Alberto Fuguet - Mala Onda.pdf - Colegio
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tipo sexy, y me levanté la polera para jugar con los pelitos que parten de mi ombligo y<br />
bajan, pero ella no acusó recibo. Era como en esas películas italianas sobre tipos que<br />
quieren perder la virginidad pero no saben cómo calentar a la mina.<br />
Pero calentar era una meta muy grande. Lo que yo quería era un mínimo de atención,<br />
quizás algo de romanticismo, o eso que ahora denominan intimidad. Ella solo jugueteaba<br />
con su rueda y su yuyo. Hasta diría que en su cara había un resto de lata. Lisa y llanamente.<br />
Aburrimiento puro. O quizás no era eso. Quizás se había olvidado de que estaba a su lado y<br />
ni el rosa-fosforescente de mis shorts era capaz de desviar su atención. Está pensando en<br />
McClure, concluí. O en alguien. O en sí misma. Desde que salimos de su casa, casi no ha<br />
hablado, recordé. O había hablado ese tipo de cosas que es preferible no hablar:<br />
«¿Doblamos en ésta o en la otra?»; «hace calor, ya va a llegar el verano»; «acuérdame, a la<br />
vuelta, de echarles aceite a los piñones».<br />
Allí en esa ladera pensé en estas cosas. Y otras por el estilo. Estar a su lado (que creo es,<br />
justamente, donde deseo estar) equivale a estar aun más solo. Nueve de cada diez veces,<br />
nuestra comunicación se va a pique. Y estar con alguien y no hablar es mucho más notorio<br />
y molesto que estar solo y callado. Cuando estoy con ella, solo pienso en mí, en mis<br />
carencias, en todo lo que es malo y me deprime. Es tal el vacío que me deja solo, sin<br />
chance. Aislado. En la bomb. Y es una sensación muy desagradable, porque me hace sentir<br />
poca cosa. Siento que se aburre conmigo. Que le falta algo. Que no le basto. Por eso su<br />
mente escapa, se aleja de mí. Me gustaría que fuera al revés: que fuese ella la que se siente<br />
no tomada en cuenta, dejada de lado, y pensara que no es ella lo que realmente deseo y le<br />
viniera un ataque de celos. Pero no me resulta. Eso es una prerrogativa (palabra de la Luisa)<br />
de aquéllos que no están enganchados. El que está enamorado —o agarrado— no puede<br />
opinar demasiado, tan solo cruzar los dedos y esperar lo mejor. Esperar, por ejemplo, que<br />
alguien como la Antonia lo tome a uno en cuenta, le dé esa mínima cuota de atención<br />
necesaria para mantener la obsesión viva. Como aceptar salir a andar en bicicleta con uno y<br />
después no hablar.<br />
—Me fumaría un pito —creo que dije en algún momento.<br />
Fue un deseo espontáneo. Uno de esos momentos en que el pensamiento parte desde el<br />
cerebro a la boca sin pasar por ese filtro que uno lleva dentro y que tantas veces lo ha<br />
protegido. Llevábamos un buen rato ahí en silencio, al sol, yo consumiéndome en<br />
pensamientos mala onda y un leve, pero muy real, anhelo de querer aprovechar ese<br />
momento, de tocarle el antebrazo, de morderle aunque fuera un poco uno de sus lóbulos sin<br />
aro. Quizás por eso quería un pito, un pito decente, maconha do Amazonas, no cáñamo ni<br />
semillas de San Felipe. Un pito que me relajara, que me cambiara la frecuencia, que me<br />
permitiera acercarme a ella sin tener que pensarlo dos veces.