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Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL)<br />
de las organizaciones de la sociedad civil y de los usuarios de los programas. Para ello, en 1993 se creó el Consejo<br />
Nacional de Asistencia Social, en virtud de la Ley 8742 o Ley Orgánica de Asistencia Social (LOAS), como órgano<br />
superior de deliberación colegiada vinculado a la Administración Pública Federal y presidido por un delegado o<br />
delegada directamente nombrado por la Presidencia. Las principales funciones del Consejo consisten en convocar de<br />
manera ordinaria las CNAS, con la participación del Ministerio de <strong>Desarrollo</strong> Social y Lucha contra el Hambre, aprobar<br />
la Política Nacional de Asistencia Social, normar las acciones y prestaciones de los servicios públicos y privados en el<br />
ámbito de la asistencia <strong>social</strong> y velar por la efectividad del sistema descentralizado y participativo de asistencia <strong>social</strong>.<br />
La ausencia de reglas y procedimientos claros y verificables referentes a la implementación de las políticas<br />
y programas <strong>social</strong>es, así como la falta de acceso a la información pública relacionada con su funcionamiento,<br />
aumentan las probabilidades de una aplicación ineficiente, discrecional y/o política de las políticas <strong>social</strong>es y coartan<br />
sus posibilidades de operar como palancas para el ejercicio de derechos. Por tanto, los mecanismos de rendición<br />
de cuentas, consulta y participación, así como la disponibilidad de información pública sobre el funcionamiento de<br />
las políticas y programas <strong>social</strong>es cobran una relevancia creciente para asegurar un uso eficiente de los recursos y<br />
para fortalecer la legitimidad y credibilidad de tales políticas ante la ciudadanía.<br />
D. Fortalecimiento de la inversión <strong>social</strong> y financiamiento<br />
La proporción de recursos públicos destinados a cada función de gobierno es un indicador básico de la prioridad<br />
política y económica que esa función recibe en cada país. Por su parte, la volatilidad ante los ciclos económicos<br />
evidencia cuán dependiente del contexto es dicha asignación. El crecimiento de los recursos destinados a las políticas<br />
<strong>social</strong>es en relación con el producto y su relativa estabilidad es un elemento fundamental para la sostenibilidad y el<br />
fortalecimiento institucional de tales políticas.<br />
Como se indicó en el capítulo I, desde la década de 1990 los recursos destinados al área <strong>social</strong>, expresados<br />
como proporción del PIB y en dólares per cápita, han aumentado de manera sostenida en la región. Esta situación<br />
ha marcado una progresiva institucionalización de la política <strong>social</strong> en términos fiscales, en particular en relación<br />
con la lucha contra la pobreza, sus determinantes y la protección <strong>social</strong>. Aun cuando la tasa de crecimiento varía,<br />
se ha mantenido positiva y ha sido un puntal central para hacer frente a la crisis internacional de fines de la década<br />
de 2000. Sin embargo, las necesidades regionales son aún de gran magnitud, siguen pendientes importantes desafíos<br />
en cuanto a disponibilidad de recursos y todavía se está lejos de llegar a los niveles de inversión (absoluta y relativa)<br />
existentes en los países de la Organización de Cooperación y <strong>Desarrollo</strong> Económicos (OCDE) (que en promedio<br />
bordean el 27% del PIB).<br />
Como se observa en el cuadro III.3, al comparar los recursos disponibles y su participación en el PIB de cada<br />
país, una conclusión clara es que la institucionalidad no es homogénea en este aspecto y tampoco en cuanto a la<br />
cobertura de servicios existente en los distintos ámbitos de política. En general, los países con mayores necesidades<br />
tienen menor cobertura de servicios y menos recursos per cápita, y les asignan una menor prioridad fiscal. Esto muestra<br />
desde otro ángulo la magnitud de la brecha existente entre los países de la región y, por tanto, el largo camino que<br />
queda por recorrer para avanzar en la institucionalización de las políticas.<br />
En los párrafos anteriores se ha destacado el rol que han cumplido los programas de transferencias condicionadas<br />
por su aporte a la institucionalidad <strong>social</strong>, en relación con el desarrollo tanto de espacios de coordinación, como<br />
de herramientas de gestión. Un elemento que contrasta con lo anterior es su peso en términos de recursos, que solo<br />
representa un 0,4% del PIB regional.<br />
Al comparar el presupuesto anual de los ministerios de desarrollo <strong>social</strong> con el presupuesto público total<br />
(expresando esa relación como porcentaje), se aprecia igualmente una alta heterogeneidad, pero con una distribución<br />
distinta a la observada en el cuadro III.3. Dicho porcentaje va desde el 1% en Nicaragua y el Uruguay y el 1,1% en<br />
el Paraguay, hasta el 5,2% en el Perú y el 6% en la Argentina. De acuerdo con esas cifras, el peso presupuestario<br />
de esas entidades es de bajo a moderado, lo que contrasta con la relevancia de sus tareas, ya que, como se analizó<br />
en el capítulo anterior, son responsables de la coordinación e implementación de programas que llegan a atender a<br />
casi uno de cada cinco latinoamericanos.<br />
Capítulo III<br />
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