Alberto Fuguet - Mala Onda.pdf - Colegio
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años—• No tiene ninguna importancia y no quiero que te asustes: no nos vamos a separar<br />
con tu madre. El error fue mío y estoy dispuesto a pagar. Así que, si escuchas cualquier<br />
huevada o sientes que la cosa está mal, no te preocupes. Lo que pasa es que la tal Hilda es<br />
muy operática y le gusta armar escándalo.<br />
Y lo armó, claro.<br />
Mi madre y mis hermanas se enteraron, por cierto. El lío fue grande, sonoro y molesto. Y<br />
prescindible, además, porque no era la primera vez que mi padre era infiel. Eso lo sabía<br />
todo el mundo. Pero sí fue la primera —y única— vez que todo salió a flote porque la Hilda<br />
se metió, dijo cosas y, lo que es peor, se enamoró de mi padre hasta enfermarse.<br />
La otra diferencia que marcó un hito fue que la Hilda no era una cualquiera. O sea, no era<br />
una simple mina. Estaba ligada a esta especie de socio de mi padre, un tipo más o menos<br />
importante en el asunto de las exportaciones que el tío Sandro administraba por esa época.<br />
Quizás su familia, especialmente por el lado de su padre, era última de ordinaria, pero el<br />
Eynard Enger tenía sus contactos y si se enteraba de que su sobrina solterona andaba<br />
metida con uno de sus compradores, podía frenar el negocio y mandarlo todo a la cresta.<br />
Estos detalles los supe por mi hermana Francisca, el improvisado bastón de mi madre en un<br />
combate que tuvo más que ver con el orgullo y el amor propio que el amor a secas. Mi<br />
madre movió sus contactos —puede que contratara incluso a un detective privado— y supo<br />
todo lo que había que averiguar sobre la tal Hilda. Por ejemplo, que vivía en un bloque<br />
inmundo por<br />
290<br />
291<br />
la Avenida Grecia, cerca del Estadio Nacional, y que trabajaba en un laboratorio al frente<br />
del bloque. Este dato es importante pues inmediatamente mi madre dejó de comprar<br />
remedios de esa marca y se pasó a la competencia. Según la Francisca, que gozó con el<br />
enredo, mi madre averiguó además que la Hilda no era nada de tonta, hacía mucha<br />
gimnasia y ciclismo y no ganaba mal, ya que debía mantener a su madre y a una hermana<br />
solterona como ella, que tenía un hijo como de mi edad.