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Alberto Fuguet - Mala Onda.pdf - Colegio

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—Si nunca tanto, Vicuña. No te pases películas. No es una huevada que me quite el sueño. Puedes<br />

hacer lo que quieras, no es asunto mío. Lo único que te digo: le estás hinchando las huevas a todo<br />

el mundo. Estás cayendo mal. Yo no sé lo que te pasa. Estás entrando en decadencia.<br />

—No soy el único.<br />

—La Luisa tiene razón: contigo ya no se puede hablar. Has perdido totalmente tu capacidad de<br />

goce, de pasarlo bien. Lateas.<br />

—¿Tú qué haces hablando con la Luisa? ¿Y por qué esa huevona se mete en lo que no le importa?<br />

Si hay algo que me apesta son los chismes. Se nota que esta tropa de conchas de su madre no<br />

tiene vida propia con la cual entretenerse. Yó por lo menos tengo problemas, lo que es algo. Este<br />

país está seriamente enfermo, huevón. Me carga.<br />

—El que está enfermo eres tú.<br />

—Si lo estoy, es problema mío. No te metas.<br />

—No, si ya nadie se va a meter. Que eso te quede claro. Tu actitud deja harto que desear. Con<br />

razón el<br />

283<br />

Nacho no te pesca. Y esas fugas, ¿qué onda? No sé para qué te viraste de lo del Rusty.<br />

Fuiste el comentario de la noche, compadre. Si hasta al Chino le caíste mal. Lo mismo<br />

ocurrió donde la Barros. La propia Antonia, me lo contó la Luisa, fue la que empezó a<br />

lanzarte mierda. —Y tú estás de acuerdo. Me queda todo claro. —No se trata de eso,<br />

Vicuña. Te has metido en una onda muy mala; deberías cortar el hueveo antes de que<br />

el hueveo te corte a ti.<br />

—Sabes qué más, Lerner, no te metas en lo que no te importa ni entiendes y ándate lo más<br />

tranquilo posible a la mierda.<br />

—Problema tuyo, entonces. —Exacto: problema mío.<br />

Alguien golpea mi puerta. Dura, incesantemente. Golpes vacíos, que provocan eco. Son los<br />

golpes del diablo, sueño. Aun así, no quiero despertar. No puedo despertar... Abro los ojos<br />

un poco pero se me cierran nuevamente. Es como un resbalín, pienso; una vez que uno<br />

decide lanzarse, no hay arrepentimiento que valga; hasta llegar abajo. Hasta llegar al final.<br />

—Matías, abre. Despierta.<br />

Es la voz de mi padre, que taladra la protección viscosa del sueño. No hay nada que hacer:

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