Alberto Fuguet - Mala Onda.pdf - Colegio

la orilla y, eventualmente, acercarme al grupillo, tirarme sobre la toalla y cerrar los ojos.
Nadie me preguntó cómo estaba el agua. Estaban todos enfrascados en un horroroso y
estúpido juego llamado algo así como «Sí o No», pero no tiene nada que ver con el
plebiscito que viene. El Rusty, que llevaba puesta una
polera bastante rica que decía Bob Marley: Survival African Tour 1978, estaba a cargo del
juego. Era el turno del Nacho. Yo seguía con los ojos cerrados, sintiendo cómo la brisa
salina me secaba, escuchando, queriendo entender el apestoso jueguito, que era más o
menos así: —¿Muerto? —No. —¿Hombre?
—Sí.
—¿Estadounidense?
—Sí.
—¿Artista?
—Sí.
El Nacho pareció confundirse. Creyó que el tipo era pintor o escritor y, no sé por qué,
preguntó si el personaje en cuestión tenía un apellido extranjero. Le dijeron que sí y ahí sí
que se urgió, porque se fue por la tangente. Por lo que yo sé, el Nacho no es precisamente
un experto en poetas norteamericanos de origen polaco o húngaro. Entonces abrí los ojos y
quise unirme al juego, pero como no sabía cuál era el nombre del compadre, me dediqué
simplemente a observar. Y ahí me topé con la Maite, que me estaba mirando de una manera
muy rara y molestosa. Así que me puse mi polera de The Clash. Obviamente, le llamó la
atención al Rusty. —¿Te gustan? —Sí —le dije—. En especial ese tema I'm so bored
ivith the USA.
El huevón no acusó el golpe. La Maite se rió un poco y me miró.
207
206
—¿Baila? —preguntó el Nacho.
—Sí.
—¿Lo he visto bailar?