DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki
DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki
DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Maris_Glz<br />
por qué, a veces, sucedía antes que en otras ocasiones. Era <strong>un</strong>a de las cosas que Lestat no<br />
me explicaba. Y, a menudo, él se levantaba antes que yo. Era superior a mí en todas esas<br />
cosas, como te he indicado. Y esa mañana cerré <strong>el</strong> ataúd <strong>con</strong> <strong>un</strong>a especie de desesperación.<br />
»Sin embargo, ahora debería explicar que cerrar <strong>el</strong> ataúd es siempre perturbador. Es<br />
como aplicarse <strong>un</strong>a anestesia moderna antes de ser operado. Hasta <strong>un</strong> error casual de parte<br />
de <strong>un</strong> intruso puede signifcar la muerte.<br />
—Pero, ¿cómo podría haberlo matado él? No podría haberlo expuesto a la luz sin<br />
exponerse a sí mismo.<br />
—Es verdad; pero al levantarse antes que yo, podría haber clavado las tapas d<strong>el</strong> ataúd. O<br />
prenderle fuego. Lo principal era que yo no sabía lo que él podía hacer. Aún no sabía lo que<br />
podría haber hecho.<br />
»Pero entonces no había nada que yo pudiera hacer al respecto, y, <strong>con</strong> pensamientos<br />
acerca de la mujer y la niña muertas aún en la cabeza, no tenía más energías para discutir<br />
<strong>con</strong> él. Y por si fuera poco, tuve, encima, sueños miserables.<br />
—¡Usted sueña! —exclamó <strong>el</strong> chico.<br />
—A menudo —dijo <strong>el</strong> <strong>vampiro</strong>—. A veces deseo no poder hacerlo. Porque como ser mortal<br />
n<strong>un</strong>ca tuve <strong>un</strong>os sueños tan prolongados y lúcidos; y tampoco tuve pesadillas tan retorcidas.<br />
En los primeros tiempos, esos sueños me absorbían tanto que, <strong>con</strong> frecuencia, luchaba para<br />
no despertarme y poder quedarme echado a veces durante horas, pensando en esos sueños,<br />
hasta que había pasado la mitad de la noche; y, aturdido por <strong>el</strong>los, trataba de comprender su<br />
signifcado. Eran, desde muchos p<strong>un</strong>tos de vista, tan inextricables como los de los mortales.<br />
Por ejemplo, soñaba <strong>con</strong> mi hermano, que estaba a mi lado en <strong>un</strong> estado entre la vida y la<br />
muerte y que me pedía ayuda. Y, a menudo, soñaba <strong>con</strong> Babette; y frecuentemente —casi<br />
siempre— había <strong>un</strong> trasfondo de gran tierra baldía en mis sueños, esa tierra baldía de la<br />
noche que yo había visto cuando Babette me maldijo, como te he <strong>con</strong>tado. Era como si todas<br />
las fguras caminaran y hablaran en la mansión desolada de mi alma perdida. No recuerdo lo<br />
que soñé ese día, quizá porque sé muy bien lo que Lestat y yo discutimos al atardecer<br />
siguiente. Veo que estás ansioso por saberlo.<br />
»Pues, como he dicho, Lestat me sorprendió <strong>con</strong> su nueva serenidad, su <strong>con</strong>sideración. Pero<br />
esa tarde no me desperté para en<strong>con</strong>trarlo en esa disposición; no al principio. Había <strong>un</strong>as<br />
mujeres en la sala. Las v<strong>el</strong>as eran pocas y estaban repartidas en la pequeña mesa <strong>con</strong> la<br />
cena. Lestat tenía <strong>un</strong> brazo alrededor de <strong>un</strong>a de las mujeres y la besaba. Ella estaba muy<br />
ebria y era muy hermosa, <strong>un</strong>a gran muñeca de mujer <strong>con</strong> <strong>un</strong>a cofa cuidada cayéndole por los<br />
hombros desnudos y por los pechos parcialmente descubiertos. La otra mujer estaba sentada<br />
a la mesa, bebiendo <strong>un</strong> vaso de vino. Pude ver que los tres habían cenado (Lestat simulaba<br />
cenar... Quedarías sorprendido de cómo la gente no nota que <strong>un</strong> <strong>vampiro</strong> sólo simula comer). Y<br />
la mujer a la mesa estaba aburrida. Todo esto me agitó. No sabía lo que Lestat se traía<br />
entre manos. Si entraba en la habitación, esa mujer tornaría su atención hacia mí. Y no me<br />
podía imaginar lo que sucedería, salvo que Lestat pensaba matarlas a las dos. La mujer en <strong>el</strong><br />
sofá j<strong>un</strong>to a él ya bromeaba acerca de sus besos, su frialdad, su carencia de deseo. Y la<br />
mujer a la mesa los miraba <strong>con</strong> <strong>un</strong>os ojos negros que parecían llenos de satisfacción; cuando<br />
Lestat se puso de pie y le puso las manos sobre los blancos brazos desnudos, se animó.<br />
Agachado para besarla, él me vio a través de la rendija de la puerta. Y sus ojos se fjaron en<br />
mí <strong>un</strong> instante y luego tornó a hablar <strong>con</strong> las damas. Se agachó y apagó las v<strong>el</strong>as de la mesa.<br />
»—Está demasiado oscuro aquí —dijo la mujer en <strong>el</strong> sofá.<br />
»—Déjanos solos —dijo la otra mujer.<br />
»Lestat tomó asiento y la llamó para que se sentara en sus rodillas. Y <strong>el</strong>la lo hizo, pasando<br />
su brazo izquierdo por la nuca de él, y <strong>con</strong> su mano derecha acariciándole los rubios cab<strong>el</strong>los.<br />
»—Tu pi<strong>el</strong> está h<strong>el</strong>ada —dijo <strong>el</strong>la, retrocediendo <strong>un</strong> poco.<br />
»—No siempre —dijo Lestat, y entonces h<strong>un</strong>dió la cara en <strong>el</strong> cu<strong>el</strong>lo de <strong>el</strong>la.<br />
»Yo <strong>con</strong>templaba todo esto, fascinado. Lestat era magistralmente int<strong>el</strong>igente y<br />
completamente vicioso, pero yo no sabía cuan int<strong>el</strong>igente era hasta que h<strong>un</strong>dió sus dientes en<br />
ese cu<strong>el</strong>lo y le apretó la garganta <strong>con</strong> <strong>un</strong> dedo, mientras su otro brazo la estrechaba<br />
fuertemente, de modo que bebió hasta saciarse sin que la otra mujer se diera cuenta de<br />
41