DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki
DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki
DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
Maris_Glz<br />
»Yo sabía, cuando <strong>el</strong>la habló, que debía haber oído las historias más generosas sobre la<br />
noche anterior y que no me sería posible <strong>con</strong>vencerla de ning<strong>un</strong>a mentira. Había utilizado mi<br />
aparición sobrenatural en dos ocasiones para presentarme a <strong>el</strong>la; ahora no podía ocultar ese<br />
hecho ni restarle importancia.<br />
»—No quiero hacerte daño —le dije—. Únicamente necesito <strong>un</strong> carruaje y <strong>un</strong>os caballos...<br />
Anoche dejé los caballos pastando.<br />
»Ella no parecía escuchar mis palabras; se acercó más, decidida a verme en <strong>el</strong> círculo de<br />
su luz.<br />
»Y entonces vi a Lestat detrás de <strong>el</strong>la. Sus sombras se f<strong>un</strong>dían en <strong>un</strong>a sola sobre la pared<br />
de ladrillos; estaba ansioso y era p<strong>el</strong>igroso.<br />
»—¿Me proporcionarás <strong>el</strong> carruaje? —insistí. Ahora me miraba <strong>con</strong> la lámpara en alto; y,<br />
cuando quise desviar la mirada, vi que su rostro cambiaba. Quedó inmóvil, en blanco, como si<br />
estuviera perdiendo la <strong>con</strong>ciencia. Cerró los ojos y sacudió la cabeza. Se me ocurrió que de<br />
alg<strong>un</strong>a manera le había producido <strong>un</strong> trance sin <strong>el</strong> menor esfuerzo de mi parte.<br />
»—¿Quién eres? —susurró—. Vienes d<strong>el</strong> inferno. ¡Venías de parte d<strong>el</strong> demonio cuando<br />
llegaste ante mí!<br />
»—¡El demonio! —le <strong>con</strong>testé. Esto me afigió más de lo que imaginé que podía hacerlo. Si<br />
se lo creía, entonces creería que mis <strong>con</strong>sejos habían sido malos; pondría todo en duda otra<br />
vez. Su vida era rica y buena, y yo sabía que <strong>el</strong>la no debía hacer eso. Como toda la gente<br />
fuerte, <strong>el</strong>la sufría, en cierta medida, de soledad; era <strong>un</strong>a marginada, <strong>un</strong>a secreta inf<strong>el</strong> de<br />
alg<strong>un</strong>a índole. Y <strong>el</strong> equilibrio en que vivía podía trastocarse si ponía en duda su propia<br />
bondad. Me miró <strong>con</strong> <strong>un</strong> horror manifesto.<br />
Fue como si, horrorizada, se hubiera olvidado de su propia vulnerabilidad. Y ahora Lestat,<br />
que era atraído a la debilidad como <strong>un</strong> muerto de sed al agua, la cogió de la muñeca, y <strong>el</strong>la<br />
gritó y dejó escapar la lámpara. Las llamas se esparcieron sobre <strong>el</strong> petróleo derramado, y<br />
Lestat la empujó hacia la puerta abierta.<br />
»—¡Consigue <strong>el</strong> carruaje! —le dijo—. Lo <strong>con</strong>sigues ahora mismo, y los caballos también.<br />
Estás en p<strong>el</strong>igro mortal; ¡no hables de demonios!<br />
»Apagué las llamas <strong>con</strong> los pies y seguí a Lestat gritándole que la dejara. Él la tenía por<br />
las muñecas y <strong>el</strong>la estaba furiosa.<br />
»—Despertarás a toda la casa si no te callas —me dijo él—. ¡Y yo la mataré! Consigue <strong>el</strong><br />
carruaje... Llévanos; habla <strong>con</strong> <strong>el</strong> chico d<strong>el</strong> establo —le dijo, sacándola por la fuerza al aire<br />
libre.<br />
»Nos movimos lentamente por <strong>el</strong> patio a oscuras; mi disgusto era casi insoportable; Lestat<br />
iba ad<strong>el</strong>ante y, entre los dos, Babette, que avanzaba de espaldas, <strong>con</strong> sus ojos escrutando la<br />
oscuridad para vernos.<br />
»—¡No os <strong>con</strong>seguiré nada! —dijo <strong>el</strong>la.<br />
»Yo cogí a Lestat d<strong>el</strong> brazo y le dije que me dejara hacer las cosas a mí.<br />
»—Ella rev<strong>el</strong>ará nuestra identidad a todo <strong>el</strong> m<strong>un</strong>do a menos que me dejes hablar <strong>con</strong> <strong>el</strong>la<br />
—le susurré.<br />
»—Entonces, domínate —dijo disgustado—. Sé fuerte y no te enternezcas.<br />
»—Sigue ad<strong>el</strong>ante mientras hablo <strong>con</strong> <strong>el</strong>la... Vete a los establos y <strong>con</strong>sigue <strong>el</strong> carruaje y los<br />
caballos. ¡Pero no mates a nadie!<br />
»Yo no sabía si me obedecería o no, pero se alejó rápidamente cuando me acerqué a<br />
Babette. Su rostro expresaba <strong>un</strong>a mezcla de furia y resolución.<br />
»Ella dijo:<br />
»—Aléjate de mí, Satán.<br />
»Y entonces me quedé allí ante <strong>el</strong>la, mudo, mirándola nada más y manteniéndole la mirada<br />
tal como <strong>el</strong>la hacía <strong>con</strong> la mía. Su odio hacia mí me quemaba como <strong>el</strong> fuego.<br />
»—¿Por qué me dices eso? —le preg<strong>un</strong>té—. ¿Fueron malos los <strong>con</strong>sejos que te di? ¿Te hice<br />
algún daño? Vine a ayudarte, a darte fuerzas. Sólo pensé en ti cuando no tenía la menor<br />
necesidad de hacerlo.<br />
»Ella sacudió la cabeza.<br />
»—Pero, ¿por qué, por qué me hablas así? —preg<strong>un</strong>tó <strong>el</strong>la—. Sé lo que hiciste en Pointe du<br />
35