Alberto Fuguet - Mala Onda.pdf - Colegio
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está a dieta.<br />
—Carmen, es domingo. Cállate. Reza o algo. Seguro que tienes algo que pedir.<br />
—Lo que yo quiero no se lo puedo pedir a Dios.<br />
—A Dios se le puede pedir lo que sea. Total, nunca responde.<br />
—La gente como tú se va al infierno.<br />
—No, Carmen, nos vamos al cielo. Después del infierno, si uno lo aguanta, se va al cielo. Directo.<br />
El tarro vacío de leche evaporada ya no brilla. Y la Carmen, que no entiende, que no sabe,<br />
lo tira al pote de la basura. Donde siempre debió estar, pienso.<br />
El día está perfecto, tanto que la estúpida de mi hermana Pilar no puede evitar el comentar<br />
que esto solo prueba la existencia de Dios y que al Felipe simplemente lo espera lo mejor.<br />
El día, la verdad, está increíble, pero no por eso va uno a dejar sus convicciones de lado. La<br />
lluvia de anoche, corta pero torrencial, la misma que transformó el viaje entre la casa de la<br />
Miriam y el Juancho's en algo aterrador, dio paso a uno de esos fenómenos meteorológicos<br />
que nunca son anunciados en<br />
la televisión, porque simplemente son imposibles de predecir.<br />
El cielo está tan azul-paquete-de-vela que todo parece un mal comercial de línea aérea.<br />
Quizás por eso ninguna nube se atreve a colarse en el panorama. La cordillera está como<br />
nunca: enteramente nevada, con esa nieve tipo merengue recién batido que refleja y refracta<br />
el sol tibio que cae recto sobre ella. Hay un brillo tal, que solo se puede andar con anteojos<br />
oscuros. Y ver a la familia reunida frente a la iglesia, en este parque lleno de árboles con<br />
hojas nuevas que gotean, todos con sus respectivos anteojos de sol, enreda las cosas porque,<br />
más allá de las connotaciones cinematográficas, y de sentir que todo esto parece más un<br />
funeral de la mafia que un bautizo, no puedo sino reconocer que nos vemos bien, atractivos,<br />
envidiables, todos en tonos pastel, contra ese fondo increíble. Llega uno a pensar que<br />
Santiago es una de las ciudades más bellas y luminosas del mundo.<br />
Pero ya no hay sol ni calor ni brillo de nieve. Estamos ahora dentro de la iglesia. O a un<br />
costado de ella. En eso que llaman sacristía. En mis manos está el Felipe, pelado al rape, en<br />
la más skinhead, envuelto en una frazada celeste que le hace juego a mi camisa. Me<br />
sorprende lo poco que pesa y lo bien que me siento al tenerlo cerca mío. El chico es tibio y<br />
está despierto y se nota que es curioso, A veces me mira y siento que está de acuerdo con<br />
todo lo que pienso; hasta me lo imagino dándome a entender que yo podría ser su padre,<br />
porque el suyo es tan huevón y sus hermanas lo latean. Y me parece que, más allá de esta<br />
ceremonia, que es una