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Alberto Fuguet - Mala Onda.pdf - Colegio

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Esa tarde fui a la Embajada de Israel a pedir unos folletos.<br />

No me dejaron entrar.<br />

—Me duelen los tríceps —me comenta Lerner como si fuera lo más natural del mundo.<br />

Yo lo miro con hastío. Trato de distinguir lo que le duele.<br />

—Te juro. Los tengo de piedra. Para mí que me los torcí.<br />

—Es imposible que alguien se tuerza los tríceps. O los bíceps, ya que estamos en esa zona.<br />

—No sé. Igual voy a hablar con mi entrenador. Me metí a un gimnasio, no sé si te conté.<br />

—No, pero igual no quiero saberlo.<br />

—Estás livianito de sangre, Matías.<br />

—Livianísimo.<br />

El Lerner viaja a mi lado, en la Blazer del papá de Cox, rumbo a Viña, destino final<br />

Reñaca. El que maneja es Cox. Por la ventana veo el típico paisaje local de lomas y cerros y<br />

álamos y vacas y casitas de campo. Estamos entrando al valle de Casablanca. El día sigue<br />

perfecto. Acabamos de comer nuestras respectivas empanadas de pino, que compramos más<br />

atrás, en un puesto a<br />

la orilla del camino, con un horno de greda, más un afiche de Pinochet y del SÍ. La Blazer<br />

está pasada a cebolla y comino.<br />

Respiro.<br />

Increíblemente, no hay música. La radio no agarra ninguna señal y el tocacintas está malo.<br />

El Nacho va adelante y mira de vez en cuando por el espejo retrovisor, para ver si su tabla<br />

no se ha caído de la parrilla. Nadie habla, solo se oye el leve ruido del motor. Dan ganas de<br />

hablar, para romper el silencio, pero no se me ocurre qué decir. Lerner sigue tocándose los<br />

músculos, gastados de tanto entrenarlos:<br />

—El tipo del gimnasio dice que es un efecto secundario natural. Por falta de uso. Y eso que soy<br />

como deportista. Así y todo, hay músculos que nunca se usan. Tuve que pedirle a mi vieja que me<br />

echara Calorub para aliviar el dolor.<br />

—Cuidado, el Calorub puede ser dañino para la salud —le digo, pero nadie se ríe.<br />

El Patán, que apareció de paracaidista, ya que no lo invité, está al otro costado del Lerner y<br />

enrolla un pito sobre mi bolso Adidas, lleno con mi ropa del bautizo.

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