Alberto Fuguet - Mala Onda.pdf - Colegio
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odiarme, de hablar de mí ante las pende-jas de sus amigas que me encuentran estupendo, se<br />
meten en mi pieza y me revisan los calzoncillos, esa onda.<br />
Intento leer el diario. Casi imposible, serios problemas. Gustavo Leigh, el que bombardeó<br />
La Moneda, ahora se dio vuelta la chaqueta y llama a votar por el NO. El asquerosamente<br />
cartucho del Jaime Guzmán habla todo el día para justificar el SI. Analizan la propuesta que<br />
hizo Frei en el Teatro Caupolicán el martes pasado. Pinochet, como siempre, anda<br />
hueveando por el sur, reuniendo votos. Va a ganar igual. El tipo es patéti-<br />
co, pero se rodea de tipos que saben. Como el tal Guzmán. Vamos bien, mañana mejor, es<br />
el slogan del mes.<br />
Mi hermana Francisca, que está en edad de votar, lo hará por el SI. Ella y todo su curso de<br />
poseros están por la Constitución de la Libertad. Me dice que ahora Chile es el país de<br />
Latinoamérica que más importancia le da a la publicidad. Puede ser. A mí la política me da<br />
lo mismo. En realidad, no sé nada, solo conozco esos documentales contra la UP y todo el<br />
gobierno de Allende que dan en el Canal 7 y que a mí me parecen bastante entretenidos, en<br />
especial porque Chile se ve tan antiguo y en otra. Es como si fuera otro país, con otro look,<br />
la gente con barba y mi-nifaldas y letreros y huelgas y colas y metralletas. Mi vieja dice que<br />
fue la peor época de la historia, pero yo cacho que ni tanto. Que exagera. De repente es<br />
verdad. Pero por lo menos es harto más entretenido que lo de ahora.<br />
Se me ocurre encender una barrita de incienso que les compré a los pelados Haré Krishna<br />
en la micro antes del viaje, pero la humareda me da asco y el olor me trae extraños<br />
recuerdos de andanzas veraniegas nocturnas a Quintero, a buscar chulas con quienes tirar<br />
en la playa de Loncura, o hasta en Ritoque si las minas eran más audaces y se subían a los<br />
autos. El incienso no tiene olor a sándalo sino a pachulí, cacho. Estoy pasado. Un asco.<br />
Agarro el palo y lo meto en un vaso de Coca-Cola sin gas que tengo aquí desde ayer. Sale<br />
un humo blanco. Abandono la pieza. Cierro la puerta.<br />
Me dedico a dar vueltas por la terraza. Hace frío pero no me importa. Por lo menos está<br />
despejado, sin demasiado smog, el sol se ha vuelto de un tono naranja a espaldas de la<br />
Torre Entel y la Costanera es solo una larga manguera de luces blancas que avanzan hacia<br />
aquí. El departamento es bastante amplio y ocupa todo el último piso del edificio, lo que es<br />
bastante bueno porque siempre hay sol a alguna hora y uno puede variar su ángulo visual<br />
dependiendo del ánimo. Mi pieza da al San Cristóbal, donde subo a veces a dar vueltas en<br />
mi Benotto, llego hasta la piscina y el monumento a los héroes de La Concepción. Es allí<br />
donde Pinochet suele condecorar a los jóvenes apestosos del año, seguro que mi primo<br />
Javier está haciendo lo humanamente posible para ser galardonado el próximo semestre.<br />
Mi padre, estupendo él, bronceado de tanto arrancarse de la empresa y subir a La Parva,<br />
con la camisa abierta y el pelo en calculado desorden, irrumpe triunfal en el departamento<br />
justo cuando está por empezar El chavo del ocho en la tele. Lo veo a través del vidrio. Al