DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki
DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki
DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
Maris_Glz<br />
desesperada, como si <strong>el</strong>la no pretendiera que nadie la oyese o no le importara que la oyese <strong>el</strong><br />
m<strong>un</strong>do entero. La en<strong>con</strong>tré echada en mi cama, donde tan a menudo me sentaba a leer, <strong>con</strong><br />
sus rodillas encogidas y todo su cuerpo temblando a fuerza de sollozos. El sonido era<br />
terrible. Era más sentido, más espantoso que <strong>el</strong> llanto mortal que había tenido. Me senté<br />
lenta, suavemente, a su lado y le puse <strong>un</strong>a mano sobre <strong>el</strong> hombro. Levantó la cabeza,<br />
sorprendida, <strong>con</strong> los ojos abiertos y la boca temblorosa. Tenía la cara cubierta de lágrimas,<br />
lágrimas que estaban teñidas de sangre. Sus ojos brillaban y <strong>el</strong> débil toque de rojo manchaba<br />
su pequeña mano. No parecía darse cuenta de <strong>el</strong>lo, no parecía verlo. Se alzó <strong>el</strong> p<strong>el</strong>o de la<br />
frente. Entonces su cuerpo se estremeció <strong>con</strong> <strong>un</strong> sollozo prolongado, sordo y necesitado.<br />
»—Louis..., si te pierdo, no tengo nada —susurró—. Desharía lo hecho para recuperarte. No<br />
lo puedo hacer.<br />
»Me abrazó, subiéndose encima de mis rodillas, llorando <strong>con</strong>tra mi corazón. Mis manos no<br />
tenían ganas de tocarla, pero entonces se movieron como si yo no pudiera detenerlas para<br />
abrazarla y acariciarle <strong>el</strong> cab<strong>el</strong>lo.<br />
»—No puedo vivir sin ti... —susurró—. Preferiría morir a vivir sin ti. Moriría d<strong>el</strong> mismo modo<br />
que él. No puedo soportar que me mires como lo hiciste. ¡No puedo soportar que no me ames!<br />
»Sus sollozos se hicieron más fuertes, más amargos, hasta que por último me agaché y<br />
besé su cu<strong>el</strong>lo y sus mejillas suaves. Ciru<strong>el</strong>as invernales. Ciru<strong>el</strong>as de <strong>un</strong> bosque encantado<br />
donde la fruta jamás cae de las ramas. Donde las fores jamás se marchitan y mueren.<br />
»—Muy bien, querida mía... —le dije—. Muy bien, amor mío... —y al decir esto la mecí<br />
suavemente, lentamente, en mis brazos hasta que se durmió, murmurando algo sobre nuestra<br />
eterna f<strong>el</strong>icidad, libres para siempre de Lestat, empezando la gran aventura de nuestras<br />
vidas.<br />
»La gran aventura de nuestras vidas —prosiguió, tras <strong>un</strong>a pausa—. ¿Qué signifca morir<br />
cuando puedes vivir hasta <strong>el</strong> fn d<strong>el</strong> m<strong>un</strong>do? ¿Y qué es "<strong>el</strong> fn d<strong>el</strong> m<strong>un</strong>do" salvo <strong>un</strong>a frase?;<br />
porque ¿quién sabe siquiera lo que es <strong>el</strong> m<strong>un</strong>do? Yo ya he vivido dos siglos, he visto las<br />
ilusiones de <strong>un</strong>o hechas trizas por otro, he sido eternamente joven y eternamente viejo,<br />
carente de ilusiones, viviendo de momento a momento de <strong>un</strong>a manera que me hizo imaginar <strong>un</strong><br />
r<strong>el</strong>oj de plata repiqueteando en <strong>el</strong> vacío; <strong>con</strong> la superfcie pintada, las manecillas<br />
d<strong>el</strong>icadamente talladas sin que nadie las mirara, iluminado por <strong>un</strong>a luz que no era luz, como la<br />
luz <strong>con</strong> la que Dios creó al m<strong>un</strong>do antes<br />
de que creara la luz. Latiendo, latiendo, latiendo, <strong>con</strong> la precisión d<strong>el</strong> r<strong>el</strong>oj, en <strong>un</strong>a<br />
habitación tan vasta como <strong>el</strong> <strong>un</strong>iverso.<br />
»Yo estaba caminando de nuevo por las calles; Claudia se había ido a matar por su lado; <strong>el</strong><br />
perfume de su p<strong>el</strong>o y de su vestido aferrado a mis dedos, a mi abrigo, y mis ojos se movían<br />
muy por d<strong>el</strong>ante como <strong>el</strong> rayo pálido de <strong>un</strong>a linterna. Me en<strong>con</strong>tré en la catedral. ¿Qué<br />
signifca morir cuando puedes vivir hasta <strong>el</strong> fn d<strong>el</strong> m<strong>un</strong>do? Pensaba en la muerte de mi<br />
hermano, en <strong>el</strong> incienso y <strong>el</strong> rosario. De repente sentí <strong>el</strong> deseo de estar en <strong>el</strong> cuarto fúnebre,<br />
escuchando <strong>el</strong> sonido de las voces de las mujeres, que suben y bajan <strong>con</strong> los Aves, <strong>el</strong> ruido<br />
de los rosarios, <strong>el</strong> olor de la cera. Pude recordar las lamentaciones. Era algo palpable, como si<br />
fuera ayer, detrás de <strong>un</strong>a puerta. Me vi caminando rápido por <strong>un</strong> corredor y abriendo<br />
suavemente la puerta.<br />
»La gran fachada de la catedral se levantó en <strong>un</strong>a enorme masa oscura d<strong>el</strong> otro lado de<br />
la plaza, pero las puertas estaban abiertas y adentro pude ver <strong>un</strong>a luz suave, trémula. Era la<br />
tarde d<strong>el</strong> sábado y la gente iba a la <strong>con</strong>fesión para la misa d<strong>el</strong> domingo y la com<strong>un</strong>ión. Las<br />
v<strong>el</strong>as ardían en los cand<strong>el</strong>abros. Al fnal de la nave, <strong>el</strong> altar se <strong>el</strong>evaba entre las sombras<br />
cubierto de fores blancas. Había sido en la iglesia vieja, en este mismo lugar, donde habían<br />
traído a mi hermano para <strong>el</strong> último servicio antes de ir al cementerio. Y, súbitamente, me di<br />
cuenta de que yo no había vu<strong>el</strong>to a ese sitio desde entonces, que n<strong>un</strong>ca había pasado de<br />
nuevo por esos escalones de piedra, cruzado <strong>el</strong> atrio y pasado por esas puertas abiertas.<br />
»No tenía miedo. En todo caso, deseaba que pasara algo, que esas piedras temblaran<br />
cuando yo cruzara <strong>el</strong> atrio en sombras y viera <strong>el</strong> distante tabernáculo en <strong>el</strong> altar. Recordé<br />
que había pasado en <strong>un</strong>a ocasión cuando las vidrieras estaban radiantes y los cánticos<br />
74