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Alberto Fuguet - Mala Onda.pdf - Colegio

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—Hola, qué tal.<br />

Cierra las rejas y el ascensor comienza a bajar.<br />

—Disculpe —le digo—, pero, ¿de dónde sacó ese sombrero?<br />

—No sé, es del hotel. Es parte del uniforme.<br />

—Pero si yo quisiera uno parecido, ¿dónde podría ir? ¿Quién los hace?<br />

—Realmente no sé. Pero el mejor lugar para encargar sombreros es Donde Golpea el Monito. En<br />

21 de Mayo. No está lejos de aquí. Es la continuación de la calle Estado. Todo el mundo ubica la<br />

tienda. Basta preguntar.<br />

—Gracias por el dato.<br />

—Para servirle.<br />

Salgo del ascensor, cruzo la galería que divide los dos edificios, veo que hace más frío de lo<br />

esperado y entro al lobby. Entrego mi llave al tipo del mesón, que no es el mismo de<br />

anoche. Miro la hora: diez y media de la mañana. Ahora estaría en clases de castellano. Con<br />

la Flora Montenegro.<br />

—¿Dónde puedo desayunar? —le pregunto al tipo, que está concentradísimo leyendo La Tercera.<br />

—Al frente. En el mismo edificio donde está su habitación.<br />

—Ya veo.<br />

Cruzo la galería y entro al comedor que realmente parece sacado de alguna película en<br />

blanco y negro. Hay poca gente desayunando; todos leen diarios. No uno sino dos y hasta<br />

tres distintos. Incluso toman apuntes. Me siento en una mesa redonda en una esquina, que<br />

da a una especie de patio interior con árboles.<br />

Desde mi mesa veo los campanarios de la Catedral. —Buenos días, joven. —Buenos días.<br />

Quiero desayuno. —¿Continental? ¿Americano? Me acuerdo de los brunches de mi casa.<br />

—Continental no más. Disculpe, pero, ¿por qué tanta gente lee el diario?<br />

—Son corresponsales extranjeros. Periodistas. Es por lo de mañana, ¿no?<br />

El mozo se aleja y quedo solo. Aburridísimo. Esto me incomoda porque no tengo nada que<br />

hacer, me doy cuenta. Excepto pensar. O recordar. Comer es solo uno de los efectos<br />

secundarios de vivir solo, siento. Mejor que vaya acostumbrándome. Pero cuesta.<br />

Extraigo el cheque de mi billetera: decido llenarlo. El mozo regresa con una bandeja donde<br />

hay varias cafeteras de plata, con leche, café y té.<br />

—Señor, disculpe, ¿me presta un lápiz? —Cómo no.

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