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Alberto Fuguet - Mala Onda.pdf - Colegio

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manos se llenan de tinta negra. Los estímulos estimulan, dicen, pero también deprimen. Ya<br />

en la página ocho siento que estoy perdiéndome la mitad de mi vida y que, en vez de<br />

quedarme soportando la mierda local, bien podría estar allá viviéndomelo todo. Miro la<br />

sección cine: es algo impresionante. Y todo en una misma ciudad, pienso. Después miro los<br />

recitales que hay esta semana en Manhattan y noto que sale el CBGB con el que tanto<br />

sueña el Paz. El tipo tiene toda la razón: debería irme con él para allá. Si es que sale vivo de<br />

la cárcel, claro.<br />

—Señora, disculpe —le digo a una mujer que está masticando unas papas fritas—. Voy a pasar al<br />

baño. ¿Me cuida mi Rover?<br />

Entro al baño, me encierro y hago uso allí de la pajita. —Gracias, señora. Un millón. Busco<br />

el artículo central, meto la pajita en el vaso, trago el chocolate amargo y leo:<br />

Si Holden Caulfield hubiera nacido veinte años después, seguro que se hubiera convertido<br />

en Josh Remsen, el primer rockero judío postpunk, antidisco, criado en el exclusivo Upper<br />

East Side de Manhattan, hoy un héroe del East Village, lugar donde, después de años de<br />

vagabundeo compulsivo que lo llevaron desde las plantaciones de marihuana de Jamaica a<br />

los bares más duros de Dublín, este chico Jrágil pero tenso, de veintidós años, que nunca<br />

terminó la secundaria pero mete a Joyce sin temor en sus erráticas y embriagadoras letras,<br />

ha encontrado algo que, por ahora al menos, se atreve a llamar hogar. Por fin.<br />

330<br />

331<br />

Después grito de felicidad, a todo dar. La gente que atosiga el local me queda mirando.<br />

Aterrada. Yo me pongo los anteojos oscuros y mi gorra de cazador roja con negro, enrollo<br />

mi Village Voice y salgo como si nada —como si todo— hubiera pasado.<br />

Por fin.<br />

Apago el televisor Grundig, en blanco y negro. Acabo de ver la última parte de Myriam,<br />

que es, lejos, una de mis favoritas entre todas las películas hechas especialmente para la<br />

tele. La he visto varias veces. Por eso cuando volví a la pieza y encendí la tele —que es a<br />

tubos y se debe calentar—, sentí que me reencontraba con alguien, alguien que pensaba

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