DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki
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Maris_Glz<br />
»—Yo me voy. Quiero <strong>un</strong>a cosa de ustedes: díganme dónde están las ruinas para poder<br />
evitarlas. Díganm<strong>el</strong>o.<br />
»—Usted no sabe, no sabe nada —dijo <strong>el</strong>la, y, entonces, puse mi mano en su muñeca cálida<br />
y la hice pasar lentamente la entrada, <strong>con</strong> sus pies rozando <strong>el</strong> su<strong>el</strong>o y los ojos desorbitados.<br />
Los hombres se acercaron, pero, cuando <strong>el</strong>la traspuso la puerta <strong>con</strong>tra su vol<strong>un</strong>tad, se<br />
detuvieron. Movió la cabeza; se le cayó <strong>el</strong> p<strong>el</strong>o sobre la cara y sus ojos miraron mi mano y<br />
luego mi rostro.<br />
»—Dígame —le dije.<br />
»Pude ver que entonces no me miraba a mí sino a Claudia. Ésta se había vu<strong>el</strong>to y la luz<br />
d<strong>el</strong> fuego le daba en <strong>el</strong> rostro. La mujer no veía las mejillas redondas ni los labios apretados<br />
sino los ojos de Claudia, que estaban fjos en <strong>el</strong>la <strong>con</strong> <strong>un</strong>a int<strong>el</strong>igencia demoníaca y oscura. La<br />
mujer se mordió <strong>el</strong> labio <strong>con</strong> los dientes.<br />
»—¿Al sur o al norte?<br />
»—Al norte —susurró.<br />
»—¿A la izquierda o a la derecha?<br />
»—A la izquierda.<br />
»—¿A qué distancia?<br />
»Su mano se debatió <strong>con</strong> desesperación.<br />
»—Cinco kilómetros —murmuró.<br />
»La solté y cayó <strong>con</strong>tra la puerta, <strong>con</strong> los ojos abiertos y llenos de <strong>con</strong>fusión y temor. Me<br />
había girado para irme cuando de repente pegó <strong>un</strong> grito y me pidió que aguardara. Me di<br />
vu<strong>el</strong>ta y vi que había quitado <strong>el</strong> crucifjo de la pared y que lo tenía levantado en mi dirección.<br />
Y en <strong>el</strong> recuento de pesadillas de mi memoria vi a Babette mirándome como lo había hecho<br />
hacía tantos años diciéndome aqu<strong>el</strong>las palabras: Aléjate de mí, Satán. Pero <strong>el</strong> rostro de la<br />
mujer estaba desesperado.<br />
»—Llév<strong>el</strong>o, por favor, en nombre de Dios —dijo—. Y viaje rápido.<br />
»Y la puerta se cerró dejándonos a mí y a Claudia en la oscuridad total.<br />
»En pocos minutos —volvió a <strong>con</strong>tar <strong>el</strong> <strong>entrevista</strong>do— <strong>el</strong> tún<strong>el</strong> de la noche se cerró sobre<br />
las débiles linternas de nuestro carruaje, como si <strong>el</strong> poblado no hubiera existido jamás.<br />
Avanzamos, giramos, <strong>con</strong> los fejes crujiendo. La l<strong>un</strong>a mortecina rev<strong>el</strong>aba por <strong>un</strong> instante la<br />
silueta pálida de las montañas detrás de los pinos. No podía dejar de pensar en Morgan ni<br />
dejar de oír su voz. Todo se entremezclaba <strong>con</strong> mi propia y horrible anticipación de <strong>con</strong>ocer<br />
la cosa que había matado a Emily, la cosa que sin duda era alguien de nuestra propia especie.<br />
Pero Claudia estaba frenética. De haber podido <strong>con</strong>ducir los caballos <strong>el</strong>la misma, se hubiera<br />
hecho <strong>con</strong> las riendas. Una y otra vez me pidió que usara <strong>el</strong> látigo. Golpeó <strong>con</strong> salvajismo las<br />
pocas ramas bajas que de pronto sonaban <strong>con</strong>tra las linternas d<strong>el</strong>ante de nuestras caras; y <strong>el</strong><br />
brazo aferrado a mi cintura sobre <strong>el</strong> banco movedizo era frme como <strong>el</strong> acero.<br />
»Recuerdo <strong>un</strong>a curva cerrada, <strong>el</strong> crujir de las linternas y Claudia, que gritaba por encima<br />
d<strong>el</strong> ruido d<strong>el</strong> viento:<br />
»—¡Allí, Louis! ¿Lo ves?<br />
»Tiré de las riendas.<br />
»Ella estaba de rodillas, apretada <strong>con</strong>tra mí, y <strong>el</strong> vehículo se bamboleaba como <strong>un</strong> barco<br />
en alta mar.<br />
»Una gran nube viajera descubrió la l<strong>un</strong>a, y allá, por encima d<strong>el</strong> campo y <strong>el</strong> camino, se vio<br />
<strong>el</strong> <strong>con</strong>torno oscuro de la torre. Una larga ventana mostraba <strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o pálido detrás. Me senté<br />
allí, aferrado al banco, tratando de enderezar <strong>un</strong> movimiento que <strong>con</strong>tinuaba en mi mente<br />
mientras <strong>el</strong> carruaje se equilibraba sobre sus mu<strong>el</strong>les. Uno de los caballos r<strong>el</strong>inchó. Luego<br />
todo quedó quieto.<br />
»Claudia me dijo:<br />
»—Louis, ven...<br />
»Susurré algo, <strong>un</strong>a negativa rápida e irracional. Tenía la impresión clara y aterrorizadora<br />
de que Morgan estaba cerca de mí, hablándome de ese modo apasionado <strong>con</strong> que lo había<br />
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