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Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL)<br />
Asimismo, es esencial contribuir a mejorar las condiciones y formalizar el trabajo doméstico remunerado. Como<br />
se ha indicado en el capítulo I, en 2013 el trabajo doméstico correspondía al 11,5% de la ocupación femenina en<br />
América Latina, aproximadamente 14 millones de mujeres, de las cuales una gran proporción es migrante, indígena<br />
o afrodescendiente y, por lo tanto, vive una situación de múltiples desventajas y discriminación. La legislación<br />
laboral de la mayoría de los países de la región no les garantiza los mismos derechos que a los demás trabajadores<br />
asalariados, en especial en lo que se refiere a la limitación de la jornada laboral, los tiempos de descanso, la<br />
protección contra el desempleo y la maternidad. En muchos países, sus salarios medios son inferiores al mínimo, su<br />
nivel de informalidad es muy elevado y es alta la incidencia del trabajo infantil. Por esas razones, el trabajo doméstico<br />
puede ser considerado uno de los principales “núcleos duros del déficit de trabajo decente” (Abramo, 2015). En este<br />
ámbito, las políticas deben garantizar que el trabajo sea realizado dentro de un marco legal que asegure condiciones<br />
apropiadas, especialmente en lo que respecta a la regulación de la jornada de trabajo o el acceso a la protección<br />
<strong>social</strong> (CEPAL, 2012b). En el período reciente se han verificado importantes avances en la región en lo que se refiere<br />
al marco legal, incluida la ratificación del Convenio sobre las Trabajadoras y los Trabajadores Domésticos, 2011<br />
(Núm. 189) de la OIT, pero aún hay un largo camino a recorrer 21 .<br />
También es importante fortalecer la participación de las mujeres en los sindicatos, las organizaciones de<br />
empleadores y otras organizaciones de la sociedad civil, así como en los procesos e instancias de negociación<br />
colectiva y diálogo <strong>social</strong> tripartito en torno a los temas del mundo del trabajo 22 .<br />
Para superar la pobreza y la desigualdad, es necesario reducir las brechas de participación, empleo (en términos<br />
de acceso y calidad) e ingresos entre hombres y mujeres, considerando la situación de especial desventaja y<br />
discriminación que enfrentan las mujeres indígenas y afrodescendientes, y adoptar políticas de conciliación entre el<br />
trabajo y la familia para hombres y mujeres, ya que ello tendrá efectos beneficiosos en distintos niveles. Por una parte,<br />
habrá ganancias de productividad y mayores ingresos en los hogares, y, por la otra, estas medidas serán un impulso<br />
para avanzar en la igualdad en otras esferas, como el pleno ejercicio de la autonomía, la realización de capacidades<br />
y potencialidades de las personas, el acceso a la protección <strong>social</strong> contributiva y la sociabilidad ampliada más allá<br />
del hogar, todos temas centrales de la agenda en favor de la igualdad y los derechos en la región (CEPAL, 2014a).<br />
En esta dirección, resulta crucial que los países avancen hacia la incorporación plena en su agenda pública<br />
de políticas en favor de la igualdad de género en el mercado laboral, asociadas a legislaciones y programas que<br />
faciliten e incentiven el equilibrio entre las demandas laborales y familiares de los trabajadores y las trabajadoras,<br />
así como de políticas en ámbitos conexos que fortalezcan la autonomía de las mujeres e impliquen que la sociedad<br />
en su conjunto se haga cargo de las necesidades de cuidado de la población 23 . La igualdad y el cambio estructural<br />
demandan una mayor y mejor participación de las mujeres en el desarrollo económico de la región, así como superar<br />
la discriminación en el mercado laboral y consolidar la garantía de derechos.<br />
6. Promover trayectorias de trabajo decente para los jóvenes y fortalecer el vínculo<br />
entre la educación y el trabajo mediante la formación técnico profesional<br />
Otro aspecto central de una agenda de trabajo decente en la región consiste en enfrentar las altas tasas de desempleo,<br />
informalidad, precariedad, desprotección <strong>social</strong> y exclusión del eje educación-empleo que afectan a los jóvenes<br />
latinoamericanos y caribeños, en especial a los más pobres, de menor nivel educativo, del sexo femenino, indígenas<br />
y afrodescendientes 24 . Eso exige políticas integradas e intersectoriales en, por lo menos, los siguientes ejes: más y<br />
mejor educación; conciliación entre estudios, trabajo y vida familiar; ampliación de la inserción laboral en empleos<br />
productivos y de calidad; ampliación de las oportunidades de formación técnica y capacitación para el trabajo y<br />
21<br />
Como se ha señalado en el capítulo I, el Convenio núm. 189 de la OIT ha tenido una significativa adhesión en la región: transcurridos<br />
solo 4 años desde su aprobación en 2011, ha sido ratificado por 12 países, de un total de 22 que lo ratificaron en todo el mundo.<br />
22<br />
Véase más información sobre la importancia de la negociación colectiva para el avance de los derechos de las mujeres en el trabajo<br />
en Abramo y Valenzuela (2014) y Abramo y Rangel (2005).<br />
23<br />
En esa área, en la Agenda 2030 para el <strong>Desarrollo</strong> Sostenible se destacan el Objetivo 5 (Lograr la igualdad de género y empoderar a<br />
todas las mujeres y las niñas) y particularmente las metas 5.1 (Poner fin a la discriminación contra todas las mujeres y las niñas en todo<br />
el mundo) y 5.4 (Reconocer y valorar los cuidados y el trabajo doméstico no remunerados mediante servicios públicos, infraestructuras<br />
y políticas de protección <strong>social</strong>, y promoviendo la responsabilidad compartida en el hogar y la familia, según proceda en cada país),<br />
así como la referencia a la igualdad de remuneración para trabajo de igual valor en la meta 8.5 del Objetivo 8.<br />
24<br />
En la meta 8.6 del Objetivo 8 de la Agenda 2030 para el <strong>Desarrollo</strong> Sostenible se establece: De aquí a 2020, reducir sustancialmente<br />
la proporción de jóvenes que no están empleados y no cursan estudios ni reciben capacitación.<br />
Capítulo IV<br />
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