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Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL)<br />
confieren a la pobreza un carácter volátil, en el sentido de que un alto porcentaje de personas y hogares no pobres<br />
presentan elevados riesgos de caer en situación de pobreza a lo largo del ciclo de vida, como resultado de choques<br />
asociados a la situación económica, el empleo y las actividades productivas de las personas, la ocurrencia de eventos<br />
catastróficos, cambios en la composición de los hogares o problemas de salud que originan gastos ruinosos o pueden<br />
limitar temporal o permanentemente la capacidad de generar ingresos. Dado el carácter multidimensional de la<br />
pobreza en la región, para superarla se requieren, además de un nivel adecuado de ingreso, avances simultáneos<br />
en el acceso a salud, educación, viviendas dignas y servicios básicos y <strong>social</strong>es, en particular en los países donde<br />
existen mayores rezagos.<br />
El Objetivo 2, que se refiere al hambre, la seguridad alimentaria, la nutrición y la agricultura sostenible, es<br />
fundamental para América Latina y el Caribe, pues tiene implicaciones éticas, <strong>social</strong>es, económicas y políticas. Entre<br />
estas implicaciones, pueden destacarse en particular las siguientes: i) la seguridad alimentaria está consagrada como<br />
un derecho humano fundamental; ii) su logro posibilita el desarrollo psicológico, físico e intelectual de las personas,<br />
con lo que abre espacios de inclusión y cohesión positivos para el desarrollo humano y <strong>social</strong>; iii) conlleva ahorros<br />
y beneficios económicos directos, a través de la disminución de los costos en salud y ganancias en productividad, y<br />
iv) la conculcación de un derecho fundamental, como el derecho a la alimentación, limita la capacidad de ejercicio<br />
de los derechos políticos y el desarrollo de una democracia participativa.<br />
Más aún, pese a que América Latina y el Caribe es superavitaria en la producción de alimentos y cumplió la<br />
meta de los ODM relativa a la reducción del hambre, el Objetivo 2 sigue siendo relevante para la región, en virtud<br />
de la prevalencia de problemas de subalimentación en varios países y del incremento de problemas de obesidad<br />
por mala alimentación en otros. Por eso, se considera que, en una perspectiva regional, el abordaje debe hacerse<br />
desde el derecho a la alimentación y la nutrición, más que desde la seguridad alimentaria o el hambre. Los énfasis<br />
en cada país dependerán del peso relativo de los diferentes problemas (producción de alimentos y acceso a ellos;<br />
hambre y subalimentación; malnutrición por carencias de alimentos o por consumo excesivo de alimentos que<br />
no proporcionan la nutrición adecuada). Las asimetrías en la producción de alimentos también abren un espacio<br />
importante para acciones orientadas a promover el incremento del comercio intrarregional de alimentos. Asimismo,<br />
el Objetivo 2 es consistente con lo planteado en el Plan para la Seguridad Alimentaria, Nutrición y Erradicación del<br />
Hambre de la CELAC 2025, aprobado en la Tercera Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de la Comunidad de<br />
Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), realizada en Costa Rica, en enero de 2015 (CELAC, 2015).<br />
El Objetivo 3 es muy pertinente para América Latina y el Caribe porque, si bien en los últimos años se han registrado<br />
logros significativos en salud en términos de resultados y de cobertura, estos han sido insuficientes y desiguales,<br />
por lo que será importante disponer en la región de indicadores adecuados, medibles y alcanzables, que permitan<br />
realizar progresos notorios en la salud y el bienestar de las personas, de cara a los próximos 15 años. La adopción de<br />
las metas de este objetivo dentro de los planes y programas de los países de la región representaría un gran avance<br />
en aspectos que son esenciales para erradicar las muertes maternas evitables, para acabar con las muertes evitables<br />
de recién nacidos y de menores de 5 años, poner fin a epidemias y varias enfermedades transmisibles y reducir la<br />
mortalidad por enfermedades no transmisibles. Con respecto a la mortalidad materna, la meta 3.1, de reducir la tasa<br />
mundial de mortalidad materna a menos de 70 por cada 100.000 nacidos vivos, fija un nivel poco desafiante para<br />
muchos países de la región, de modo que probablemente se requerirá de compromisos más exigentes y adaptados<br />
a las necesidades de América Latina y el Caribe.<br />
Asimismo, los avances entre los países de la región y dentro de ellos en materia de salud y bienestar han sido<br />
heterogéneos, y en este ámbito se requiere de un análisis más profundo que el realizado hasta ahora. Por ejemplo,<br />
con respecto a la meta 3.7, referente a garantizar el acceso universal a los servicios de salud sexual y reproductiva, se<br />
observa que ha habido un descenso de la fecundidad en la región. Sin embargo, aún se reporta una alta fecundidad<br />
no deseada y una alta fecundidad en adolescentes, particularmente entre quienes pertenecen a hogares situados en<br />
los quintiles más bajos de la distribución del ingreso, lo que evidencia limitaciones en el ejercicio de los derechos<br />
reproductivos y contribuye a la reproducción de la pobreza y la desigualdad en la región. Dentro de los países, las<br />
brechas en materia de fecundidad y las relativas a la mortalidad infantil son particularmente amplias en el caso de la<br />
población indígena. Aunque en este último caso se han registrado avances en la última década, “las desigualdades<br />
en la mortalidad infantil y en la niñez reflejan las inequidades estructurales que sufren los pueblos indígenas en la<br />
región, y por tanto no se eliminarán si la salud de la niñez indígena no se aborda de forma sinérgica con el resto de<br />
políticas sectoriales” (CEPAL, 2014c, pág. 87).<br />
Capítulo V<br />
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