Alberto Fuguet - Mala Onda.pdf - Colegio
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Pero no sabía qué hacer, dónde ir. De tanto correr, de pronto me encontré en Providencia.<br />
Allí reduje la velocidad y seguí caminando hasta llegar a Suecia con General Holley, donde<br />
los pubs estaban abiertos y había muchísimos autos y movimiento. Decidí entrar en uno,<br />
tomarme un trago, pasar al baño y pegarme un empujoncito gentileza de papá. Pero un<br />
fascista cabeza-de-músculo que hacía guardia en la entrada no me dejó entrar.<br />
—Eres menor de edad. No puedes entrar.<br />
—Te pago lo que quieras.<br />
—Estás borracho. Ándate.<br />
Yo transpiraba como si estuviera lloviendo. Igual traté de entrar: el tipo me agarró de una<br />
muñeca.<br />
—No te hagas el choro, huevón, que te puedo dejar tendido en el suelo.<br />
Mientras el gorila intentaba asesinarme, vi algo en el pub que me hizo desistir. En una<br />
mesa, con una ve-lita al centro y varios vasos vacíos, mi tía Loreto Cohn, despeinada y con<br />
una blusa semitransparente, con buena parte de los botones abiertos, le acariciaba el rostro a<br />
un tipo moreno, casi de acero, con el pelo cortísimo, a lo milico, no mayor de veinticinco.<br />
El tipo, que andaba de terno, se hacía el duro-de-seducir y la tía Loreto, maquilladísima,<br />
parecía simplemente una puta. Una pareja más normal, en la mesa vecina, miraba la escena<br />
con algo de asco. En especial cuando el tipo se echó hacia atrás y ella se -le acercó aun más<br />
y comenzó a besarlo, manchándole el cuello blanco con un rouge color rojo sangre.<br />
—Ándate mejor a tu casa, cabrito.<br />
—Y tú ándate a la mierda.<br />
Lo dije y partí corriendo, pero el tipo ni siquiera trató de alcanzarme.<br />
Terminé a pocas cuadras de allí, en el Juancho's, esperanzado de encontrar al fin al gran<br />
Alejandro Paz de Chile y contarle lo que me había sucedido. Tenía la certeza de que,<br />
justamente por no conocerlo tanto, podía confiar a ciegas en él.