DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki
DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki
DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
Maris_Glz<br />
Ella dijo la verdad tal como la creía. En sus ojos había <strong>un</strong>a p<strong>el</strong>ícula vidriosa y plateada.<br />
»—Con su presencia me arrebataba la vida —dijo, y sus hermosos labios temblaron de tal<br />
manera que no lo pude soportar; la abracé, pero sus ojos <strong>con</strong>tinuaron llenos de lágrimas—. Le<br />
arrebata la vida al chico que es su esclavo, me la quita a mí, a quien 61 haría su esclava. Te<br />
quiere a ti. Te quiere y no tolerará que me interponga en su camino.<br />
»—¡No lo comprendo! —me resistí, besándola; quise cubrir de besos sus mejillas, sus labios.<br />
»—No, yo lo comprendo demasiado bien —susurró <strong>el</strong>la ante mis labios, incluso cuando la<br />
besaba—. Tú eres quien no lo comprende. La admiración te ha enceguecido, la fascinación por<br />
su <strong>con</strong>ocimiento, por su poder. Si supieras cómo sacia su sed <strong>con</strong> la muerte lo odiarías más de<br />
lo que jamás odiaste a Lestat. Louis, jamás debes volver a él. Te lo digo, ¡estoy en p<strong>el</strong>igro!<br />
»A la noche siguiente la dejé, <strong>con</strong>vencido de que entre todos los <strong>vampiro</strong>s d<strong>el</strong> teatro sólo<br />
podía <strong>con</strong>far en Armand. Ella me dejó ir sin ganas, y la expresión de sus ojos me produjo<br />
honda preocupación. La debilidad le era des<strong>con</strong>ocida y, sin embargo, sentí miedo, como si algo<br />
se quebrara, cuando me dejó salir.<br />
»Y me apresuré en mi misión; esperé fuera d<strong>el</strong> teatro hasta que <strong>el</strong> último de los<br />
espectadores se hubo marchado, y los porteros estaban cerrando ya las puertas.<br />
»No estoy seguro de que supieran de quién se trataba. ¿Un actor como los demás que no<br />
se quitaba la pintura? No importaba. Lo importante fue que me dejasen pasar, y entré; vi a<br />
varios <strong>vampiro</strong>s en <strong>el</strong> recibidor; nadie me import<strong>un</strong>ó y llegué ante la puerta abierta de<br />
Armand. Él me vio de inmediato; sin duda había oído mis pasos, y me saludó y rogó que<br />
tomara asiento. Estaba ocupado <strong>con</strong> <strong>el</strong> chico humano, quien cenaba en <strong>el</strong> escritorio utilizando<br />
<strong>un</strong> plato de plata <strong>con</strong> carnes y pescado. Una jarra de vino estaba a su lado y, a<strong>un</strong>que seguía<br />
febril y débil desde la noche pasada, su pi<strong>el</strong> estaba rosada y su calor y su fragancia fueron<br />
<strong>un</strong> tormento para mí. Al parecer no para Armand, quien se sentó en <strong>un</strong>a silla de cuero frente<br />
a mí y al lado d<strong>el</strong> fuego y miró al humano <strong>con</strong> los brazos cruzados. El muchacho llenó su<br />
copa y la levantó en <strong>un</strong> brindis para Armand.<br />
»—Mi amo —dijo; sus ojos r<strong>el</strong>ampaguearon mientras sonreía.<br />
»—Tu esclavo —susurró Armand <strong>con</strong> voz prof<strong>un</strong>da, que pareció apasionada. Y lo observó<br />
mientras <strong>el</strong> chico bebía. Lo pude ver saboreando los labios húmedos, la carne móvil d<strong>el</strong> cu<strong>el</strong>lo<br />
mientras bajaba <strong>el</strong> vino. Entonces <strong>el</strong> chico tomó <strong>un</strong> bocado de carne blanca, hizo <strong>el</strong> mismo<br />
saludo y la <strong>con</strong>sumió lentamente, <strong>con</strong> sus ojos fjos en Armand. Fue como si Armand<br />
participara de su festa, bebiera esa parte de la vida que ya no podía compartir salvo <strong>con</strong> los<br />
ojos. A<strong>un</strong>que parecía <strong>con</strong>centrado en <strong>el</strong>lo, era algo calculado; no era la tortura que yo sintiera<br />
años atrás cuando me quedaba fuera de la ventana de Babette ansiando tener vida humana.<br />
»Cuando <strong>el</strong> chico hubo terminado, se arrodilló <strong>con</strong> los brazos alrededor d<strong>el</strong> cu<strong>el</strong>lo de<br />
Armand, como si saboreara de verdad esa pi<strong>el</strong> h<strong>el</strong>ada. Pude recordar la primera noche que<br />
Lestat se había acercado a mí; cómo le ardían los ojos, cómo le brillaba la cara.<br />
»Por último, todo terminó. El chico se fue a dormir y Armand cerró las puertas enrejadas<br />
detrás de él. En pocos minutos, pesado <strong>con</strong> la comida ingerida, estaba durmiendo. Armand se<br />
sentó a mi lado y sus grandes ojos hermosos y tranquilos parecieron inocentes. Cuando sentí<br />
que me empujaban hacia él, cerré los ojos; deseé que hubiera fuego en la chimenea, pero<br />
sólo había cenizas.<br />
»—Dijiste que no rev<strong>el</strong>ara nada de mis orígenes, ¿por qué? —le preg<strong>un</strong>té. Fue como si<br />
sintiera que yo me defendía, pero no se ofendió; sólo me miró <strong>con</strong> <strong>un</strong> leve asombro. Pero yo<br />
me sentía inseguro, demasiado inseguro para esa sorpresa, y, <strong>un</strong>a vez más, desvié la mirada.<br />
»—¿Mataste al <strong>vampiro</strong> que te creó? ¿Por eso estáis aquí sin él? ¿Por qué no nos decís su<br />
nombre? Santiago cree que lo matasteis.<br />
»—Y si eso es verdad, o si no podemos <strong>con</strong>venceros de lo <strong>con</strong>trario, ¿trataréis de<br />
destruirnos? —preg<strong>un</strong>té yo.<br />
I<br />
»—Yo no trataría de haceros nada —dijo él <strong>con</strong> calma—. Pero, como ya te he dicho, yo aquí<br />
no soy <strong>el</strong> jefe en <strong>el</strong> sentido en que tú crees.<br />
130