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Alberto Fuguet - Mala Onda.pdf - Colegio

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309<br />

Pero no sabía qué hacer, dónde ir. De tanto correr, de pronto me encontré en Providencia.<br />

Allí reduje la velocidad y seguí caminando hasta llegar a Suecia con General Holley, donde<br />

los pubs estaban abiertos y había muchísimos autos y movimiento. Decidí entrar en uno,<br />

tomarme un trago, pasar al baño y pegarme un empujoncito gentileza de papá. Pero un<br />

fascista cabeza-de-músculo que hacía guardia en la entrada no me dejó entrar.<br />

—Eres menor de edad. No puedes entrar.<br />

—Te pago lo que quieras.<br />

—Estás borracho. Ándate.<br />

Yo transpiraba como si estuviera lloviendo. Igual traté de entrar: el tipo me agarró de una<br />

muñeca.<br />

—No te hagas el choro, huevón, que te puedo dejar tendido en el suelo.<br />

Mientras el gorila intentaba asesinarme, vi algo en el pub que me hizo desistir. En una<br />

mesa, con una ve-lita al centro y varios vasos vacíos, mi tía Loreto Cohn, despeinada y con<br />

una blusa semitransparente, con buena parte de los botones abiertos, le acariciaba el rostro a<br />

un tipo moreno, casi de acero, con el pelo cortísimo, a lo milico, no mayor de veinticinco.<br />

El tipo, que andaba de terno, se hacía el duro-de-seducir y la tía Loreto, maquilladísima,<br />

parecía simplemente una puta. Una pareja más normal, en la mesa vecina, miraba la escena<br />

con algo de asco. En especial cuando el tipo se echó hacia atrás y ella se -le acercó aun más<br />

y comenzó a besarlo, manchándole el cuello blanco con un rouge color rojo sangre.<br />

—Ándate mejor a tu casa, cabrito.<br />

—Y tú ándate a la mierda.<br />

Lo dije y partí corriendo, pero el tipo ni siquiera trató de alcanzarme.<br />

Terminé a pocas cuadras de allí, en el Juancho's, esperanzado de encontrar al fin al gran<br />

Alejandro Paz de Chile y contarle lo que me había sucedido. Tenía la certeza de que,<br />

justamente por no conocerlo tanto, podía confiar a ciegas en él.

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