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Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL)<br />
que se incluyen programas, proyectos y normativas, que son implementadas por reparticiones estatales específicas<br />
y otras organizaciones participantes.<br />
Junto con disponer de un sustrato legal adecuado, una identificación de las instancias que deben abarcarse y<br />
acuerdos institucionales que articulen la toma de decisiones al más alto nivel, un factor clave de la coordinación<br />
de la política <strong>social</strong> es contar con instrumentos en que se detallen los planes, con metas cuantificables, planes<br />
operativos y reglamentos claros, así como sistemas de información para el diagnóstico, monitoreo y evaluación, y<br />
equipos técnicos idóneos y suficientes.<br />
Así, un punto fundamental para avanzar en la institucionalidad es contar con planes explícitos en que se detallen<br />
dichos objetivos y lineamientos de política, identificando actores clave y asignando responsabilidades y plazos. De la<br />
revisión de antecedentes disponibles en los 33 países, se concluye que en la actualidad solo 21 cuentan con un plan<br />
o estrategia de desarrollo <strong>social</strong> explícito. Dada su dependencia respecto del nivel político superior, y en ausencia<br />
de leyes que sustenten políticas de Estado de largo plazo, en muchos casos estos planes se circunscriben a los ciclos<br />
de gobierno, lo que refleja una debilidad institucional; sin embargo, ciertamente disponer de estos instrumentos<br />
representa un paso adelante en comparación con la ausencia de planes explícitos. Es por ello que el fortalecimiento<br />
institucional de la política <strong>social</strong> pasa por robustecer de manera significativa las capacidades de planificación y de<br />
evaluación, que se abordarán más adelante.<br />
En las áreas de salud y educación, la implementación de estos procedimientos tiene larga data, pero en el caso<br />
de las estrategias de lucha contra la pobreza, desarrollo e inclusión <strong>social</strong> la tradición es más corta. En la década<br />
de 1990, se implantaron de modo incipiente en los fondos de inversión <strong>social</strong> algunos sistemas de evaluación y<br />
monitoreo, procesos de evaluación ex ante y, por tanto, de diagnóstico y formulación. Por su parte, el desarrollo<br />
de los programas de transferencias condicionadas ha permitido una expansión de innovaciones institucionales y<br />
administrativas, y de evaluaciones de impacto. En materia de información y gestión, se aumentó la capacidad de<br />
varios países para desarrollar estadísticas e indicadores y crear sistemas de registro, monitoreo y evaluación a fin<br />
de identificar mejor a la población meta de las políticas; mejorar el diagnóstico de las situaciones de pobreza y<br />
desigualdad, y sus determinantes, y mejorar el diseño, monitoreo y evaluación de los resultados de las políticas, así<br />
como la consideración de las distintas situaciones y necesidades de la población. Entre tales dispositivos, se cuentan<br />
los padrones de beneficiarios o participantes, mecanismos más sofisticados de focalización territorial y según niveles<br />
de ingreso, el monitoreo constante y la evaluación sistemática (ex ante y ex post) de los programas.<br />
Del total de países de América Latina y el Caribe de los que se obtuvo información, en 22 se identificó la existencia<br />
de herramientas de gestión relacionadas con la articulación de los programas <strong>social</strong>es, incluidos 17 países que<br />
cuentan padrones de beneficiarios total o parcialmente integrados. Asimismo, en 14 países se identificaron sistemas<br />
de monitoreo y evaluación de los programas de desarrollo <strong>social</strong>. En el cuadro III.A1.4 del anexo se detallan los<br />
países y las instancias con que cuentan en este ámbito.<br />
En cuanto a los sistemas de evaluación y monitoreo, en el marco de los fondos de inversión <strong>social</strong> (FIS) se<br />
introdujeron, como ya se mencionó, procesos de evaluación ex ante, de diagnóstico y formulación. Los programas<br />
de transferencias condicionadas (PTC), por otra parte, han sido objeto de una amplia gama de evaluaciones ex post<br />
de impacto, que han tenido una extensa difusión. Los procesos de evaluación en la región adolecen generalmente<br />
de tres debilidades: es muy escaso el análisis conjunto de la evaluación de impacto y el monitoreo; las evaluaciones<br />
han estado centradas en los programas y proyectos, sin abarcar el nivel de la política, y las variables de costo y gasto<br />
han tenido una escasa o nula consideración en relación con los logros o fracasos observados. Todo esto limita la<br />
contribución de estas evaluaciones al conocimiento de los alcances de la política en su conjunto y a la perspectiva<br />
sistémica en la toma de decisiones. Así, si bien se deben expandir los procesos de evaluación, un desafío importante<br />
es analizar no solo los programas o proyectos específicos o sus impactos singulares, sino también sus interacciones, y<br />
articular tales estudios con el análisis de la inversión y del financiamiento (Martínez, 2015). Asimismo, es fundamental<br />
que las evaluaciones cuantitativas y cualitativas se conviertan en verdaderos instrumentos para la toma de decisiones<br />
y para retroalimentar los procesos de planificación, tanto en su vertiente de formulación de políticas como de diseño<br />
de programas.<br />
En lo referente a la articulación de los servicios <strong>social</strong>es sectoriales con los programas de lucha contra la pobreza,<br />
los programas de transferencias condicionadas han facilitado el desarrollo de esquemas ambiciosos, no solo para<br />
brindar a un mismo público los servicios que son propios de cada uno, sino que también para atender en forma más<br />
Capítulo III<br />
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