Alberto Fuguet - Mala Onda.pdf - Colegio
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que estoy cerca de él, siento que me mira en menos. Podría jurar que me odia y que le habla<br />
pestes de mí al Nacho, y éste, como es tan patéticamente débil e influenciable, se cree el<br />
cuento de que el Papelucho es realmente su amigo. Y lo que es más lamentable, se cree que<br />
estando a su lado y cerca del Rusty, que es todo rubio y yanqui, sube de nivel, mejora su<br />
cotización, aumenta sus probabilidades de trascender. De trascender siempre y cuando yo<br />
no participe. Porque, ahora que lo pienso, me parece más que sospechoso y mala onda eso<br />
de que el Nacho, en un afán quizás inde-pendentista que me parece muy poco leal, esté<br />
dividiendo su mundo. Como que una cosa es su pasado, su familia y yo, que mal que mal<br />
soy como su hermano, y la otra estas nuevas juntas: más pasajeras, más locas, más<br />
bulliciosas. Más fáciles e insoportables, también.<br />
El Nacho es lo peor, un bomb, pienso. Un traidor. Sube a la Blazer con cara de cordero<br />
degollado y no habla. Yo me preocupo y dejo de pensar en la Antonia, y los judíos, y la<br />
Miriam, y mi vida futura, para concentrarme en él, intento darle un espacio, y quizás<br />
después instalarnos en la terraza del departamento, a mirar Reñaca y los cerros de<br />
Valparaíso y el mar con sus yates y los barcos de guerra y —quizás— la Esmeralda, en la<br />
que nunca se embarcó, y sentarnos en esas sillas de lona con una cerveza, y el equipo con la<br />
música a todo lo que da, y quedarnos así, al sol.<br />
Pero él, que algo ha aprendido de mí, se las trae.<br />
200<br />
201<br />
No haría mala dupla con la Antonia. Parecen cortados por la misma tijera. Dicen una cosa y<br />
actúan de otra forma. Ambos quieren un pedazo de mí. Y mientras más quieren, menos les<br />
doy.<br />
Abro los ojos: más allá de esa muralla que forman los jugadores de paletas, estalla el mar.<br />
Y todavía más allá, el trío de gringos sigue adelante con su show. Esto del mar y la<br />
camaradería y los amigos y, no sé, la lealtad o eso que uno cree que lo ata para siempre a<br />
alguien, me hace acordarme de ese libro que nos hizo leer la Flora Montenegro para<br />
Castellano, cuando decidió asignarle un libro distinto a cada dupla. Ella eligió las duplas y<br />
los libros. A mí, lógico, me correspondió con el Nacho y nos tocó hacer un informe —un