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Alberto Fuguet - Mala Onda.pdf - Colegio

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sucede ahora. Quiero contarle al Alejandro Paz sobre Holden y agradecerle que me haya<br />

prestado el libro. Es raro: hoy, a esta hora de la mañana, me siento mucho más cerca del<br />

Paz que antes. Y llamo de nuevo. El Paz no está. Pero así es el mundo: inversamente<br />

proporcional a las necesidades y deseos de uno. Por eso cuesta tanto estar en él, creo.<br />

Camino por las tiendas del sector y entro a la heladería que está justo debajo del Faro. No<br />

compro nada. Después doy vueltas y me saco la corbata, la escondo en el bolsillo de mi<br />

chaqueta y me abro el cuello y los<br />

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primeros dos botones de la camisa. Así y todo, conservo una imagen de colegial que no me<br />

la quita nadie. El estacionamiento de El Faro está repleto de autos y camionetas de la legión<br />

de madres que a esta hora aprovechan de ir de compras o al Almac que está enfrente. En<br />

una tienda de deportes miro unas zapatillas y accesorios para bicicletas que acaban de llegar<br />

de Italia. Justo al lado hay una boutique de ésas que han surgido por toda la ciudad,<br />

especializada en arte chino. Entro, un gong suena en alguna parte y una mina un poco<br />

mayor que yo, con una pinta de china que no se la puede, me saluda: —Hola, soy Jessica,<br />

¿te puedo servir en algo? Me dan ganas de responderle algo divertido o medio caliente pero<br />

mi mente me traiciona y le digo:<br />

—Estoy buscando algo para mi madre. Ella adora China. Y todo el Oriente, la verdad. Excepto<br />

Japón, claro. Yo incluso nací en Hong Kong.<br />

—¿Sí? —me dice esta Jessica disfrazada con un kimono rojizo que le aprieta todo el cuerpo.<br />

—Mis padres son chilenos, eso sí. Lo que pasa es que el papá tiene un banco y todos los negocios<br />

importantes ahora se hacen en Oriente.<br />

La mina, que tiene los ojos achinados, abre sus párpados hasta el límite de sus<br />

posibilidades. La he impresionado, veo.<br />

—¿Y tú? —le digo—. ¿Qué origen tienes? —No, yo soy chilena no más. De Renca. Claro<br />

que mis abuelos son del sur. Cerca de Osorno.<br />

—Increíble. Yo pensaba que tenías sangre mandarina. Ella se sonroja y pienso en los<br />

camarones a la mandarina del restorán Danubio Azul. Mejor cambio de te-<br />

nía, pienso, porque hasta ahí no más llegan mis conocimientos chinos.<br />

—Bueno, Jessica, el motivo de mi visita es que tengo que comprarle un buen regalo a mi madre.<br />

Algo simbólico. Y caro. Nada falso ni armado en Chile.

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