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Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL)<br />
sección H). La región tiene el enorme desafío de responder al ambicioso Objetivo 1 de la Agenda 2030 para el<br />
<strong>Desarrollo</strong> Sostenible: poner fin a la pobreza en todas sus formas y en todo el mundo.<br />
Como se analizó en el capítulo II, las transferencias de ingresos para la superación de la pobreza —principalmente<br />
destinadas a familias con hijos— actualmente constituyen una pieza importante de los sistemas de protección <strong>social</strong><br />
en la mayoría de los países de América Latina y el Caribe. Se trata de programas de protección <strong>social</strong> de carácter<br />
no contributivo, ya que las familias destinatarias, independientemente de su participación en el mercado de trabajo<br />
formal o de su capacidad para realizar contribuciones, reciben transferencias monetarias financiadas por el Estado, a<br />
las que se accede sobre todo por criterios de necesidad (Filgueira, 2014). En el capítulo II se plantea que en la región<br />
estos planes asumen principalmente la forma de programas de transferencias monetarias condicionadas, aunque<br />
abarcan también transferencias no condicionadas y asignaciones familiares.<br />
Esos programas han logrado notables efectos, pero, de cara al futuro, se vislumbran varios desafíos para lograr<br />
resultados más significativos y sostenibles en la superación de la pobreza y la reducción de la desigualdad. En<br />
particular, es clave concebirlos como parte de una política integrada de protección <strong>social</strong>, seguir ampliando la<br />
cobertura y el monto de las transferencias y articularlas con políticas de inclusión laboral y productiva, una oferta<br />
universal y de calidad de servicios de salud y educación, y políticas de cuidado y mejorías en la infraestructura rural<br />
y urbana (electricidad, agua potable y saneamiento, vivienda y transporte).<br />
El fortalecimiento y ampliación de los programas de transferencias de ingresos es un objetivo importante en la<br />
región, que debería incluir los siguientes elementos:<br />
i) extensión de la cobertura, incorporando el principio de búsqueda activa para llegar a toda la población en<br />
situación de pobreza;<br />
ii) ampliación de los montos de las transferencias para que sean al menos suficientes para garantizar la superación<br />
de la extrema pobreza de todos los integrantes del hogar;<br />
iii) articulación con políticas que busquen la universalización de la protección <strong>social</strong> y creación de sinergias con<br />
las políticas sectoriales de carácter universal para impugnar las causas de la pobreza, en especial con las de<br />
salud, nutrición y educación, así como con las políticas de cuidado, lo cual, en numerosas ocasiones, implica<br />
mejorar la calidad y equidad del acceso a esos servicios (Sojo, 2007);<br />
iv) asociación con programas de inclusión laboral y productiva para fomentar el acceso al trabajo decente mediante<br />
el incremento de las capacidades y oportunidades de inserción en el mercado formal de trabajo y de generación<br />
autónoma de ingresos de las familias en condición de pobreza, tanto en las zonas rurales como urbanas;<br />
v) incorporación de la dimensión de género, en particular en el diseño de las condicionalidades, y de políticas<br />
pertinentes para los jóvenes y las poblaciones indígenas y afrodescendientes;<br />
vi) articulación con políticas relacionadas a la extensión de cobertura y mejorías en la infraestructura rural y urbana<br />
(electricidad, agua potable y saneamiento, vivienda y transporte);<br />
vii) promoción de un vínculo con el medio ambiente y el territorio, abogando por el fortalecimiento de los mecanismos<br />
de protección de la población con relación a los desastres y la búsqueda de respuestas a las desigualdades territoriales.<br />
1. Ampliación del monto y la cobertura de las prestaciones<br />
La ampliación de la cobertura poblacional de los programas de transferencia de ingresos no puede estar basada<br />
solamente en las demandas expresadas por las personas que viven en condición de pobreza. Por lo general, las que<br />
primero reciben los beneficios son las personas y las familias que cuentan con más información sobre las prestaciones,<br />
y no las más necesitadas. Por ello es necesario que desde el Estado se busque acercar la oferta pública a las familias<br />
mediante mecanismos de búsqueda activa que ya se han puesto en práctica en algunos países de la región: como<br />
Chile, con el programa Puente y Chile Solidario, y más recientemente el Brasil, que hizo de este mecanismo uno de<br />
los ejes prioritarios del plan Brasil sem Miséria.<br />
En relación con el aumento del monto de las transferencias, hay que considerar que la población que vive<br />
en condiciones de pobreza o indigencia cuenta con ingresos autónomos, que son insuficientes para superar esa<br />
condición 5 . Por lo tanto, además de comparar los montos de las transferencias con las líneas de pobreza e indigencia,<br />
Capítulo IV<br />
5<br />
Como se presentó en el capítulo I, un cálculo hecho por la CEPAL para 17 países con datos alrededor de 2013 indica que, en promedio,<br />
los ingresos laborales representan el 74% del ingreso total de los hogares en situación de pobreza y el 64% del ingreso total de los<br />
hogares en situación de indigencia.<br />
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