DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki
DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki
DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
Maris_Glz<br />
ahora mismo. ¡Llévese su carruaje y sus caballos hasta que revienten, pero váyase ahora<br />
mismo.<br />
»Entonces se le <strong>con</strong>vulsionaron los hombros como si estuviera enfermo. Se llevó <strong>un</strong>a mano<br />
a la boca. La mujer, que ahora estaba <strong>con</strong>tra la pared <strong>con</strong> <strong>el</strong> d<strong>el</strong>antal en las manos, dijo<br />
serenamente en alemán:<br />
»—Al alba puede irse. Al alba.<br />
»—Pero, ¿qué es esto? —le preg<strong>un</strong>té. Luego miré al joven. Me miraba; sus ojos estaban<br />
rojos y cristalinos. Nadie habló.<br />
Un leño cayó pesadamente en <strong>el</strong> fuego.<br />
»—¿Me lo dirá? —le preg<strong>un</strong>té amablemente al inglés.<br />
»Él se puso de pie. Por <strong>un</strong> instante pensé que se caería. Se agachó, porque era mucho más<br />
alto que yo, luego retrocedió antes de <strong>con</strong>seguir <strong>el</strong> equilibrio y puso las manos sobre los<br />
bordes de la mesa. Tenía <strong>el</strong> abrigo manchado de vino y lo mismo los puños de la camisa.<br />
»—¿Quiere ver? —dijo mirándome a los ojos—. ¿Quiere ver por usted mismo?<br />
»Su voz tuvo <strong>un</strong> tono suave y patético cuando pron<strong>un</strong>ció esas palabras.<br />
»—¡Deje a la niña! —dijo abruptamente la mujer <strong>con</strong> <strong>un</strong> gesto rápido e imperioso.<br />
»—Está durmiendo —dije, y, poniéndome de pie, seguí al inglés hasta la puerta al pie de la<br />
escalera.<br />
»Se produjo <strong>un</strong>a leve <strong>con</strong>moción entre aqu<strong>el</strong>los cercanos a la puerta cuando abrieron<br />
paso. Y entramos j<strong>un</strong>tos en <strong>un</strong>a pequeña sala.<br />
»Únicamente ardía <strong>un</strong>a v<strong>el</strong>a en <strong>un</strong> aparador y lo primero que vi fue <strong>un</strong>a hilera de platos<br />
d<strong>el</strong>icadamente dibujados sobre <strong>un</strong> estante. Había cortinas sobre <strong>un</strong>a pequeña ventana y <strong>un</strong>a<br />
luminosa imagen de la Virgen María y <strong>el</strong> Niño sobre <strong>un</strong>a pared. Pero las paredes y las sillas<br />
apenas encuadraban <strong>un</strong>a gran mesa de roble y, sobre esa mesa, yacía <strong>el</strong> cuerpo de <strong>un</strong>a<br />
mujer joven, <strong>con</strong> las manos blancas cruzadas sobre <strong>el</strong> pecho, y <strong>el</strong> cab<strong>el</strong>lo castaño peinado<br />
sobre su cu<strong>el</strong>lo fno y blanco sobre los hombros. Alrededor de su muñeca brillaban los<br />
abalorios de ámbar de <strong>un</strong> rosario, que caían al lado de su oscura falda de lana. Y a su costado<br />
había <strong>un</strong> muy bonito sombrero rojo de f<strong>el</strong>tro <strong>con</strong> <strong>un</strong> v<strong>el</strong>o y <strong>un</strong> par de guantes oscuros. Todo<br />
estaba puesto como si <strong>el</strong>la muy pronto se fuera al levantar y ponerse esas cosas. Y <strong>el</strong> inglés,<br />
entonces, tocó cuidadosamente <strong>el</strong> sombrero y se acercó a <strong>el</strong>la. Estaba a p<strong>un</strong>to de echarse a<br />
llorar. Había sacado de su abrigo <strong>un</strong> gran pañu<strong>el</strong>o y se lo llevó a la cara.<br />
»—¿Sabe lo que quieren hacer <strong>con</strong> <strong>el</strong>la? —me susurró cuando me miró—. ¿Tiene alg<strong>un</strong>a<br />
idea?<br />
»La mujer vino por detrás y lo tomó d<strong>el</strong> brazo, pero él se la quitó de encima.<br />
»—¿Sabe usted? —me preg<strong>un</strong>tó imperioso, <strong>con</strong> fuego en los ojos—. ¡Salvajes!<br />
»—¡Basta ya! —dijo la mujer, casi sin aliento.<br />
»Él hizo rechinar los dientes y sacudió la cabeza, y <strong>un</strong> rizo de sus cab<strong>el</strong>los p<strong>el</strong>irrojos le<br />
cayó sobre los ojos.<br />
»—Aléjese de <strong>el</strong>la —le dijo en alemán a la mujer—. Y aléjese de mí.<br />
»Alguien murmuraba algo en la otra habitación. El inglés volvió a <strong>con</strong>templar a la joven y<br />
se le llenaron los ojos de lágrimas.<br />
»—Tan inocente... —dijo en voz baja; entonces miró <strong>el</strong> techo cerrando la mano derecha y<br />
susurrando—. ¡Maldito seas, Dios! ¡Maldito seas!<br />
»—Dios santo —dijo la mujer y rápidamente hizo la señal de la cruz.<br />
»—¿Ve usted esto? —me preg<strong>un</strong>tó él. Y levantó <strong>con</strong> sumo cuidado <strong>el</strong> lazo de la joven como<br />
si no quisiera, o no pudiera, tocar la carne endurecida. Allí, en la garganta, sin la menor<br />
duda, estaban las dos heridas que yo había visto mil y mil veces, talladas en la pi<strong>el</strong><br />
amarillenta. El hombre se llevó las manos a la cara, y su cuerpo, alto y d<strong>el</strong>gado, osciló sobre<br />
las plantas de sus pies—. Pienso que me voy a volver loco —dijo.<br />
»—Vamos —dijo la mujer cogiéndolo, y su rostro se encendió de improviso.<br />
»—Déj<strong>el</strong>o —le dije—. Déj<strong>el</strong>o. Yo cuidaré de él.<br />
»Ella <strong>con</strong>torsionó la boca.<br />
»—Os echaré a todos de aquí, a la oscuridad, si no deja ya de comportarse así.<br />
»Ella estaba demasiado exhausta para <strong>el</strong>lo, demasiado cerca <strong>el</strong>la misma de <strong>un</strong> ataque. Pero<br />
91