Alberto Fuguet - Mala Onda.pdf - Colegio
Alberto Fuguet - Mala Onda.pdf - Colegio
Alberto Fuguet - Mala Onda.pdf - Colegio
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
Gran Avenida.<br />
Nuestro gran encuentro ocurrió obviamente en esta plaza, un poco más arriba del cerrito,<br />
donde hay una suerte de fuerte o torreón escondido entre árboles góticos y rocas<br />
gigantescas. Nos encontramos en la semana, un miércoles, creo, que hizo historia porque la<br />
temperatura alcanzó un récord. Algo así como 33,8 a las cuatro de la tarde. La gente<br />
pensaba que iba a temblar. El<br />
266<br />
Nacho se robó del bar de su viejo un ron Bacardi y yo andaba con unos cuantos joints. La<br />
cita era a las veintitrés treinta, como dice el Nacho, pero nos atrasamos un resto; ellas nos<br />
estaban esperando muy tranquilas y entusiasmadas en un escaño que brillaba bajo un farol.<br />
Se veían distintas con los jeans apretados y zapatos altos y sus polerones de plush. «Parecen<br />
hermanas», les dije. «Ustedes también», me respondió la Vanessa que, estaba claro, era<br />
para mí.<br />
Todo fue increíble y mágico y alucinante, porque después del ron —que embriaga como<br />
nada— y los pitos y la onda, todo se volvió relajado y envolvente y a pesar de las micros y<br />
los autos de Apoquindo, que estaba peligrosamente cerca, el cerrito subió unos metros para<br />
protegernos otro poco. La atmósfera tibia y espesa lo volvió todo muy irreal, y terminamos<br />
los cuatro desnudos, corriendo por el pasto como si fuéramos duendes en ácido o algo así.<br />
Quizás fue por la complicidad o el temor al terremoto, y a la luna casi llena, pero nadie nos<br />
vio en ningún momento, y nadie se imaginó jamás que, poco después, cada pareja se<br />
instalaría en unos escaños del torreón para simplemente dejarse llevar. Para mí y el Nacho<br />
fue nuestra primera experiencia real, erótica de verdad, sin putas ni apuros. Además, no fue<br />
nadie contra nadie sino de a dos y fueron ellas, incluso, quienes se encargaron de la parte<br />
creativa. Por eso, cuando acabé, me dejé caer en la loma y sentí corno la hierba húmeda y<br />
dulce rozaba mi espalda; y me acuerdo de que la respiración de la Vanessa me pareció el<br />
ruido que hace la tierra al girar. Después, entre sueños, miré los árboles con sus hojas<br />
nuevas tapándome y<br />
267