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de nuevo al abismo? ¿Es que no tienes caridad? Necesito una semana al<br />

menos en la cama, con servicio, para recuperarme.<br />

—Hablando de la cama, ¿qué ha sido de tu sábana, hijo mío?<br />

—Pues no tengo ni idea. Puede que la robaran. ¡No te previne yo contra<br />

los intrusos!<br />

—¿Quieres decir que entró alguien en casa sólo para llevarse una de tus<br />

sábanas asquerosas?<br />

—Si fueras un poco más concienzuda en la colada, no habría que<br />

aplicarle tal calificativo.<br />

—Bueno, bueno, dejémoslo, pásame el periódico, hijo mío.<br />

—¿Vas a intentar de veras leer en voz alta? Dudo que mi organismo<br />

pueda soportar tal trauma en este momento. Además, estoy leyendo un<br />

artículo muy interesante de la sección de ciencias, un artículo sobre los<br />

moluscos.<br />

La señora Reilly arrebató el periódico a su hijo, dejando dos trocitos de<br />

papel en sus manos.<br />

—¡Madre! ¿Esta muestra agresiva de mala educación es resultado acaso<br />

de tu relación con esos sicilianos que juegan a los bolos?<br />

—Cállate, Ignatius —dijo su madre, pasando las hojas<br />

<strong>com</strong>pulsivamente, en busca de la sección de anuncios.<br />

—Mañana por la mañana cogerás el trole de St. Charles bien temprano.<br />

—¿Eh? —preguntó Ignatius con aire ausente. Estaba preguntándose qué<br />

podría escribirle ahora á Myrna. La película parecía destruida también. Sería<br />

imposible describir en una carta el desastre de la Cruzada—. ¿Qué decías,<br />

madre?<br />

—Digo que tienes que coger ese trole mañana temprano —chilló la<br />

señora Reilly.<br />

—Muy razonable.<br />

—Y no volverás a casa, hasta que encuentres trabajo.<br />

—Fortuna ha decidido, al parecer, iniciar otro giro hacia abajo.<br />

—¿Qué?<br />

—Nada, nada.<br />

V<br />

La señora Levy yacía boca abajo sobre la tabla de ejercicios motorizada,<br />

cuyas diversas secciones tanteaban suavemente su amplio cuerpo, toqueteando<br />

y amasando su carne blanca y blanda cual amoroso panadero. La señora Levy<br />

mantenía firmemente asido el tablero, abrazándolo por debajo.<br />

—Oh —gemía satisfecha y feliz, tanteando la sección que tenía debajo

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