Alberto Fuguet - Mala Onda.pdf - Colegio
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análisis, más bien— de Los jefes/Los cachorros, de Vargas Llosa. La ciudad y los perros es,<br />
todo el mundo lo sabe, el libro favorito del Nacho. Viéndolo ahora en el agua, lamento no<br />
poder estar allá adentro. En el agua suceden cosas importantes, se me ocurre. Como en Día<br />
domingo, que fue el cuento que más le gustó al Nacho, porque tenía que ver con el agua y<br />
la competencia.<br />
Me levanto y me dirijo al mar. Entro y mi cuerpo se paraliza por el frío. Esto no es<br />
Ipanema, me percato. El agua está glacial y me electrocuta lo suficiente como para dejarme<br />
anestesiado. Me lanzo contra una ola y siento que mi sangre se vacia y se la lleva la<br />
corriente, pero después la ola disminuye su altura, reaparezco en la superficie, tomo aire,<br />
siento la sal en mis labios y grito para recuperar el latido y seguir adelante. El Nacho, el<br />
Rusty y el Papelucho están un poco más adentro. Nado. Nado bajo el agua, capeando las<br />
olas, abriendo los ojos, viendo tan solo la revoltosa oscuridad del Pacífico.<br />
Sigo nadando, cada vez más seguro, cada vez con menos frío. Hasta sentir que mis pies ya<br />
no topan el fondo. Los miro, pero ya no están. La playa, los cerros, mi edificio, están lejos.<br />
Demasiado lejos. Y el Nacho y su tabla están ahora en la playa. Los otros dos también.<br />
Están donde yo estaba.<br />
Decido volver a la costa, tratar de volver a tocar la arena con los pies. Nado un poco,<br />
evitando que alguna corriente me arrastre hacia donde desemboca el estero. Siento la piel<br />
azulada y el aceite de coco ya no impregna mi cuerpo. Miro una vez más hacia la playa, y<br />
diviso cómo la Maite y la Pía y la Flavia Montessori secan las tablas con una delicadeza<br />
admirable y observan al Rusty como si fuera un ídolo pop. También veo que el Nacho toma<br />
del termo y el Papelucho se seca con mi toalla. Me siento ausente, claro. Inútil. Me podría<br />
ahogar y nadie se daría cuenta, creo. Y la sola idea de pensarlo me llena de pudor. Y odio.<br />
Y lata. Nadie es imprescindible, se me ocurre. Prefiero estar afuera que adentro. Nado de<br />
espaldas, rumbo a la corriente. Pero la corriente ya no está.<br />
Así que floto, a la deriva, como si fuera una misión, mirando al cielo, pensando en eso de<br />
que uno se siente solo cuando está con gente; cuando uno está solo, en cambio, hasta puede<br />
que se sienta acompañado.<br />
La mujer que viaja junto a mí en el bus duerme profundamente. Por suerte no ronca. Las<br />
luces están