Alberto Fuguet - Mala Onda.pdf - Colegio
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El sueño se estira más o menos así: sueño que estoy durmiendo, soñando un sueño donde<br />
hay un tipo que tiene sueño, que se aferra a la almohada, que no quiere despertar porque<br />
justamente tiene sueño y está seguro de estar soñando un sueño que supera con creces todo<br />
lo que le ha tocado vivir hasta la fecha. Su manager ha entrado a la pieza del hotel. Lo sabe<br />
por el olor del habano que impregna sus sábanas. El manager le dice que se despierte, que<br />
se levante, que tiene una conferencia de prensa.<br />
El tipo es un rockero y tiene el pelo largo, pero se parece sospechosamente a mí. Sueña en<br />
inglés, sueña que tiene sueño, sueña que está en otra parte, sueña que realmente no está<br />
solo, que esto es solo una etapa, que hasta se puede salvar. Pero el manager le habla sin<br />
parar, tanto que no le queda sino abrir los ojos. El sol del desierto entra por la ventana y lo<br />
golpea, como si de pronto una piedra rompiera el vitreau de una iglesia que reposa en<br />
penumbras a plena luz del día. Después, el rockero que se parece a mí consigue levantarse<br />
de la cama de tres plazas y se mira en el espejo,, pero no le gusta lo que ve. Bajo una<br />
lámpara, se fija, al lado de una<br />
billetera rosa fosforescente, en una cómoda de madera que parece de mármol, hay una<br />
botella de Stolichnaya, un vaso de plástico desechable semivacío y un espejo con varias<br />
líneas de cocaína en desorden, que lo atraviesan como las cuerdas de una guitarra eléctrica<br />
que hubiera quemado sus fusibles. La ventana es inmensa, ocupa toda la pared. Desde ahí<br />
arriba, la ciudad se ve horrible, sin luces, calcinándose bajo el sol. El rockero sopesa la<br />
posibilidad de suicidarse, de lanzarse al vacío y caer frente al moai que da la bienvenida al<br />
Hotel Tro-picana, el de la postal, el mismo en el que una vez se alojaron sus padres, se<br />
acuerda.<br />
Hasta ahí llega el sueño: después todo se detiene. Todo. No avanza. Sigue y sigue y sigue.<br />
La imagen del rockero, la imagen de mí mismo en la ventana, mirando la ciudad de Las<br />
Vegas que se extiende inútil, eterna bajo el sol, pensando en la posibilidad de lanzarse al<br />
vacío, de caer frente al moai falso, de concreto, y estallar. Nada más. Ésa es la imagen. Una<br />
imagen que se estira. Que no avanza<br />
—Matías, despierta. El desayuno está listo. Recuerda el bautizo.<br />
Es la voz de mi madre pero yo sigo soñando. Soñando un sueño que no avanza. Que se