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Alberto Fuguet - Mala Onda.pdf - Colegio

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que hay que jalar y mañana será otro día. Mañana empezamos con algún orden. Con alguna<br />

moral. Pero esta noche no. Me da lata.<br />

Terminamos en el baño del local, jalando a vista y paciencia de todos los tipos que entraban<br />

y salían.<br />

—Me gusta esto —le dije.<br />

—¿El jale?<br />

—No, esto de estar contigo. De perderte el respeto. Y el miedo.<br />

Después, nos cerraron el local. Se acercaba la medianoche y la ley seca iba a entrar en<br />

vigencia.<br />

—Subamos.<br />

—¿Adonde?<br />

—Al 1104: la mejor casa de masajes de Santiago.<br />

—La mejor casa de putas, será.<br />

—Es que no quería faltarte el respeto.<br />

—No me huevees.<br />

No fuimos los únicos en subir. El tipo que regenta ubicaba a mi padre y le dio trato<br />

preferencial. Nos lle-<br />

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vó por un pasillo a la pieza con la cama enorme, el ventanal y un afiche en blanco y negro<br />

de una mina desnuda tendida en una duna.<br />

—Cuando quiera, pasen al sauna. —¿Está disponible la Rebecca? —Sí, cómo no.<br />

—Entonces, la Rebecca y alguna otra. Las dos. Esto me pareció un poco extraño pero el jale, el<br />

vodka y una complicidad enorme me hizo despreocuparme. El tipo cerró la puerta y mi padre<br />

descolgó un espejo de la pared y lo depositó sobre la cama. Después se sacó la chaqueta y la<br />

corbata, esparció un buen montón de polvo en el cristal y comenzó a tirar líneas y a jalar como un<br />

condenado. —Ya, empelótate.<br />

Me pasó su mini-pajilla de metal y aspiré unas cuantas líneas mientras él se sacaba la ropa.<br />

Después me tocó a mí, pero no sabía bien qué hacer: preferí desviar la atención<br />

conversándole. Comencé a hablarle de mi vagabundeo céntrico, de mi gorra de cazador<br />

roja, de la vida de Josh Remsen, hasta que, de pronto, ni siquiera tenía puestos los

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