DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki
DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki
DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
Maris_Glz<br />
indeseables. Eso no signifcó nada para mí y, hasta la fecha, los he evitado. Pero empecé a<br />
vigilar a ese <strong>vampiro</strong> en Nueva Orleans y a seguirlo, a<strong>un</strong>que a menudo sólo me <strong>con</strong>dujo a<br />
teatros y otros entretenimientos en los que yo no tenía <strong>el</strong> menor interés. Pero, por último,<br />
<strong>un</strong>a noche las cosas cambiaron.<br />
»Era <strong>un</strong> anochecer muy caluroso y, tan pronto como lo vi en Saint-Charles, me di cuenta<br />
de que tenía que ir a algún sitio. No sólo caminaba rápido sino que parecía <strong>un</strong> poco<br />
preocupado. Y, cuando salió de Saint-Charles y se metió en <strong>un</strong>a estrecha calleju<strong>el</strong>a que, de<br />
inmediato, se volvió oscura y miserable, estuve seguro de que se dirigía a <strong>un</strong> sitio de interés<br />
para mí.<br />
»Pero entonces entró en <strong>un</strong> pequeño piso doble y dio muerte a <strong>un</strong>a mujer. Esto lo hizo <strong>con</strong><br />
suma rapidez, sin nada de placer; y, <strong>un</strong>a vez que hubo terminado, sacó a <strong>un</strong> niño de su c<strong>un</strong>a,<br />
lo arropó suavemente <strong>con</strong> <strong>un</strong>a manta de lana azul y volvió a salir a la calle.<br />
»Apenas <strong>un</strong>a o dos manzanas después, se detuvo ante <strong>un</strong>a reja de hierro cubierta de<br />
hiedra que cerraba <strong>un</strong> gran jardín descuidado. Pude divisar <strong>un</strong>a casa vieja detrás de los<br />
árboles, oscura, <strong>con</strong> la pintura descascarada, y <strong>con</strong> las ornadas barandillas de las galerías<br />
superior e inferior llenas de herrumbre color naranja. Parecía <strong>un</strong>a casa maldita, rodeada por<br />
muchas casas pequeñas, y sus altos ventanales vacíos daban a lo que debía ser <strong>un</strong> <strong>con</strong>j<strong>un</strong>to<br />
caótico de techos bajos, <strong>un</strong>a tienda en la esquina y <strong>un</strong> pequeño bar al lado. Pero <strong>el</strong> terreno<br />
ancho y oscuro protegía de algún modo a la casa de estas cosas y tuve que caminar a lo<br />
largo de las rejas bastantes metros hasta que, por último, pude ver <strong>un</strong> débil resplandor en<br />
<strong>un</strong>a de las ventanas inferiores, a través de las espesas ramas de los árboles. El <strong>vampiro</strong> había<br />
entrado por la puerta. Yo podía oír <strong>el</strong> llanto d<strong>el</strong> niño. Y luego nada. Lo seguí, subiendo<br />
fácilmente las viejas rejas, cayendo en <strong>el</strong> jardín y yendo en silencio hasta <strong>el</strong> porche central.<br />
»Fue <strong>un</strong>a escena sorprendente la que vi cuando me asomé a <strong>un</strong>a de esas ventanas. Porque,<br />
pese al calor de ese anochecer sin la menor brisa, cuando la galería, a pesar de sus tablones<br />
rotos y retorcidos, hubiera sido <strong>el</strong> único sitio tolerable para <strong>un</strong> ser humano o <strong>un</strong> <strong>vampiro</strong>, vi<br />
<strong>un</strong> fuego en la chimenea de la sala, y todas las demás ventanas estaban cerradas. El <strong>vampiro</strong><br />
joven estaba <strong>con</strong>tándole algo a otro <strong>vampiro</strong> que lo escuchaba sentado al lado d<strong>el</strong> fuego. Sus<br />
dedos temblorosos tiraban <strong>un</strong>a y otra vez de las solapas de su raída bata azul. Y a<strong>un</strong>que <strong>un</strong><br />
cordón de luz <strong>el</strong>éctrica colgaba d<strong>el</strong> techo, sólo <strong>un</strong>a lámpara de queroseno agregaba su luz<br />
mortecina al fuego, <strong>un</strong>a lámpara que estaba al lado d<strong>el</strong> niño lloroso sobre <strong>un</strong>a mesa.<br />
»Abrí los ojos mientras estudiaba a ese <strong>vampiro</strong> jorobado y tembloroso cuyo ab<strong>un</strong>dante<br />
cab<strong>el</strong>lo rubio caía cubriéndole <strong>el</strong> rostro. Me puse a limpiar <strong>el</strong> polvo d<strong>el</strong> vidrio de la ventana, lo<br />
que me <strong>con</strong>frmaría en mis sospechas.<br />
»—¡Todos me abandonáis! —dijo <strong>con</strong> <strong>un</strong>a voz chillona y débil.<br />
»—¡No nos puedes mantener <strong>con</strong>tigo! —dijo secamente <strong>el</strong> rígido <strong>vampiro</strong> joven; tenía las<br />
piernas cruzadas, y los brazos también sobre su pecho d<strong>el</strong>gado, y miraba <strong>con</strong> desdén la<br />
habitación vacía y polvorienta—. Oh, calla —dijo al bebé, que dejó escapar <strong>un</strong> grito—. ¡Basta,<br />
basta!<br />
»—La leña, la leña —dijo febrilmente <strong>el</strong> <strong>vampiro</strong> rubio y, cuando le hizo <strong>un</strong>a señal al otro<br />
para que le acercara <strong>un</strong> leño, vi clara, indudablemente, <strong>el</strong> perfl de Lestat, esa pi<strong>el</strong> suave<br />
ahora desprovista de la más leve hu<strong>el</strong>la de sus antiguas cicatrices.<br />
»—Si solamente salieras de aquí —dijo, enfadado, <strong>el</strong> otro, tirando <strong>un</strong> leño al fuego—. Si<br />
cazaras algo que no fueran estos animales miserables... —y miró alrededor <strong>con</strong> asco; vi<br />
entonces, en las sombras, los pequeños cuerpos p<strong>el</strong>udos de varios gatos, echados en <strong>el</strong> polvo;<br />
algo realmente sorprendente, porque <strong>un</strong> <strong>vampiro</strong> no puede soportar estar cerca de sus<br />
víctimas muertas, d<strong>el</strong> mismo modo en que cualquier mamífero no puede estar en <strong>un</strong> lugar<br />
donde ha dejado sus despojos—. ¿Sabes acaso que es verano? —preg<strong>un</strong>tó <strong>el</strong> joven; Lestat<br />
simplemente se fregó las manos; terminó <strong>el</strong> llanto d<strong>el</strong> niño—. Ocúpate de éste; tómalo para<br />
que se te vaya <strong>el</strong> frío.<br />
»—¡Podrías haberme traído otra cosa! —dijo amargamente Lestat. Y, cuando miró al niño, vi<br />
sus ojos entornados <strong>con</strong>tra la luz opaca de la lámpara. Sentí <strong>un</strong>a emoción de re<strong>con</strong>ocimiento<br />
en esos ojos, incluso en la expresión, debajo de la sombra d<strong>el</strong> amplio rizo de sus cab<strong>el</strong>los<br />
rubios. ¡Y, sin embargo, tener que oír esa voz quebrada y lastimera, tener que ver esa<br />
167