DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki
DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki
DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
Maris_Glz<br />
cubre <strong>con</strong> sus brazos". Uno <strong>con</strong> las sombras. Sin pesadillas. Una paz inexplicable.<br />
»No obstante, pude sentir <strong>el</strong> fn de esa paz <strong>con</strong> la misma seguridad <strong>con</strong> que sintiera mi<br />
breve entrega. Y la paz se rompía como los negros nubarrones. El dolor urgente de la pérdida<br />
de Claudia me presionaba, desde atrás, como la forma salida de los rin<strong>con</strong>es de esa<br />
habitación extrañamente ajena y atestada. Pero, afuera, a<strong>un</strong> cuando la noche parecía<br />
disolverse en <strong>el</strong> fuerte viento, presentí que algo me llamaba, algo inanimado que yo jamás<br />
había <strong>con</strong>ocido. Y <strong>un</strong> poder en mi interior pareció <strong>con</strong>testar a ese otro poder, no <strong>con</strong><br />
resistencia sino <strong>con</strong> <strong>un</strong>a fuerza inescrutable, estremecedora.<br />
»Pasé en silencio por las habitaciones, abriendo <strong>con</strong> cuidado las puertas hasta que vi, en la<br />
luz mortecina que echaban las lámparas detrás de mí, a esa mujer dormida en las sombras<br />
d<strong>el</strong> sofá, <strong>con</strong> la muñeca rígida sobre sus pechos. Poco antes de arrodillarme a su lado, vi que<br />
tenía los ojos abiertos y pude sentir en la oscuridad esos otros ojos que me vigilaban, esa<br />
pequeña cara impasible que esperaba.<br />
»—¿Te ocuparás de <strong>el</strong>la, Mad<strong>el</strong>eine?<br />
»Vi sus manos cerrarse sobre la muñeca y volvió <strong>el</strong> rostro <strong>con</strong>tra su pecho. Y mi propia<br />
mano se extendió y la agarró, a<strong>un</strong>que no supe por qué, ni siquiera cuando <strong>el</strong>la me<br />
<strong>con</strong>testaba:<br />
»—¡Sí! —me aseguró <strong>con</strong> desesperación.<br />
»—¿Es esto lo que tú crees que es <strong>el</strong>la? ¿Una muñeca? —le preg<strong>un</strong>té, y mi mano se cerró<br />
en la cabeza de la muñeca sólo para ver que <strong>el</strong>la me la arrebataba, <strong>con</strong> sus dientes cerrados<br />
y echándome <strong>un</strong>a mirada furib<strong>un</strong>da.<br />
»—¡Una niña que no puede morir! Eso es lo que es —dijo <strong>el</strong>la como si estuviera<br />
pron<strong>un</strong>ciando <strong>un</strong>a terrible maldición.<br />
»—Aaah... —susurré.<br />
»—He terminado <strong>con</strong> las muñecas —dijo <strong>el</strong>la, y la arrojó sobre los cojines d<strong>el</strong> sofá. Buscaba<br />
algo en su pecho, algo que quería mostrarme y ocultarme al mismo tiempo, abriendo y<br />
cerrando sus dedos por encima. Yo sabía lo que era; me había dado cuenta antes. Un r<strong>el</strong>icario<br />
atado <strong>con</strong> <strong>un</strong> alfler de oro. Ojalá pudiera describir la pasión que llenaba sus facciones<br />
redondas; cómo se distorsionó su suave boca infantil.<br />
»—¿Y la niña que murió? —preg<strong>un</strong>té, adivinando, observándola. Me imaginaba <strong>un</strong>a tienda<br />
de muñecas, todas las muñecas <strong>con</strong> la misma cara. Ella sacudió la cabeza; su mano tiró<br />
fuerte d<strong>el</strong> r<strong>el</strong>icario y <strong>el</strong> alfler rasgó <strong>el</strong> tafetán. Entonces vi miedo en <strong>el</strong>la, <strong>un</strong> miedo<br />
<strong>con</strong>sumidor. Y le sangró la mano cuando lo abrió <strong>con</strong> <strong>el</strong> alfler roto. Le quité <strong>el</strong> r<strong>el</strong>icario de los<br />
dedos.<br />
»—Mi hija —murmuró, y le temblaron los labios.<br />
»Era <strong>un</strong> rostro de muñeca sobre <strong>el</strong> pequeño fragmento de porc<strong>el</strong>ana, la cara de Claudia,<br />
<strong>un</strong>a cara de niña, <strong>un</strong>a burla dulzona que <strong>el</strong> artista había pintado, <strong>un</strong>a niña <strong>con</strong> <strong>el</strong> p<strong>el</strong>o<br />
despeinado como la muñeca. Y la madre, aterrada, <strong>con</strong>templaba la oscuridad d<strong>el</strong>ante de <strong>el</strong>la.<br />
»—El dolor... —dije en voz baja.<br />
»—He terminado <strong>con</strong> <strong>el</strong> dolor —me interrumpió, y entrecerró los ojos para mirarme—. Si tú<br />
supieras cuánto deseo tu poder; estoy lista, ansió tenerlo —y se volvió a mí, respirando<br />
pesadamente, de modo que sus pechos parecieron hincharse bajo <strong>el</strong> vestido.<br />
»Entonces <strong>un</strong>a frustración violenta le cruzó la cara. Desvió la mirada, sacudiendo la<br />
cabeza y los rizos.<br />
»—Si fueras <strong>un</strong> ser humano, hombre y monstruo —dijo <strong>el</strong>la <strong>con</strong> furia—; si te pudiera<br />
demostrar mi poder... —y sonrió malignamente, en desafío—. ¡Te podría hacer desearme!<br />
¡Desearme! —Su sonrisa <strong>con</strong>trajo las comisuras de sus labios—. Pero no eres normal. ¿Qué<br />
puedo darte yo? ¿Qué puedo hacer para que me des lo que pretendo? —terminó, y sus manos<br />
se movieron encima de sus pechos como para acariciarlos como <strong>un</strong> hombre.<br />
»Ese momento fue extraño; extraño porque yo jamás podría haber predicho la sensación<br />
que incitaron en mí sus palabras, <strong>el</strong> modo en que entonces la vi <strong>con</strong> su pequeña cintura<br />
atractiva, <strong>con</strong> la curva redonda y amplia de sus pechos y <strong>con</strong> esos labios d<strong>el</strong>icados y como<br />
haciendo pucheros. Jamás se imaginó lo que era en mí <strong>el</strong> hombre mortal, lo atormentado que<br />
estaba por la sangre que acababa de beber. La deseé más de lo que supo porque no<br />
139