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Alberto Fuguet - Mala Onda.pdf - Colegio

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poros, sin fuerzas siquiera para meterme al mar y flotar un rato hasta desaparecer. Sigo<br />

aburrido, lateado. Incluso pensar me agota. Esto lo tengo más que asumido y me preocupa.<br />

Pensamiento que me ataca, conversación en la que me enfrasco, opinión que escucho,<br />

párrafo que leo, todo me da lo mismo, todo me agobia, es angustiante y me molesta. Estoy<br />

aburrido, apestado. No me atrevo a pensar. Pensar me da ideas. Cierro los ojos para<br />

absorber los rayos del sol. Tengo olor a aceite de coco, a Ha-waiian Tropic Dark Tanning,<br />

sin filtro, extra rápido. Me gusta mi cara brillosa por el aceite, sentir su oleosidad, pegote y<br />

resbalosa, invadiendo mis poros, alentando al sol para que ingrese tranquilo y deje su huella<br />

color cobre. Es lo único que verdaderamente me interesa. Es mi estado natural. Tendría que<br />

haber sido surfista, concluyo. Como el Nacho, que está ahora mar adentro, con un traje de<br />

goma negro con franjas verde-limón, sobre una tabla rosada, montando unas olas tremendas<br />

que revientan demasiado rápido. Cerca de él reaparecen cada tanto otros dos: el Papelucho,<br />

que anda con un traje negro-con-naranja —me recuerda el Fiat 147 del Óscar—, y el tal<br />

Rusty, un gringo con el pelo muy largo y amarillo que nadie sabe quién es, pero todos lo<br />

aman e idolatran. Estoy en la arena, sobre una toalla que dice Sheraton Brickell Point y que<br />

encontré en el departamento, atento a estos tres huevones que entre-<br />

tienen al resto de los que están aquí tirados, en este rincón de Reñaca que todos, no por<br />

casualidad, denominamos El Cementerio. /<br />

El sol ya no está tan alto pero la resolana es total, absolutamente increíble, y estoy seguro<br />

de que he conseguido broncearme otro poco o al menos mantener mi tono tropical. No<br />

todos están asoleándose. Los únicos que están en el agua son el trío californiano que, como<br />

esto del surf es nuevo, tienen realmente convulsionado el ambiente. La terraza, el paseo,<br />

están llenos, eso sí. Repletos. Típico domingo fuera de temporada, con buen tiempo.<br />

Cambio de tema:<br />

Cox está tomando Johnny Walker Negro con Coca-Cola. El Lerner y el Patán también. A<br />

mí me ofrecen pero ya he tomado suficiente. Me molesta esto de que tomen de un termo<br />

gigantesco que bajaron del departamento. El termo es de mi vieja, el Johnny Walker de mi<br />

viejo y la Coca-Cola la compramos en el Long Beach. Parecemos argentinos, pienso. O<br />

algo peor. Odio a los mendocinos y los sanjuaninos que invaden Reñaca y Viña y todo el<br />

litoral cada verano. Odio que tomen mate y anden con tetera —o pava, como le dicen— y<br />

preparen ese brebaje en la playa, ante el espanto de los chilenos, que preferirían morirse<br />

antes que hacer un picnic en público. En ese sentido, mi viejo tiene razón: deberían cobrar<br />

por entrar a Reñaca. Debería ser propiedad exclusiva de los vecinos que han invertido<br />

bastantes dólares en sus edificios-escaleras. En realidad, no es muy agradable tomar el<br />

funicular y bajar y encontrarse con miles de argentinos que se creen los dueños

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