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Alberto Fuguet - Mala Onda.pdf - Colegio

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distraído mirando a la tropa de huevones que juegan al »<br />

bowling, para que no parezca todo tan patéticamente íj<br />

obvio. 'i<br />

Ya nadie me llama por teléfono, pienso. Esto no es del todo cierto, porque el propio Nacho<br />

me llamó mientras estaba en el San Cristóbal, para preguntarme si tenía algún plan y si<br />

quería salir con él. La Francisca anotó el recado, pero me pareció tan decadente esa<br />

dependencia del Nacho que ni siquiera me di el trabajo de devolverle el llamado. Además,<br />

es cosa de minutos y aparecerá por aquí. Y si no, seguro que se aparece por el Juancho's.<br />

Igual me voy a topar con él en algún momento. Es como mi destino, creo.<br />

También me llamó Cox. Con él sí hablé. Tenía una proposición que hacerme. Yo quería<br />

hablarle mal de la Antonia, pero no era el oyente más adecuado. Así que lo escuché,<br />

semiatento: él se ponía con la Blazer de sus viejos, más la bencina, yo podía conseguirme<br />

las llaves del departamento en Reñaca y podíamos rajar para allá, a pasar el día. Un poco de<br />

playa y hueveo antes de volver a clases el lunes.<br />

—Tengo que hablar con mi viejo primero —le expliqué.<br />

—Habla y después me llamas. —Es que mañana bautizan a mi sobrino, el Felipe. Yo soy el padrino.<br />

Va a haber feroz almuerzo.<br />

—Mejor. Seguro que ellos no lo van a ocupar. —No sé. Igual no podríamos partir tan temprano.<br />

Esta cuestión del bautizo es como a las once de la mañana.<br />

—Llegamos en una hora veinte si acelero firme. La Blazer tiene radar, así que es fácil despistar a<br />

los pacos.<br />

Antes de almuerzo estamos tirados en El Cementerio.<br />

—¿Quién iría?<br />

—Los típicos: tú, yo, el Lerner. Podríamos decirle al Nacho, ¿te parece?<br />

—Supongo.<br />

—Bueno, ¿y?<br />

—Déjame hablar con esta gente y te llamo.<br />

—Apúrate.<br />

Mi padre estaba tratando de anudarse la corbata de humita roja, que resaltaba como sangre

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