manos, le h<strong>un</strong>dió los dientes<br />

mientras él se defendía.<br />

»—¡Louis! ¡Louis! —gimió <strong>un</strong>a vez más, luchando, intentando desesperadamente alejarla;<br />

pero <strong>el</strong>la quedó encima de él, y su cuerpo, levantado por <strong>el</strong> hombro de Lestat, se sacudió y<br />

cayó nuevamente hasta que se separó; y, cuando en<strong>con</strong>tró <strong>el</strong> su<strong>el</strong>o, se alejó rápidamente de<br />

él, <strong>con</strong> sus manos en los labios. Mi cuerpo estaba <strong>con</strong>vulso por lo que acababa de presenciar,<br />

y me sentía incapaz de seguir mirando.<br />

»—Louis —dijo <strong>el</strong>la, pero yo sólo sacudí la cabeza; por <strong>un</strong> instante, toda la casa pareció<br />

oscilar; pero <strong>el</strong>la insistía—. Louis, mira lo que le pasa.<br />

»Había dejado de moverse. Estaba echado de espaldas. Y todo <strong>el</strong> cuerpo le temblaba, se le<br />

secaba; la pi<strong>el</strong> estaba gruesa y arrugada y tan blanca que se le veían todas las pequeñas<br />

venas. Quedé perplejo, pero no pude apartar la vista, ni siquiera cuando la forma de los<br />

huesos empezó a asomar, sus labios retrocedieron hasta los dientes, la pi<strong>el</strong> de la nariz se<br />

secó y mostró dos grandes agujeros. Pero sus ojos siguieron iguales, mirando enloquecidos al<br />

techo, <strong>con</strong> <strong>el</strong> iris bailoteando de <strong>un</strong>a p<strong>un</strong>ta a la otra, mientras la carne se h<strong>un</strong>día hasta los<br />

huesos y se <strong>con</strong>vertía en <strong>un</strong> pergamino que tapaba al esqu<strong>el</strong>eto. Por último, puso los ojos en<br />

blanco y así quedó, sólo <strong>un</strong>a masa de rizado cab<strong>el</strong>lo rubio, <strong>un</strong> abrigo, <strong>un</strong> par de botas<br />

brillantes y ese horror que había sido Lestat; y yo lo miré, desesperado.<br />

»Durante largo rato. Claudia simplemente se quedó allí. La sangre había empapado la<br />

alfombra, ensombreciendo las fores bordadas. Brillaba pegajosa y negra sobre los su<strong>el</strong>os.<br />

Había manchado <strong>el</strong> vestido, los zapatos blancos, las mejillas de Claudia. Se limpió <strong>con</strong> <strong>un</strong>a<br />

servilleta arrugada, trató de limpiarse las manchas d<strong>el</strong> vestido y, entonces, me dijo:<br />

»—¡Louis, debes ayudarme a sacarlo de aquí!<br />

»—No —<strong>con</strong>testé. Y le di la espalda; <strong>el</strong>la seguía <strong>con</strong> <strong>el</strong> cadáver a sus pies.<br />

»—¿Estás loco, Louis? ¡No puede quedarse aquí! —me dijo—. Y los niños. ¡Debes ayudarme!<br />

El otro ha muerto d<strong>el</strong> ajenjo. ¡Louis!<br />

»Yo sabía que tenía razón, que era necesario. No obstante, me pareció algo imposible.<br />

»Tuvo que rogarme; casi me llevó de la mano. En<strong>con</strong>tramos <strong>el</strong> horno de la cocina aún<br />

repleto <strong>con</strong> los huesos de la madre y la hija que <strong>el</strong>la había asesinado; <strong>un</strong> acto p<strong>el</strong>igroso, <strong>un</strong>a<br />

estupidez. Entonces <strong>el</strong>la metió los cadáveres en <strong>un</strong> saco y lo arrastró por las piedras d<strong>el</strong><br />

patio hasta <strong>el</strong> coche. Yo mismo até <strong>el</strong> caballo, dejando dormir al soñoliento cochero, y <strong>con</strong>duje<br />

<strong>el</strong> carruaje a las afueras de la ciudad, rápidamente, en dirección al pantano St. Jean, que se<br />

extendía hasta <strong>el</strong> lago Pontchartrain. Ella se sentó a mi lado, en silencio, hasta que pasamos<br />

las puertas iluminadas de las pocas casas rurales y <strong>el</strong> camino se angostó y se volvió<br />

escabroso; <strong>el</strong> pantano se extendía a ambos lados y era como <strong>un</strong> muro al parecer impenetrable<br />

de cipreses y de enredaderas. Podía oler <strong>el</strong> hedor de los vegetales podridos, oír <strong>el</strong> ronroneo<br />

de los animales.<br />

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