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Alberto Fuguet - Mala Onda.pdf - Colegio

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Pero, aunque la Francisca no me hubiera dicho nada, igual me hubiera enterado de todo, ya<br />

que una noche desperté a los gritos de mi madre:<br />

—Cómo pudiste meterte con una cincuentona de medio pelo que, para más remate, canta en un<br />

coro. Acuérdate, Esteban: esto no lo voy a olvidar nunca. No puedes tener tan mal gusto ni ser tan<br />

último. Y nadie puede engañar a la gente así. La Hilda puede ser muy arrastrada y poca cosa pero<br />

al menos tiene corazón. Te digo: la compadezco. Maldita la hora que se fue a fijar en ti. La pobre<br />

debió entregarle su virginidad a alguien un poco más consecuente.<br />

Esta arremetida nocturna fue el comienzo del fin del affair Hilda Escudero. El punto<br />

terminal ocurrió cuando a la pobre le bajó un ataque de despecho y decidió llamar a mi<br />

madre. Pero el tiro le salió por la culata y lo que mi madre le dijo fue suficiente para volver<br />

loco a cualquiera o sufrir un sincero ataque de auto-compasión.<br />

El asunto terminó cuando la Hilda se fugó a Ecuador. Partió a trabajar a un laboratorio en<br />

Quito. Esto lo<br />

supe porque llegó una carta al departamento y la Carmen, amante del chisme y el hueveo,<br />

se la pasó a mi madre que, obviamente, la abrió y se rió a gritos por la redacción:<br />

...A veces pienso que elegí mal. Que Ecuador está muy cerca. Tendría que irme cerca del<br />

polo, lo más lejos posible. Pero ni ahí, creo, podré olvidarte. Todos los días, ¿sabes?, leo el<br />

diario para ver qué vuelos parten a Santiago. Y anoto las horas de salida. Y siento envidia<br />

de todos esos pasajeros que sin saberlo se acercan de alguna manera a ti...<br />

En tanto, el famoso Eynard Enger quebró y perdió sus prestigiados paltos, chirimoyos y<br />

nogales. La estafa apareció en el diario. Así que la fructífera relación terminó de todos<br />

modos. Pero mi padre, está claro, sigue ligado a él y no se atreve a hacerlo a un lado, según<br />

veo.<br />

—¿Te sirves? —me pregunta una promotora bronceada por la nieve.<br />

—Bueno, pero poco. No me gusta demasiado el Martini.<br />

—Pero éste es italiano. Auténtico.<br />

—Está bien: me llevo dos botellas.<br />

La mina queda feliz. Un gesto amable no cuesta nada, como dice la propaganda. Empujo el<br />

carro hacia donde está el resto de los tragos. Hay dos promotoras más: una ofrece Pisco<br />

Capel y la otra una selección de licores Mitjans. Miro la oferta, casi toda importada. Saco<br />

botellas a destajo: Johnny Walker Etiqueta Negra, Stolichnaya, tres Tanqueray, un<br />

Napoleón, Cointreau, ron Bacardi, tarros de cerveza Heineken, dos tequilas con gusanos al

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