09.05.2013 Views

DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki

DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki

DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Maris_Glz<br />

muerto de hambre es algo aún peor.<br />

»Se oirían sus gritos en París, decía, si la encerraba para que muriese. Pero todo lo decía<br />

por mí, para tenerme más atado, <strong>con</strong> miedo de irme solo. No me imaginaba la posibilidad de<br />

irme <strong>con</strong> Claudia. Era <strong>un</strong>a niña. Necesitaba cuidados.<br />

»Y en<strong>con</strong>traba placer en atenderla. Ella se olvidó de inmediato de sus cincos años de vida<br />

mortal. O al menos así lo parecía, ya que era misteriosamente tranquila y reservada. Y, de<br />

tanto en tanto, yo temía que hasta hubiese perdido los sentidos, que la enfermedad de su<br />

vida mortal, combinada <strong>con</strong> <strong>el</strong> gran traumatismo d<strong>el</strong> vampirismo, le pudieran haber robado la<br />

razón; pero eso estuvo muy lejos de la realidad. Simplemente, era tan diferente a Lestat o a<br />

mí que yo no la podía entender; porque, a<strong>un</strong>que era pequeña, ya era <strong>un</strong>a fera asesina capaz<br />

de <strong>un</strong>a búsqueda incesante de sangre <strong>con</strong> la imperiosidad de <strong>un</strong> niño. Y a<strong>un</strong>que Lestat aún me<br />

amenazaba <strong>con</strong> hacerle daño, a <strong>el</strong>la no se lo hacía, sino que era cariñoso, orgulloso de su<br />

hermosura, ansioso por enseñarle que debíamos matar para vivir y que nosotros no podíamos<br />

morir jamás.<br />

»Entonces la plaga fulminó la ciudad, como ya te he dicho, y él la llevaba a los<br />

cementerios hediondos donde las víctimas de la peste y de la febre amarilla yacían apiladas<br />

mientras los ruidos de las palas no cesaban ni de día ni de noche.<br />

»—Ésta es la muerte —le dijo él, señalando <strong>el</strong> cuerpo descompuesto de <strong>un</strong>a mujer—, algo<br />

que nosotros no podemos sufrir. Nuestros cuerpos permanecerán como ahora, frescos y vivos;<br />

pero no debemos vacilar en traer la muerte, porque así vivimos.<br />

»Y Claudia lo miraba <strong>con</strong> sus ojos inescrutables.<br />

»Si en esos primeros años no hubo comprensión, tampoco hubo la posibilidad d<strong>el</strong> miedo.<br />

Muda y hermosa, asesinaba. Y yo, transformado por las órdenes de Lestat, ahora salía a<br />

cazar seres humanos en grandes cantidades. Pero no era su muerte por sí sola la que me<br />

aliviaba d<strong>el</strong> dolor que había sentido en las quietas y negras noches de Pointe du Lac, cuando<br />

me sentaba a solas <strong>con</strong> la compañía de Lestat y de su padre; eran sus grandes y cambiantes<br />

posibilidades en las calles, que jamás se silenciaban, <strong>con</strong> los centros nocturnos que n<strong>un</strong>ca<br />

cerraban las puertas, las festas que duraban hasta <strong>el</strong> alba, la música y las risas que salían<br />

de todas las ventanas; la gente que me rodeaba en todas partes, mis víctimas llenas de<br />

latidos, ya no vistas <strong>con</strong> <strong>el</strong> gran amor que yo había sentido por mi hermana y por Babette<br />

sino <strong>con</strong> necesidad e indiferencia a la vez. Y los mataba, matanzas infnitamente variadas y a<br />

grandes distancias, cuando caminaba <strong>con</strong> la visión y los ligeros movimientos de <strong>un</strong> <strong>vampiro</strong> por<br />

su ciudad aburguesada y alegre. Mis víctimas me rodeaban, seduciéndome, invitándome a sus<br />

cenas, sus carruajes, sus burd<strong>el</strong>es. Sólo me quedaba <strong>un</strong> poco, lo sufciente para tomar lo que<br />

debía tomar, tranquilizado por la gran m<strong>el</strong>ancolía <strong>con</strong> que la ciudad me entregaba <strong>un</strong>a<br />

infnidad de magnífcos des<strong>con</strong>ocidos.<br />

»Porque de eso se trataba. Me alimentaba de des<strong>con</strong>ocidos. Me acercaba únicamente lo<br />

sufciente para ver su b<strong>el</strong>leza latente, la expresión única, la voz nueva y apasionada. Y luego<br />

mataba antes de que esos sentimientos pudieran aparecer en mí, y ese miedo, esa pena.<br />

»Claudia y Lestat podían cazar y seducir, permanecer largo tiempo en compañía de la<br />

víctima <strong>con</strong>denada, gozando <strong>el</strong> espléndido humor en su inocente amistad <strong>con</strong> la muerte. Pero<br />

yo aún no lo podía soportar. Por tanto, para mí la población creciente era <strong>un</strong>a misericordia, <strong>un</strong><br />

bosque en <strong>el</strong> que estaba perdido, incapaz de detenerme, girando demasiado rápido para <strong>el</strong><br />

pensamiento o <strong>el</strong> dolor, aceptando <strong>un</strong>a y otra vez la invitación a la muerte rápida en vez de<br />

prolongarla.<br />

»Mientras tanto, vivíamos en <strong>un</strong>a de mis residencias españolas en la Rué Royale, <strong>un</strong> piso<br />

extenso y lujoso sobre <strong>un</strong>a tienda que alquilaba a <strong>un</strong> sastre; detrás había <strong>un</strong> jardín<br />

es<strong>con</strong>dido; <strong>un</strong>a pared nos aseguraba <strong>con</strong>tra la calle, <strong>con</strong> persianas fjas de madera y <strong>un</strong>a<br />

puerta enrejada y frme; era <strong>un</strong> lugar de mucho más lujo y seguridad que Pointe du Lac.<br />

Nuestros sirvientes eran gente de color, libertos que nos dejaban a solas antes d<strong>el</strong> amanecer<br />

y se iban a sus propios hogares. Y Lestat compraba las últimas importaciones de Francia y<br />

España: lámparas de cristal y alfombras orientales, biombos de seda <strong>con</strong> pájaros d<strong>el</strong> paraíso<br />

pintados, canarios que trinaban en grandes jaulas doradas <strong>con</strong> cúpulas y d<strong>el</strong>icados dioses<br />

griegos de mármol, y vasos chinos hermosamente dibujados. Yo no necesitaba <strong>el</strong> lujo más de<br />

52

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!