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Alberto Fuguet - Mala Onda.pdf - Colegio

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algo así.<br />

Vuelvo a Ahumada y camino entre los pacos y un grupo de viejas con abrigo que solo<br />

golpean las palmas de sus manos. En la esquina con esa cagada de calle que es Bombero<br />

Ossa, un viejo me pregunta si deseo lustrarme los mocasines negros. Los miro. Están sucios<br />

con toda la tierra de esa población en la que anduve perdido.<br />

—Está bien —le digo.<br />

Me subo a una tarima en la que caben dos tipos más.<br />

—¿Me prestas el diario?<br />

—Usted manda, patrón.<br />

Abro La Segunda y siento como el viejo me cubre el mocasín de pasta negra. Me fijo en sus<br />

uñas y dedos: están impregnados de tinta café, roja y negra. Sus manos tienen otro color<br />

que el de su cara.<br />

Junta unida oró por la patria, dice el diario. Jaime<br />

Guzmán afirma: Alessandri aconseja a los suyos votar SÍ. Siento ganas de vomitar. Y eso<br />

de que este viejo dedique su vida a lustrarles los zapatos a tipos que bien podrían ser sus<br />

nietos me parece más que patético. —Así está bien —le digo. —Falta la lustrada, patrón. —<br />

Estoy apurado... y no me digas patrón. Me levanto y le devuelvo el diario. —Oye —le digo<br />

—, ¿tú por quién vas a votar? —Por mi General. Le paso lo justo y necesario.<br />

Por la misma callecita, frente a la puerta de escape del cine Metro, hay una librería. Entro.<br />

—¿Tiene El cazador oculto de Salinger? —No, pero tenemos sus Nueve cuentos. —¿Y son<br />

buenos? —No sé, no los he leído. —¿Sale Holden? —No sé.<br />

—Está bien, démelos.<br />

Salgo a Bandera y casi choco con una gorda por estar hojeando mi libro nuevo. Luego<br />

doblo por Agustinas y me paro un rato frente a una agencia de turismo a mirar unos afiches<br />

de Tahiti, Venecia y la Estatua de la Libertad, que es de color verde. De ahí sigo a<br />

Ahumada. El ambiente está realmente irrespirable y hay equipos de corresponsales<br />

extranjeros con sus cámaras, listos para filmar un baleo o lo que sea. Justo en ese instante,<br />

alguien lanza miles de panfletos desde el último piso de un edificio: el cielo se cubre de<br />

papeles que caen como challa al suelo. Hay gritos, aplausos, pifias, pero

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