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Desarrollo social inclusivo

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Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL)<br />

derechos, incluida aquella en que se sustentan las políticas de lucha contra la pobreza, con miras a potenciar las<br />

capacidades de organización, gestión y rendición de cuentas y a propiciar la articulación entre organismos, niveles<br />

de gobierno y sociedad civil para profundizar el impacto de esas políticas. Por otra parte, se han incrementado sus<br />

recursos y se han incorporado nuevas técnicas de gestión interna, coordinación y evaluación.<br />

Pese a su heterogeneidad, los países comparten una gama muy amplia de desafíos: disponer de recursos adecuados<br />

para elevar la inversión <strong>social</strong> y mejorar la calidad de las prestaciones; consolidar una base jurídico-normativa que<br />

dé sostenibilidad a la política <strong>social</strong> como política de Estado y posibilite avanzar hacia objetivos más estructurales<br />

y de largo plazo, que sobrepasen el alcance de los períodos de gobierno; fortalecer acciones intersectoriales<br />

coordinadas en materia de política <strong>social</strong> y de protección <strong>social</strong>; robustecer la capacidad de interlocución del ámbito<br />

de las políticas <strong>social</strong>es con otras áreas de las políticas gubernamentales, como la económica, la financiera y la de<br />

desarrollo productivo; fortalecer la gestión pública en materia <strong>social</strong>, en aspectos que abarcan la formalización de<br />

procedimientos, la definición de planes y la evaluación de sus resultados, así como la disponibilidad de información<br />

confiable y oportuna para guiar la toma de decisiones; fortalecer la institucionalidad y la capacidad de articulación<br />

y cooperación entre los niveles central, regional y local de gobierno, con énfasis en aquellos particularmente débiles<br />

y emplazados en las zonas más pobres, y desarrollar instancias de participación de las poblaciones destinatarias de<br />

la política y de sus organizaciones, así como de actores privados relevantes.<br />

El desafío de profundizar la coordinación y la articulación intersectorial se origina en la multidimensionalidad<br />

de los fenómenos vinculados con la pobreza y la desigualdad, frente a los cuales son indispensables acciones<br />

transversales y sinérgicas; en la contribución singular de los sectores <strong>social</strong>es especializados, como los ministerios<br />

de salud, educación, desarrollo <strong>social</strong>, trabajo, seguridad <strong>social</strong> y vivienda; en la necesidad de atender a grupos<br />

objetivo conforme a características particulares, como etapa del ciclo de vida, sexo, raza, etnia y discapacidad,<br />

entre otras. Por su parte, los programas de transferencias condicionadas (PTC), que se analizaron en el capítulo<br />

anterior, han cumplido un papel central y a través de ellos se han incorporado nuevas técnicas de gestión interna,<br />

coordinación y evaluación.<br />

En el presente capítulo se consideran cuatro aspectos institucionales que son claves para la coordinación y<br />

articulación intersectorial: el marco jurídico-normativo en los ámbitos internacional y nacional; las características<br />

organizativas y las modalidades de articulación; los elementos técnico-operativos ligados a la implementación de las<br />

políticas y, finalmente, algunas dimensiones del financiamiento de la política <strong>social</strong>. Se analizan algunos mecanismos<br />

de articulación de las políticas de superación de la pobreza con otras áreas de la política y la institucionalidad<br />

<strong>social</strong>, como los ministerios sectoriales, que históricamente han estado encargados de políticas y servicios públicos<br />

fundamentales, como salud, educación, trabajo, seguridad <strong>social</strong> y vivienda.<br />

Recuadro III.1<br />

Institucionalidad y autoridad <strong>social</strong>: conceptos y dimensiones analíticas<br />

La institucionalidad <strong>social</strong> se refiere al “conjunto de reglas<br />

del juego formales e informales (incluyendo las rutinas y<br />

costumbres organizacionales) que se ponen en funcionamiento<br />

para procesar y priorizar los problemas <strong>social</strong>es, a la vez de<br />

enmarcar el contenido y la dinámica administrativa y política<br />

de las políticas <strong>social</strong>es” (Acuña y Repetto, 2009). Es decir,<br />

la institucionalidad <strong>social</strong> engloba los componentes de la<br />

normativa y la estructura organizacional sobre las cuales y con<br />

las cuales se gestiona la política <strong>social</strong>, desde el diagnóstico<br />

y la priorización de objetivos hasta la implementación y la<br />

evaluación de sus resultados.<br />

Como sustrato de la gestión pública, la calidad de la<br />

institucionalidad delimita el alcance y la sostenibilidad de la política.<br />

Así, la estabilidad jurídica de sus fundamentos y las características<br />

de su conformación marcan el alcance, los resultados y la proyección<br />

previsibles. La institucionalidad <strong>social</strong> representa un entramado<br />

de normas y reglamentos que guían procedimientos y definen<br />

límites y ámbitos de acción y negociación de los actores que<br />

participan en la política <strong>social</strong>, incluidos desde la propia población<br />

destinataria hasta los directivos y ejecutivos de los programas<br />

públicos y privados que la implementan.<br />

La calidad de la institucionalidad puede analizarse por<br />

su capacidad de enfrentar los desafíos de la política <strong>social</strong><br />

vigente y de responder a nuevas expectativas y demandas<br />

<strong>social</strong>es mediante procedimientos e instancias identificables y<br />

predecibles que le impriman continuidad (Stein y Tommasi, 2008).<br />

Esto también alude a la capacidad real (y no solo formal) de<br />

rendir cuentas respecto de los objetivos <strong>social</strong>es; acortar esa<br />

distancia entre lo que está establecido de jure y lo que ocurre<br />

de facto constituye un desafío recurrente de los países, lo que<br />

no disminuye la importancia de consolidar marcos normativos<br />

e institucionales ambiciosos, aun cuando su plena vigencia se<br />

construya paulatinamente.<br />

Una de las dimensiones de la institucionalidad se refiere a<br />

la forma como se ejerce la autoridad en determinada área del<br />

Estado. La autoridad <strong>social</strong> corresponde a la o las entidades de<br />

la estructura del Estado que tienen el poder y el mandato de<br />

ejercer la función de gobierno en materia de políticas <strong>social</strong>es,<br />

en la que se incluyen: i) la definición y priorización de objetivos<br />

y metas; ii) el diseño de planes, estrategias y metodologías de<br />

intervención; iii) la asignación de responsabilidades y funciones;<br />

iv) la coordinación de actores; v) la distribución de recursos;<br />

Capítulo III<br />

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